Internacionales
2/6/2005|902
Victoria del “no”: Un nuevo periodo politico en Francia
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Por el juego de la reglamentación electoral, los resultados del referéndum se conocieron a las 10 de la noche, con la impresionante victoria del “no” de 55% contra 45%. La diferencia fue mayor que lo previsto y también el golpe político contra la burguesía y el gobierno. El presidente Chirac habló por televisión apenas 30 minutos después, con una cara de velorio y para decir casi nada. En París, en la plaza de la Bastilla, las organizaciones partidarias del “no” organizaron una manifestación. La concurrencia fue de unas 5.000 personas, no demasiado numerosa. Es cierto que en París llovía y que en la capital francesa el voto por el “sí” fue ampliamente mayoritario. En las ciudades de provincia no hubo manifestaciones. Este es un buen resumen de la situación creada. Se ha producido un terremoto político, cuyas ondas serán profundas y prolongadas.
¿Qué nos indican los resultados?
La victoria del “no” fue la consecuencia de que dos tercios de los votantes de izquierda rechazaron la Constitución y lo hicieron también los otros votantes populares. La participación fue alta, del 70%. Un 60% de votantes del PS se pronunció por la negativa. La relación es inversa para los partidos de derecha: un 76% votó por el “sí”. La excepción fue el Frente Nacional, partido de extrema derecha, que había realizado, sin embargo, una campaña marginal.
El 79% de los obreros, el 67% de los empleados, el 71% de los desocupados, el 64% de los trabajadores del sector público y el 56% del privado votaron por el “no”. Los menores de 29 años votaron negativamente en un 62% y en cambio los mayores de 65 años votaron por el “sí” en un 57%. En resumen, el “no” ganó de una forma amplia gracias a una participación alta, a los votantes de izquierda, al voto obrero y popular. Claro que no hay que olvidar —como sí lo han hecho en estos días las organizaciones de izquierda— que los jóvenes de los barrios populares votan muy poco y que una parte significativa de la clase obrera está excluida: los extranjeros, los inmigrantes, los “sin papeles”.
Una parte mayoritaria del electorado socialista y popular, que le había dado la victoria al PS en 2004, se pronunció contra la posición de la dirección y contra los resultados del plebiscito interno. El aparato socialista es el otro gran derrotado de este referéndum.
El objetivo del gobierno, la burguesía y el capital fue barrido. La “construcción europea” deberá ser reordenada en una situación de crisis mayor. Lo mismo sucede con el punto focal del sistema político de la burguesía francesa: el presidente de la república. La degradación de su poder es mayúscula.
La función ofensiva del Estado contra los trabajadores está en jaque, por no decir en jaque mate.
Existe una continuidad en el movimiento de la clase obrera y las masas. En 1995, las huelgas y manifestaciones frenaron el programa del gobierno contra la jubilación; en 1997, el gobierno de derecha cayó en elecciones anticipadas. En marzo de este año, hubo otra vez manifestaciones enormes y una sucesión de huelgas. El 29 de mayo se derrota un objetivo político mayor de la burguesía.
¿Cómo sigue la historia?
La movilización política y reivindicativa de la clase obrera y los sectores populares debe observarse en el espejo de lo que está pasando en el mundo. La crisis del capitalismo es terrible. La pobreza se instala y se extiende en Francia. La desocupación es masiva y permanente. En Francia aún está ausente un movimiento de la clase obrera y de los explotados estructurado por la acción directa, un programa de reivindicaciones propio y su enfrentamiento sistemático con el poder político y los burócratas. El triunfo del “no” es una palanca para forjar este eslabón. Los materiales están.
Laurent Fabius, el dirigente del PS que propugnó el “no”, quiere jugar el papel de bombero. No habló el domingo por la noche y 24 horas después explicó que hay que esperar hasta 2007 y que por suerte ha habido dirigentes socialistas por el “no”, de tal manera de frenar el desarrollo de los extremismos de derecha y de izquierda.
La secretaria nacional del Partido Comunista, Marie-George Buffet, que jugó un rol activo en la campaña, explica ahora que en cada comuna hay que reunirse también con las organizaciones partidarias del “sí”, esto es con el PS, que estén dispuestas a la “construcción de otra Europa y de una verdadera alternativa de izquierda en nuestro país” (declaración del 30 de mayo). Los comités que se formaron por el “no” tienen que pasar al olvido y el programa de lucha inmediato no existe. En otras condiciones, Buffet quiere reconstruir el bloque de 1997 —cuando ella fue ministra del gobierno socialista de Jospin—, con los resultados que todos conocemos: derrota, retroceso, desmoralización.
En Francia, hay más de dos izquierdas. La Liga Comunista Revolucionaria (LCR) sostiene que hay que construir un “polo antiliberal”. Esta simplificación abusiva disuelve la necesidad de construir y desarrollar el marxismo revolucionario, diferenciado de una multiplicidad de manifestaciones de la izquierda. Daniel Bensaïd, dirigente y teórico histórico de la LCR, explica ahora que las posiciones de Fabius son “racionales”, porque su oposición a la Constitución europea prepara un gobierno de izquierda en 2007. Según Bensaïd, Fabius tiene su lugar en el frente único y la LCR lo podría tener en un programa común de gobierno y (por qué no) en un futuro gobierno de izquierda.
En esta campaña, la LCR planteó la Europa “social, democrática, ecológica, feminista”. La ausencia del socialismo y del movimiento obrero es mucho más que una cuestión retórica. La declaración de la LCR de la noche del 29 de mayo insiste en fijar como cuadro de trabajo al Foro Social Europeo. Esto es una estructura que se ha organizado para negar la intervención política y reivindicativa de la clase obrera. Attac y la fundación Copernic han fijado el cuadro político y teórico de la crítica a la Constitución y a la “construcción” europea, no el marxismo revolucionario. Esta subordinación choca necesariamente con la continuidad de las luchas y con la mantención y desarrollo de los Comités Unitarios.
El antiliberalismo no es un movimiento anticapitalista ni revolucionario. Suele terminar como una variante del orden establecido y trata de cerrar una crisis. En cambio, la expresión del 29 de mayo requiere su continuidad práctica a través de un programa y de una movilización por las reivindicaciones obreras y por un gobierno de los trabajadores.