Juventud

7/11/2013|1292

Por un congreso de la Fuba

Para impulsar la lucha por la democratización

La Fuba encara ahora una nueva etapa en la lucha por la democratización de la UBA -que apunta, en última instancia, a la democratización universitaria y de la educación en general. Las autoridades han vuelto a excluir de la agenda de la asamblea universitaria, convocada para el 5 de diciembre próximo, la discusión de una reforma de los estatutos que proceda a esa democratización y, todavía más, a debatir la convocatoria de una asamblea universitaria que sea electa por medio de un voto universal. ¿Qué pretendemos? Poner fin al régimen de gobierno universitario de una pequeña camarilla profesoral -menos del 1% de la población universitaria (2.900 profesores, frente a 30 mil docentes y 13 mil no docentes sin ciudadanía política, y 300 mil estudiantes con un derecho político minoritario).


Nuestra Federación Universitaria de Buenos Aires comenzó esta lucha en 2006, cuando Hallú logró su designación como rector bajo protección policial y en un ámbito ajeno a la universidad -en el recinto del Congreso de la Nación. En esa ocasión, para echar lastre, la camarilla profesoral se comprometió a reformar los estatutos, cosa que nunca cumplió. Hoy, el reclamo por la democratización vuelve a cobrar impulso, con asambleas, movilizaciones y tomas. La lucha, frente a casi una década de compromisos incumplidos, es inevitable. La vigencia del planteo de la Fuba quedó subrayada por el levantamiento popular en La Rioja, que derrocó al régimen de camarillas universitarias


¿Autonomía universitaria o aguantadero de una camarilla?


El régimen de gobierno que reserva para un claustro minoritario el gobierno de la universidad convierte a la autonomía universitaria en una ficción. La autonomía, cuando es ejercida por una minoría especial, tampoco especialmente calificada, es el taparrabos de un sistema oligárquico. La autonomía solamente es tal cuando involucra de un modo real, no formal, al conjunto de las personas que participan de la actividad universitaria.


La condición de profesor titular, académico graduado o científico con el debido diploma, no califica para ejercer la gestión de una universidad, como sí ocurre en lo que atañe a impartir la enseñanza correspondiente. Tan es así que ha surgido un posgrado para la licenciatura de la gestión universitaria, como una especialidad. Si esta calificación prosperara, podría ocurrir que esa gestión sea transferida en cualquier momento a un CEO, como ocurre con las sociedades anónimas, en especial si cotizan en Bolsa, algo que ya debe estar ocurriendo en las universidades privadas. Por ahora, el CEO es el rector que elige la asamblea de claustros dominada por el de los profesores titulares -una suerte de accionistas preferenciales, los cuales, como en las empresas, tienen derecho al voto múltiple.


El gobierno universitario no es, entonces, ‘meritocrático’, porque en esto nada tiene que ver el mérito ni las calificaciones académicas. El conocimiento y la investigación en biotecnología no acredita una capacidad de gobierno (Preguntar, si no, al Banco Mundial-Coneau). Lo que se imponen son las ‘conexiones’; de un lado, con las compañías capitalistas ligadas a ciertas áreas de investigación y servicios, donde los profesores cumplen un doble servicio; del otro, con los gobiernos de turno. En estas condiciones, lo que tenemos es un gobierno universitario ‘tercerizado’ por la mediación de una camarilla de profesores, tutelado por el Estado. La acreditación de títulos sigue las normas del Banco Mundial, y lo mismo ocurre con el establecimiento de aranceles. Sobran los ejemplos de ‘tercerización’ capitalista: desde las maestrías, que postulan “formar profesionales de alto nivel para el desempeño en roles gerenciales”, pasando por los convenios con la industria del software, hasta la cesión de estudiantes a bajo costo que usufructúan monopolios como Arcor.


La llamada “comunidad universitaria” no existe, es sólo un relato, y no solamente por las diferencias naturales y jerárquicas entre sus integrantes. El Consejo Superior no representa a ninguna ‘comunidad’, incluso cuando se ampara en el Consejo Interuniversitario Nacional, pues funciona como patronal del conjunto de los docentes, con los cuales entra en conflicto por las condiciones laborales y los salarios, en lugar de ejercer una representación colectiva de toda la docencia y de todo el alumnado al momento de discutir el Presupuesto con el Estado. Esto nos describe la ‘luchas de clases’ que atraviesa el gobierno ‘autónomo’ de la ‘comunidad` universitaria.


Política y despolitización


La naturaleza de un gobierno universitario público es política; debe reflejar por lo tanto las alternativas políticas en disputa, no ocultarse en el ‘mérito’ o el academicismo. La democratización de la universidad significa quitarle la máscara de la autonomía a la oligarquía, y la máscara del mérito a lo que es una cuestión política. El gobierno tripartito y la autonomía, que consagró la Reforma del ’18, fue una transacción entre corrientes diferenciadas o antagónicas del movimiento de la época, cuyo objetivo era liberar a la universidad del clericalismo e insertarla en la democracia burguesa; los más avanzados postularon la participación obrera. Ahora, la universidad no está sujeta al clericalismo (aunque esto es aún hoy, incluso, parcialmente falso), sino a los monopolios capitalistas y al Estado que los protege. La democratización es la punta de lanza de una transición que pondrá en la agenda la transformación del régimen social y político en su conjunto.


La Fuba tiene que clarificar la disputa en toda su extensión. Hacemos propia la tradición socialista del movimiento estudiantil, que en América Latina tuvo destacados dirigentes -Mella, Mariátegui-, quienes señalaron que la lucha por la transformación universitaria era inseparable de la revolución social.


Necesitamos convocar al congreso de la Fuba, ya concluidas las elecciones universitarias, para desarrollar a fondo este planteo y la lucha por la victoria de esta reivindicación enorme. Necesitamos una fuerte participación popular, como en La Rioja, la reforma del ’18 o cualquier proceso genuinamente transformador.


Proponemos que el congreso de la Fuba reclame la convocatoria de una asamblea que surja del voto democrático de todos los integrantes de la vida universitaria. La elección a la asamblea universitaria democrática y soberana determinará la representación política de cada tendencia con participación en la actividad y deliberaciones universitarias. Será una confrontación política sobre una base democrática.


De estrategias y alianzas


Las gestiones K que responden a “Carta Abierta” de Filo y Sociales se preparan para cumplir un rol aún más derechista que en 2006. Dicen estar contra “la derecha” que representa Barbieri, un K, pero -otra vez- dentro del ‘aguantadero’ de la asamblea anti-democrática de diciembre. Sería algo como propone Scioli: que él mismo, los Massa, los Insaurralde y otros, ‘diriman’ en una interna del PJ. Sociales acaba de ‘elegir’ decano en el rectorado rodeado de vallas y policía de Hallú y el gobierno. Apuesta a desgastar la candidatura de Barbieri y llegar a un compromiso.


Cuando los profesores “progresistas” nos enrostran “falta de estrategia y de política de alianzas”, se refieren a que no los apoyamos a ellos. Podríamos invertir la conclusión y reclamarles por qué no votan nuestro planteo de democratización. Que apoyen nuestra lucha. En Argentina, el rol de furgón de cola sufre de fatiga.


Demos el ejemplo


La lucha por la democratización ocupó un lugar central en las elecciones universitarias; las posiciones de unos prevalecieron sobre las de otros. Las que replican las posiciones en disputa dentro de la camarilla de decanos y profesores, fueron derrotadas. Estamos frente a una lucha estratégico-concreta que reclama un agrupamiento de fuerzas sobre una base principista. El congreso debe ser un ámbito de clarificación de posiciones y de delimitación política; a partir de aquí se podrán impulsar objetivos mínimos que tengan valor real -no a la asamblea reaccionaria, sí a la convocatoria de una asamblea universitaria sin división de claustros, y una campaña de conjunto hacia el pueblo-. La clarificación de posiciones y la delimitación política, deben ser el contenido explícito de la elección de la nueva dirección.


Conclusión


Sometemos estas propuestas a la deliberación de la Fuba y a todo el movimiento estudiantil. Por un congreso de la Federación en noviembre, para desarrollar la oposición a la asamblea reaccionaria y la lucha por la democratización universitaria y de la educación, y que elija una nueva dirección que refrende los resultados de las elecciones de la UBA. Por un congreso de debate para la lucha.