Libertades democráticas
26/3/2020
24 de marzo 1976-2020: no hubo errores, no hubo excesos, no hubo inconductas
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Mar Del Tuyú
El 24 de marzo de 1976, en la Argentina, no se producía un golpe de Estado más, más bien ese día marcó el comienzo de una refundación de nuestro país y de nuestra sociedad. Cinco golpes militares anteriores y la situación instalada desde 1973 allanaron el camino que se consolidó en 1976 con la instalación del denominado “proceso de reorganización y moralización nacional”, es decir, “El Proceso” y quiero aquí detenerme un poco en la definición de la palabra proceso, la cual es definida como: conjunto de operaciones a que se somete una cosa con la intención de elaborarla o transformarla.
He aquí la razón fundamental de la última dictadura cívico/militar/eclesiástica. La construcción de una nueva sociedad argentina al servicio del capital extranjero, una sociedad basada en la especulación, el consumismo, la desigualdad, la corrupción y el negociado. Es decir, una sociedad en la cual el hambre sea una tortura permanente, para millones de compatriotas y la miseria un centro de detención para otros tantos.
Las peores violaciones y aberraciones efectuadas a los DD.HH. solo adquieren sentido cuando se las analiza a la luz de las razones que le dan su fundamento; la construcción de un nuevo tejido social, con otros valores y otros fundamentos garantes de una profunda desigualdad. Este nuevo plan, parido desde el centro de poder hegemónico capitalista, transformó al dólar en el nuevo Dios y a los organismos de crédito internacionales en sus profetas. El nuevo orden hizo del trabajo un bien escaso y de los salarios dignos un recuerdo, las jubilaciones devinieron en un miserable subsidio a la vejez y la salud y la educación, en mercancías devaluadas.
La guerra contra el “terrorismo”, librada a partir de 1974, según lo explicaba el dictador Videla, no era solo contra los que ponían bombas, sino también contra quienes activaban con ideas contrarias a nuestra civilización occidental y cristiana. Vale decir, una guerra contra toda forma de pensamiento opuesta a la dictadura del capital; escritores, pensadores, músicos, artistas, militantes revolucionarios, sindicalistas no burocráticos, educadores, trabajadores, científicos, etc. Eran enemigos que había que eliminar y reemplazar por el “no te metas” o por el “si vos no estás en nada, nada te va a pasar”. El resultado: fábricas cerradas, obreros desocupados, el terror como moneda corriente, un país cada día más endeudado y una pléyade de bancos y banqueros que se volvieron millonarios gracias a la política de la “plata dulce”.
Luego de 7 años y medio y una guerra perdida, la faz militar del proceso, se dio por terminada, después de, al decir, de Rodolfo Walsh, haber subido los precios a punta de bayoneta y reducido los salarios a culatazos, con el fin último de planificar la miseria. En 1983, se llegó al sistema electoral, cuya función principal fue la de administrar la herencia y garantizar la continuidad económica de aquella sociedad construida durante “los años de plomo” y que hasta el día de hoy se mantiene en sus cimientos fundacionales: endeudamiento impagable, desocupación y trabajo en negro, precarización, desigualdad, pobreza e indigencia, decadencia de la salud, la ciencia y la educación, más una acuciante degradación ambiental alimentada por las políticas extractivistas (minería a cielo abierto y fracking) y los monocultivos de semillas extranjeras.
Cuando la gestión Fernández/ Fernández llegue a su término, el 10 de diciembre de 2023, se cumplirán 40 años de continuidad electoral, sin que todo, lo anteriormente descripto, parezca sufrir grandes transformaciones de fondo. No hace mucho tiempo, desde la presidencia de la Nación y hablando sobre el proceso militar, hicieron referencia al término “inconducta” de algunos, solo puedo decir, que hablar de la última dictadura militar, que nos dejó como herencia la dictadura del capital, como una lamentable “inconducta de algunos” es estar de acuerdo con el fondo y solo criticar parcialmente las formas del proceder dictatorial.
Los constantes “apoyos” de los diversos presidentes de los EE.UU. y/o de las autoridades de los organismos de créditos internacionales a nuestros mandatarios locales, me recuerdan mucho a la carta de David Rockefeller a Martínez de Hoz en la cual lo felicitaba por el control del terrorismo y el fortalecimiento de la economía.
Triste burla del destino que, en estos tiempos, del Covid-19, en la República Argentina, nos encuentra a una gran parte del pueblo en cuarentena, a las FF.SS. y FF.AA. en las calles y a los ajustadores de ayer y hoy, eternos multiplicadores de todo tipo de miserias e injusticias, dándonos clases de cómo cuidarnos la salud.
Un trovador popular nos cantaba, alguna vez: “Hay que dar vuelta el tiempo como la taba, el que no cambia todo, no cambia nada”. Solamente un gobierno de los trabajadores será capaz de dar la respuesta correcta, no solo a la epidemia de coronavirus, sino de uno mucho peor, la barbarie capitalista.