Juventud
28/6/2017
A 10 años de la lucha del “Pelle”
Lecciones de la gran toma que obligó a renunciar al rector privatista del colegio Carlos Pellegrini, Juan Carlos Viegas.
Asambleas estudiantiles masivas, marchas con docentes y no docentes, dormir en el colegio, cordones humanos de madres y padres, un mes de toma, un rector renunciado por la lucha. De todo eso se trató la pelea que dimos por la democratización del Pellegrini, que este año cumplió su décimo aniversario.
En el 2007, el Pellegrini (“Pelle”, para los amigos) se encontraba en un momento bisagra: finalizaba el mandato del rector Abraham Gak, economista y director del llamado Plan Fénix. El mismo Consejo Superior de la UBA que lo había colocado al frente del colegio en 1993, buscaba reemplazarlo por un contador, Juan Carlos Viegas, que había sido director del área de posgrados de la facultad de Ciencias Económicas –la meca de los negociados de la UBA.
La oposición que esta orientación privatista generó entre docentes y padres entroncó con la experiencia del movimiento estudiantil. El centro de estudiantes (CECaP), uno de los primeros recuperados de manos de Franja Morada, estaba conducido por la UJS y venía de protagonizar la lucha por la democratización de la UBA junto a la Fuba. Esta pelea había mantenido en vilo a la universidad durante el año 2006, cuando la federación estudiantil rechazó la candidatura a rector de Atilio Alterini, un ex funcionario de la dictadura militar. En nombre de la “democracia universitaria”, las autoridades –las mismas de hoy en día– apelaron a patotas de barrabravas contra los estudiantes y terminaron convocando a la Policía Federal, que reprimió a la Fuba por órdenes del entonces presidente Néstor Kirchner.
Fue en estas circunstancias que, un año después, la consigna de “ningún rector de este Consejo Superior” logró unificar al conjunto del colegio contra el Rectorado. Los miembros del Consejo Superior, que habían querido –sin lograrlo– poner a Alterini en la UBA, mandaban ahora a Viegas al Pellegrini. Y tampoco pudieron. La lucha común de estudiantes, docentes, no docentes, graduados y padres logró arrancarle al Rectorado reivindicaciones clave, como la titularización de los docentes interinos, el pase a planta de los no docentes contratados y la conformación de un órgano de cogobierno con la representación de todos los claustros. Tras un mes de ocupación, Viegas ingresó al colegio muy debilitado y a las pocas semanas debió renunciar.
La lucha del 2007 dejó lecciones profundas. Reveló el carácter reaccionario de la burocracia sindical de UTE-Ctera, cuyos delegados actuaron como fuerza de choque de Viegas al interior de la escuela (caso Mastrogiovanni). Al estilo Pedraza, la Celeste de Ctera intercedió frente al Rectorado para reducir la cantidad de docentes que pasaban a planta, ante el temor de perder el control político del claustro. Lo mismo vale para el gobierno kirchnerista de ese entonces, cuyo ministro de Educación, el eterno candidato Daniel Filmus, llamó a los padres a asumir una postura “madura” e intervenir para que sus hijos levantaran la toma –nada que envidiarle a “Edu” Feinmann.
La lucha del Pelle tuvo que enfrentar la dura oposición de las camarillas universitarias, la burocracia docente, el gobierno y los medios de comunicación. Así y todo el movimiento se abrió paso y su experiencia fue ejemplo e impulso para las luchas estudiantiles posteriores, incluso en el interior del país. El saldo en materia de conciencia y organización fue también importante: buena parte de esa camada nutrió las filas de la militancia de izquierda y es artífice, por caso, de los sucesivos triunfos en el claustro de graduados (2009, 2011, 2013 y 2015) tras décadas de dominio morado.
En los 10 años posteriores, el Rectorado buscó recomponer su autoridad en el colegio. Apeló a la extorsión presupuestaria y combinó la preservación de los hombres rancios de la burocracia con la cooptación de los elementos más oportunistas del movimiento. Lejos de cualquier progreso, los recurrentes estallidos de lucha del “Pelle” fueron dando cuenta de un fracaso, que se arrastra hasta el presente. La memoria histórica de la lucha no pudo ser borrada y alienta nuevos procesos de movilización.
La actual ofensiva sobre la educación pública, que el gobierno de Macri espera profundizar después de las elecciones, revaloriza la experiencia transitada. A 10 años, los planes privatistas acordados entre el gobierno y los rectores le dan a nuestra lucha nueva vigencia. El desarrollo de una dirección genuina, independiente, para la universidad es condición para defendernos del ajuste en curso.