Opinión

12/4/2007|987

Homenaje

Entre los miles que luchan por sobrevivir está él.


Entre los miles que marchan está él.


La gente mira pasar a los maestros otra vez por las calles, otra vez, a paso firme recorriendo a pata y pulmón 200 kilómetros por las rutas para llegar a Neuquén, para ver si "esta vez lo conseguimos".


Escucha mientras marcha cansado, castigado por el sol, que el ministro le dice que quiere ganar mucho por cinco horas diarias. Entonces se recuerda con su compañera también docente, en las largas horas de trabajo en su casa, planificando, inventando algo nuevo para la clase, para juntar unos pesos porque la escuela no tiene materiales.


Escucha que le dice que tiene que vivir con 1.040 pesos cuando un alquiler cuesta 900.


Escucha que le dice que exigir un sueldo para sostener la canasta familiar para todos, es un atentado a la economía provincial y nacional, pero que el gobierno festeja el récord de superávit fiscal.


Y mientras marcha por la desolada ruta ve pasar a los camiones con combustible, mira los guanacos que chupan el petróleo, mira y hace cuentas.


Y se vuelve a convencer de que no está equivocado.


Y piensa en su escuela de la Cuenca 15, hundida en la miseria, y se debate pensando si no es un crimen tratar que a los alumnos les interese más estudiar química con el taller de cocina que había planificado, cuando sus alumnos no tienen para comer.


La marcha entra por el barrio más castigado de Cutral-Co y la gente sale de sus casas a recibir a los maestros con aplausos.


Esos rostros, esas voces que se acercan a vivar a los maestros lo alientan para seguir luchando.


Con los 15 mil que llegan a la capital cree que está más cerca de lograrlo.


Pero no pasa nada.


En la asamblea piensa que tiene que volver a la ruta, pero esta vez para quedarse. Entonces, inevitablemente vuelve a su memoria Teresa Rodríguez. Y vuelve a hacer cuentas.


Y se decide porque tiene razón, porque ya no cabe ni la resignación.


Todavía no había amanecido, se despidió de su familia y salió para juntarse con los compañeros. Cuando llega al punto de encuentro se entera que reprimieron en Salta y que Santa Cruz está militarizada.


Tan lejos y tan cerca.


Porque en camino a Arroyito los mensajes por celular vuelan avisando que hay policías por todas partes parando a los colectivos. Porque el hidrante y los cascarudos de la unidad especial están apostados esperándonos.


Entre los miles que luchan por sobrevivir, le quitaron la vida.


El gobierno mató a otro trabajador. Carlos Fuentealba, de 41 años, compañero de una docente, padre de 2 hijas, obrero de la construcción que contra viento y marea había logrado recibirse. Trabajaba como profesor de química y física en el CPEM 69, en uno de los barrios más empobrecidos de la ciudad, querido por sus compañeros y alumnos por su enorme entrega. Militante de Aten.


Los ladrones y asesinos no pueden gobernarnos más.


A los trabajadores las cuentas nos cierran perfectamente.


Hasta la victoria siempre, compañero.