XVI Congreso de la LCR de Francia

"A pesar de las vacilaciones, un paso adelante"


El XVI congreso de la LCR sesionaba en momentos en que comienza a ponerse en pie una nueva unión de la izquierda, cuando la derecha franquea un nuevo límite en su escalada contra los derechos de los trabajadores


 


En efecto, el gobierno Villepin acaba de someter al debate de la Asamblea Nacional el “Contrato de primer empleo” (CPE), que completa el “Contrato de nuevo empleo” (CNE), que otorga el derecho a los patrones de empresas de menos de 20 asalariados a pruebas por dos años. El CPE extiende la medida a los asalariados de menos de 26 años. Las organizaciones sindicales han convocado a una jornada de movilización contra este golpe bajo. El punto al que están confrontados todos los militantes del movimiento obrero y social es cómo preparar un movimiento de conjunto para enfrentar a los patrones y al gobierno.


 


En la izquierda, las divisiones en el seno del Partido Socialista fueron borradas en el congreso de septiembre último, por una síntesis que reúne a partidarios del “sí” y el “no” al tratado constitucional en ocasión del referéndum del 29 de mayo. Una nueva unión de la izquierda se pone en pie en vista de las elecciones presidenciales y legislativas de 2007. La dirigente del Partido Comunista Marie George Buffet defiende la idea de candidaturas unitarias antiliberales que reúnan a partidarios del “no”, incluida la LCR. Estas candidaturas tendrían por función ejercer una presión sobre el PS.


 


Los debates del Congreso estuvieron dominados por esta cuestión. Dos orientaciones estaban en discusión. La primera ponía el acento sobre la necesidad de militar por estas candidaturas unitarias. La segunda pensaba que la perspectiva misma de estas candidaturas unitarias era equivocada y que la LCR debía anunciar que se haría presente bajo sus propias banderas en las próximas elecciones y decidirse a presentar a su portavoz, Olivier Besancenot, a la presidencia. La mayoría sostenía una posición intermedia: la Liga, apoyando las candidaturas unitarias, aunque pensaran que las condiciones no estaban dadas, prepararía la candidatura de Olivier Besancenot al tiempo que postergaba una decisión hasta junio.


 


Esta posición resultó mayoritaria en el Congreso, en tanto que los partidarios de la segunda orientación (12% de los votos) se abstuvieron frente a la mayoría.


 


“La paciencia de esperar”, titulaba L’Humanité, el diario del Partido Comunista, al día siguiente del Congreso. Cierto, pero lo esencial es que el Congreso creó las condiciones para que la Liga pueda desmarcarse de la confusión de las candidaturas unitarias y no quede paralizada para intervenir en el corazón de las movilizaciones, todas las tendencias juntas.


 


Como marco de fondo del debate estaba el balance de los dos años que nos separaban del Congreso anterior. Muchos camaradas tienden a oponer la campaña de 2004 con Lutte Ouvriere, la organización de Arlette Laguiller, para las elecciones regionales y europeas, a la campaña unitaria por el “no” en el referéndum sobre el TCE en 2005.


 


Los resultados electorales de 2004 habían decepcionado. Muchos camaradas atribuían la responsabilidad al acuerdo con LO, a menudo sectaria, cuando en realidad eran consecuencia, en el plano electoral, del fracaso de las luchas de 2003. Al contrario, la victoria del “no” en el referéndum del 29 de mayo había suscitado ilusiones sobre el carácter de la campaña unitaria, que había reunido en colectivos, entre otros, al PC, la Liga y la izquierda del PS.


 


De hecho, independientemente de sus límites y debilidades políticas, las dos campañas han permitido a la organización desarrollar una amplia agitación política, concebida como un verdadero trabajo de masas. Han combinado reagrupamiento de revolucionarios y trabajo de frente único; hay ahí una rica experiencia que habría merecido un mayor análisis.


 


Esta experiencia forma parte de la transformación que la extrema izquierda está realizando para devenir un verdadero movimiento obrero y popular.


 


La política de Lutte Ouvrière es, desde 1995, un fracaso, debido a su incapacidad de tener una actitud abierta respecto del movimiento obrero en su conjunto, actitud que se refracta en su incapacidad para tolerar en su seno una verdadera democracia. Si pudo encarnar durante mucho tiempo la independencia de clase con relación a la izquierda, esta independencia es formal y no desemboca en una capacidad para formular una política.


 


Por el contrario, hay en nuestra organización una vieja tendencia al seguidismo con relación al PC y a los aparatos, que se expresa en una dificultad para afirmarnos en tanto partido, y en la tendencia a poner la unidad por encima de todo.


 


Se trata ahora de sobrepasar estos defectos, sectarismo o seguidismo, productos del pasado, cuando el stalinismo ejercía la función de policía y marginaba a los revolucionarios.


 


En esa perspectiva, las experiencias de 2004 y 2005 son extremadamente fecundas, a condición de pensarlas como dos momentos de una misma política, y no oponerlas.


 


Son puntos de apoyo para contribuir a las movilizaciones, tarea indisociable del reagrupamiento de todos los que no esperan nada de esta nueva unión de la izquierda y quieren construir una oposición obrera y popular, sindical, asociativa y política,a la patronal y al gobierno, con total independencia del social-liberalismo y sus aliados.


 


Las instancias de las elecciones presidenciales y legislativas se inscriben en esta perspectiva.


 


Son un medio para reforzar el campo de los trabajadores frente a la patronal y el gobierno, una tribuna para las movilizaciones y las luchas. Está claro que la organización debería haber decidido tanto su política como su candidato presidencial Olivier Besancenot.


 


En cambio, la dirección del PC tiene interés en ofrecer el cambio proponiendo las candidaturas unitarias antiliberales en el marco de… la unión de la izquierda.


 


En efecto, luego de la última elección presidencial, en 2002, su candidato obtuvo un resultado inferior a los de los dos candidatos de la extrema izquierda, Olivier Besancenot y Arlette Laguiller. Debe impedir, a cualquier precio, que una situación así se repita e intentar neutralizar a la LCR. Es en esa lógica que, al final del Congreso, la dirección del PC publicaba un comunicado lamentando que la Liga haya optado por la “resignación” y “el estatuto de observador”, negándose a “mover sus líneas”, según la expresión de moda en el seno de la izquierda, para hacer sentir el peso del antiliberalismo sobre el social-liberalismo.


 


Pensamos que la LCR debería desembarazarse cuanto antes de este juego de engaños que llevan al PC, y en las sombras, al PS, a decidir por ella. Hay entre el PC y la extrema izquierda un desacuerdo de fondo que hace imposible toda unión electoral: el antiliberalismo no es más que la nueva vestimenta del viejo reformismo que no tiene otra opción que aliarse al PS para llegar al gobierno en el cuadro de las instituciones.


 


La nueva molienda de la unión de la izquierda que se pone en pie no tiene más programa que retornar al gobierno para gerenciar los negocios de la burguesía.


 


Cualquiera sea el gobierno que resulte de las próximas instancias electorales y combinaciones parlamentarias, los trabajadores, la población, tendrán que organizarse y movilizarse para hacer valer sus derechos (…)


 


Si el Congreso no supo, o no pudo, tomar las decisiones que se imponían, no obstante, a través de las discusiones que lo han preparado, y la toma de conciencia que han provocado, la Liga ha dado un paso adelante importante.


 


De hecho, la Liga se ha definido como parte interesada en esta oposición obrera y popular frente al social-liberalismo y sus aliados. La confusión, las vacilaciones, no deben hacer olvidar este hecho decisivo (…)


 


Unidos por el voto casi unánime sobre la moción que traza la perspectiva de un movimiento de conjunto contra la patronal y el gobierno, la organización tendrá los recursos y la fuerza para afirmarse alrededor del plan de urgencia social y democrático, tanto en las movilizaciones como en las elecciones.


 


El Congreso ha decidido la realización en junio de una Conferencia Nacional que debería romper con las últimas vacilaciones.