LGBTI
30/11/2020
FÚTBOL FEMENINO
Mara Gómez: la primera futbolista trans en competir en Primera División
Un golazo a favor de los derechos travesti trans.
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Agrupación LGBTI 1969
A principios del 2020, el club de fútbol Villa San Carlos de un barrio obrero de Berisso inició las gestiones para incluir a la delantera trans Mara Gómez en su plantel de cara a la segunda parte del torneo profesional. Luego de una árdua lucha contra la AFA por parte de su club, sus compañeres de equipo y la propia Mara Gómez, el pasado fin de semana la delantera debutó frente a Racing Club, siendo la primera jugadora trans en Primera División, mientras que el Club Villa San Carlos pasó a ser el primer equipo de máxima categoría que suma a una futbolista trans a su plantel.
El caso de Mara, como tantos otros, refleja la exclusión de la población LGBT+ en el deporte y el atraso en uno de los ámbitos más hostiles, así como también la falta de implementación de la ley de Identidad de Género en todos los espacios.
Al fútbol en particular se lo concibe desde sus inicios como una actividad hecha por hombres y para consumo de los mismos, y es por este motivo que al día de hoy se da más relevancia a la categoría masculina desde el periodismo y el financiamiento empresarial que al fútbol femenino, a pesar de que en algunos países este último lleva ya muchos años de desarrollo como la selección femenina de Estados Unidos, cuyas jugadoras continúan reclamando por el salario igualado al fútbol masculino de su país, a pesar de contar con más victorias que la selección masculina y de ser considerada una de las mejores selecciones de fútbol femenino a nivel mundial. Al calor de la lucha del movimiento de mujeres y del movimiento LGBT+ se dio un enorme impulso a una organización sin precedentes del fútbol femenino y de diversidades sexuales y de género por sus reclamos.
Cuando se difundió que su club intentaba gestionar su fichaje en la AFA, la noticia generó mucho repudio y acciones transodiantes en las redes sociales producto del odio que promueven y reproducen las Iglesias y el Estado junto a los roles de género y la familia monogámica heterosexual. También se viene generando cierto repudio internacional ante esta “polémica” de las mujeres trans en el deporte por parte de diferentes organizaciones aliadas a los posicionamientos TERF, quienes dicen defender los derechos de todas las mujeres pero han manifestado más de una vez que las mujeres trans no son mujeres y que éstas no pueden estar en equipos femeninos, con diversos discursos patologizantes hacia las identidades trans y travestis.
Entre otras referentes, no se queda atrás la reconocida ex tenista Martina Navratilova, quien junto a otras 300 firmantes firmaron una carta transodiante que pide la exclusión de las mujeres travesti trans del deporte femenino, a pesar que en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016 el Comité Olímpico Internacional cambió sus políticas determinando que ya no es necesario que les deportistas transgénero atraviesen una operación para competir. Sin embargo, mantuvieron sus políticas de exclusión basadas en criterios biologicistas, exigiendo a las competidoras mujeres trans, travestis y transgénero, una medición de testosterona, como si en casos de mujeres cis dicha hormona no pudiese tener variaciones por encima de lo “normal”.
Lo que no mencionan en su discurso de “defensa a las mujeres” es que no solo se excluye a mujeres por ser trans, travestis y transgénero del deporte, sino que también a muchas mujeres cis por no coincidir con sus esquemas biologicistas y sus criterios estéticos hegemónicos de lo que es y lo que no es un cuerpo “femenino”. Hoy en día, son numerosas las denuncias de deportistas profesionales, muchas afrodescendientes, que han sido apartadas de competencias por “tener la masa muscular de un hombre”.
La exclusión que sufre la comunidad trans, travesti, transgénero y no binarie en el deporte es un factor más de discriminación de un sector plenamente excluido por la sociedad y vulnerado por el Estado. La exclusión en el deporte de las personas trans, travestis y transgénero parte de la división tajante de los deportes en categorías basadas en la normativa cis-binaria (masculino/femenino) que no contemplan otras identidades. Esa misma ideología odiante ya mencionada anteriormente, que las Iglesias y el Estado promueven hacia el colectivo LGBT+ para sostener los roles de género y la familia heterosexual, también se expresa de manera constante en el deporte, especialmente en el institucionalizado. Sin embargo, sólo se considera motivo de exclusión por parte de las instituciones deportivas cuando se trata de mujeres, ya que cuando se trata de varones, se celebra esa diferencia que hace al jugador “mejor y especial”.
Estos hechos transodiantes, se refuerzan impunemente por la ausencia de una implementación de la Ley de Identidad de Género en los ámbitos deportivos y la falta de una ESI laica y científica que contemple a las diversidades sexuales y de género. A pesar de que la Ley obliga a las instituciones a respetar la identidad de género autopercibida, lo cual significa que las mujeres trans, travestis y transgénero deben ser reconocidas como mujeres en todos los espacios, esta se incumple y las instituciones son las primeras en hacerlo, excluyendo de todo tipo de competición a la población travesti trans.
La aplicación de esta normativa binaria que excluye y estigmatiza al colectivo LGBT+ inicia en la infancia a través de las instituciones educativas cuando nos separan en las clases de educación física por géneros binarios. A pesar de que muches estudiantes de Educación Física continúan luchando por cátedras mixtas y en algunos clubes existen espacios recreativos mixtos, cuando se llega a una edad acorde para competir, se dividen en dos grupos sin contemplar todas las identidades. Incluso en el fútbol, el género determina la edad a la cual pueden iniciarse en la competición en torneos: 6 años los varones y 10 años las mujeres.
Esto conlleva al prejuicio generalizado en la sociedad sobre personas trans, travesti, transgénero y no binaries en el deporte, que nace de haber sido criado “varón” para luego integrar como mujer trans equipos femeninos, algo que incluso algunas personas están convencidas de que sería por mera conveniencia y ventaja. De esto se deriva el razonamiento de que incluyendo a las personas trans y no binaries se va a desbalancear el ámbito deportivo, lo cual no tiene refutación cuando vemos diariamente equipos masculinos con diferentes capacidades físicas.
Para Mara, como ya ha declarado en diversas oportunidades, el fútbol fue la salvación de su vida ante tanta exclusión, ya que estaba expuesta a terminar en las peores condiciones de vida a las que el Estado somete a diario a este sector de la población que tiene una expectativa de vida de 35 años, producto de los suicidios, la miseria social y los crímenes de odio.
Desde la Agrupación LGBTI+ 1969 celebramos la noticia como un derecho conquistado y un gran paso para defender la inclusión en el deporte de personas trans, travestis, transgénero y no binaries. Rechazamos los discursos transodiantes y los bloqueos a las personas trans por parte de la AFA a competir, ya que todes deben ser contemplades con su identidad autopercibida en todos los espacios, así como lo indica la Ley de Identidad de Género, para tener la posibilidad de desarrollarse profesionalmente sin obstáculos, de participar de un equipo y de competir libremente.
Si realmente queremos una inclusión real de la población travesti trans en todos los ámbitos de la vida en sociedad, el deporte debe ser uno de ellos junto con la fundamental inclusión laboral y educativa. De esta manera, hacemos del fútbol un factor positivo en la vida de todas las personas que lo realizan disfrutándolo como una actividad colectiva, combatiendo la violencia y discriminación que promueven las instituciones deportivas con la bajada de línea del Estado y las iglesias en este régimen social capitalista.
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