Viraje político en Bolivia

La espectacular votación obtenida por el MAS de Evo Morales, líder cocalero de El Chapare, consagra un viraje político de gigantescas proporciones, que evidencia la radicalización política de la lucha campesina en el último año y medio, y también sus reflejos en las ciudades.


Evo Morales, que obtuvo el 20% de los votos, entró en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que será dirimida por el voto del Parlamento, y puede ser el próximo presidente boliviano, algo que ha producido una conmoción que se extiende mucho más allá de los límites de Bolivia. El MAS obtuvo 7 entre 27 senadores y una veintena de diputados. Dos semanas antes de las elecciones, las encuestas no daban a Morales más del 11%).


Felipe Quispe, Mallku, líder campesino e indígena del altiplano paceño, a su vez, obtuvo un 5% (probablemente 4 diputados).


Dos dirigentes puestos prácticamente fuera de la ley en el período previo (Morales había sido privado de sus fueros parlamentarios en enero) han sido apoyados por un cuarto del electorado, a lo que cabría sumar las numerosas abstenciones, posición que también había sido impulsada por diversos sectores de izquierda.


Morales ha defendido un programa de reversión de las privatizaciones y defensa del cultivo de la coca, contra la injerencia de los EE.UU., claramente superior al programa indigenista de reconstitución de la mítica “comunidad andina” de Mallku.


El partido gubernamental, la ADN del finado dictador Hugo Bánzer y del presidente Jorge Quiroga, ha sido barrido del escenario político. Dos semanas antes de las elecciones, las encuestas daban como vencedor, con 27% de los votos, a la NFR de Manfred Reyes Villa, ex intendente de Cochabamba que prometía, entre otras cosas, duplicar los salarios de militares y policías (las huelgas salariales castrenses han sido un gran factor de crisis en los últimos años). La NFR cayó en el pleito a poco menos del 20%, siendo derrotada en su bastión, Cochabamba, por el MAS, que obtuvo 33% de los votos en la ciudad de la “guerra del agua” y de la Coordinadora. El primer lugar obtenido por el MNR de Sánchez de Losada, con menos del 22% de los votos, ha sido poco más o menos que el producto inesperado de una carambola matemática.


En la semana previa a la elección, el embajador estadounidense amenazó al país con restricciones económicas si votaba por Evo Morales: “Quiero recordarle al electorado boliviano que si elige a los que quieren que Bolivia vuelva a ser un exportador de cocaína, ese resultado pondrá en peligro el futuro de la ayuda de los Estados Unidos a Bolivia”, dijo el “gusano” cubano-americano Manuel Rocha, al final de un discurso en El Chapare. El presidente de la República, Jorge Quiroga, se encontraba al lado del diplomático cuando éste lanzó las amenazas. Morales agradeció a Rocha por reforzar su candidatura: “Yo creo que es el último toque que hace mi jefe de campaña, le agradezco mucho”. En las calles, la gente lanzaba comentarios irreproducibles contra el “virrey” yanqui. Anteriormente, la predecesora de Rocha, Donna Hrinak, había dicho que los bolivianos “no tienen cojones” al percatarse de que un caso de narcotráfico investigado por la agencia antidrogas de Estados Unidos no era tramitado con agilidad por jueces y policías. Ahora, el propio Departamento de Estado yanqui (a través de su portavoz, Charles Barclay) ha expresado oficialmente su preocupación por el resultado de las elecciones bolivianas.


La cuestión del agua se pone ahora al rojo vivo, pues el monopolio francés beneficiado por la privatización (Vivendi-General des Eaux) se ha ido literalmente a los caños, transformándose en la Enron (o WorldCom) de las bolsas europeas, lo que plantea la perspectiva inmediata de su nacionalización sin pago. Lo mismo se plantea con relación al gas (Bolivia posee los mayores depósitos naturales de América). La exportación de gas hacia los EE.UU. demanda una inversión global de seis mil millones de dólares y sería ejecutada por Repsol-YPF y las británicas British Gas y British Petroleum. Al proletariado y a la izquierda se le abre la perspectiva de una vasta lucha antiimperialista.


El panorama ha clarificado la situación política para la izquierda. El dirigente campesino conciliador Alejo Véliz, rival de Morales, se inscribió en la aventura electoral proto-fascista de Reyes Villa, y ha quedado marginado en el movimiento de lucha. Los sectores de la Federación Obrera de La Paz, con influencia en otros puntos del país, que fueron uno de los polos de las luchas recientes, no fueron capaces de estructurar una alternativa política (partido), y ven ahora buena parte de la izquierda incorporarse a las filas del MAS, en el que Morales ejerce un liderazgo caudillista. La nueva situación les plantea un reto para la sobrevivencia política: en esas condiciones debe discutirse ahora el programa y la táctica para la creación de una alternativa clasista revolucionaria. El viraje político boliviano es paralelo a la retomada de la lucha de masas en Perú, con la espectacular victoria del “Arequipazo”: la onda del “Argentinazo” amenaza incendiar los países andinos.