LGBTI

8/11/2012|1247

En vísperas de la marcha del orgullo gay

Cada año se conmemora mundialmente el día del Orgullo LGBTI, recordando los sucesos de Stonewall de 1969. Allí, por primera vez, compañeros de la comunidad gay se negaron a ser discriminados por las fuerzas policiales, originando una represión que se llevó un muerto y 300 detenidos.


En Argentina esta marcha se realiza el segundo sábado de noviembre. Históricamente se trató de una jornada no sólo de conmemoración sino de lucha por los derechos de la comunidad LGBTI. Estas jornadas tienen un carácter festivo, son una intervención original y transgresora con la que el movimiento busca expresar sus reclamos. Pero la comisión organizadora, año tras año, ha abusado de este carácter, vaciando de contenido a la jornada. Todo reclamo queda diluido frente a una parafernalia sin sentido que opaca cualquier consigna de lucha, convirtiendo la histórica movilización en una gran disco al aire libre.


La falta de objetivos políticos claros se refleja en la marginalidad asignada a las organizaciones políticas en la columna, ubicadas atrás de todo, en favor de las empresas de eventos y discotecas gay, que han hecho de la marcha su espacio de promoción y negocio gracias a la indiferencia de los organizadores. Esta pasividad no es casual, ya que la comisión organizadora se encuentra dirigida actualmente por el kirchnerismo y sus agrupaciones (La Cámpora Diversia, Movimiento Evita x la Igualdad, Putos Peronistas, entre otros).


Hace años que el movimiento LGBTI viene luchando por conseguir sus mínimos derechos, como han sido la ley de matrimonio igualitario o la ley de identidad de género sancionadas en los últimos dos años. El gobierno nacional ha intentado apropiarse de estas reivindicaciones históricas de la comunidad LGBTI, ocultando que esos derechos se han conseguido a través de la lucha de miles de compañeros/as a lo largo de todo el país durante años. Sería ridículo afirmar, como hacen muchos, que un gobierno que hace oídos sordos al reclamo de separación de la Iglesia y el Estado, que es cómplice de quienes regentean las redes de trata y niega el derecho al aborto legal, entre tantas otras cosas, pueda estar a la cabeza de los derechos del movimiento LGBTI.


Mientras el Estado continúa imponiendo la heterosexualidad obligatoria desde las bases de la crianza, como en jardines y escuelas, sigue habiendo asesinatos a causa de la homo/lesbo /trans-fobia en nuestro país, como es el caso de Natalia Gaitán. Esto, sin contar que en las estadísticas no entra la numerosa cantidad de suicidios a causa de la discriminación sufrida.


La exclusión de las compañeras travestis está más vigente que nunca, sobre todo cuando en la práctica, y más allá de lo que diga la ley de identidad de género, éstas siguen sin poder acceder a derechos básicos como la salud pública y un trabajo digno. Este último punto no está contemplado en la nueva ley, con lo cual las personas trans siguen sometidas a la prostitución y sus penosas consecuencias. Con respecto al acceso a los tratamientos hormonales y a las cirugías de cambio se sexo, aunque aparecen contempladas en la nueva ley, y por el ahogo presupuestario a la salud pública, no existe el financiamiento necesario para que realmente se cumplan.


La consigna principal con la que la comisión organizadora llama a la marcha este año, “Educación en la diversidad para crecer en igualdad”, es una frase vacía. Plantear medidas educativas en un contexto de crisis y ajuste en la educación pública sin mencionar al gobierno nacional, que no ha hecho nada por aplicar, por ejemplo, la Ley de Educación Sexual en las escuelas, redunda en una lavada de cara al mismo. Es necesario que debatamos un plan de lucha que lleve a la conquista de nuestras reivindicaciones como movimiento LGBTI, lo que exige una orientación independiente del gobierno nacional y de sus opositores patronales, igualmente capitalistas y proclericales. No podremos conseguir la realización plena de nuestros derechos sin luchar contra el estado capitalista, patriarcal y heteronormativo que nos oprime, de la mano de los trabajadores, del movimiento de mujeres y de la izquierda independiente que lucha y se organiza.