Volkswagen: un nuevo capítulo de la crisis mundial


La agencia de protección ambiental de Estados Unidos (EPA) acusó a la alemana Volkswagen de manipular los test que miden las emisiones de gases contaminantes en sus motores diésel. Once millones de autos estarían afectados en todo el mundo. Pronto debió renunciar el gerente general de la empresa, en medio de un derrumbe accionario y obligada la compañía a separar un fondo de 6.500 millones de euros para responder a eventuales multas. Lo ocurrido marca a fuego no sólo a VW, sino que también pone en jaque a todas las empresas productoras de motores diésel entre las que se destacan BWM, Audi, Peugeot, etc.


 


Las causas y las consecuencias del escándalo en cuestión exceden por mucho cualquier tipo de explicación ecológica. El affaire forma parte de una guerra comercial entre distintos sectores de la burguesía internacional. De un lado, la burguesía europea -encabezada por la alemana- partidaria del motor diésel; del otro la burguesía norteamericana, cuya producción es netamente naftera.


 


Derrumbe financiero


Las repercusiones de esta situación están lejos de poder predecirse. Volkswagen hace buena parte de su fortuna en el mercado financiero. Prestando a sus compradores y concesionarias, así como tomando depósitos. Actualmente, el sector especulativo de la empresa provee cerca del 44% de los activos totales.


 


La fragilidad de este negocio es notable. VW tiene una deuda sideral clasificada como “corriente”, es decir que debería pagarse en los próximos doce meses. La principal revista de economía del mundo es consciente de este problema: “si los depositantes y acreedores se negaran a refinanciar los fondos, la compañía podría aguantar poco” (The Economist, 25/9). Es por esto que las acciones vienen cayendo en picada y se encuentran a menos de la mitad del valor que tenían hace sólo dos meses. El feroz encarecimiento de los créditos contra default prueba que todo un sector de especuladores ya apuestan al desenlace del quebranto.


 


Alemania


Aunque el gobierno alemán intenta desentenderse de la situación, sus preocupaciones pasan por las repercusiones económicas que tendrá la crisis, antes que sobre cualquier denuncia de complicidad con la corruptela. El director general de ING, uno de los bancos más importantes del mundo declaró que “Volskwagen es un riesgo más grande para Alemania que toda la crisis de deuda griega” (Reuters, 24/9). Este riesgo no es sólo financiero, las consecuencias comerciales que podría tener para la industria automotriz no sólo alemana, sino de toda Europa serían estrepitosas.


 


La clase obrera frente la crisis


Las luces de alerta están encendidas. Algunos advierten que la marca Volkswagen podría desaparecer de territorio norteamericano. Uno de cada seis puestos de trabajo en Alemania dependen de la industria automotriz, que representa también el 17,9% de las exportaciones del país. Casi medio millón de obreros alemanes trabajan para VW. A pesar de la alineación patronal del sindicato, los trabajadores de Volskwagen tendrán que prepararse para defender sus puestos de trabajo y hacer de esa lucha una escuela de formación política.


 


La crisis mundial barre con todos los pronósticos optimistas. El enfrentamiento comercial abierto es, seguramente, el primero de una espiral que se profundiza.