24 de marzo bajo la pandemia

No hay vuelta de página, ni punto final, ni reconciliación. 

El 24 de Marzo como jornada de lucha no ha perdido su vigencia a pesar de la pandemia por el coronavirus y las medidas de aislamiento tomadas que impiden que, como todos los años, cientos de miles de personas, fundamentalmente jóvenes, llenen las calles y plazas del país en un reclamo actualizado contra la impunidad respecto de los crímenes de la dictadura y también contra la impunidad en democracia.  


Este 24 de marzo agrega la posición frente a la política del gobierno, asumido el 10 de diciembre, en relación al papel de las fuerzas armadas, a su política en general respecto a las libertades democráticas y a los derechos de organización de las masas en el marco de la crisis capitalista (que el coronavirus aceleró) con su repercusión sobre las masas, su brutal deterioro de las condiciones de vida, de la pérdida de derechos conseguidos con históricas luchas y del empeño de los gobiernos en trasladar los costos de la crisis sobre los trabajadores.  


Alberto Fernández dio muestras de cuál es su orientación cuando, en ocasión de despedir a los militares argentinos enviados a una “misión de paz” de la ONU, llamó a dar “vuelta la página”, en la relación del pueblo con las fuerzas armadas. Los argumentos utilizados para pedirle al pueblo argentino lo que le pidieron todos los gobiernos desde el 83 a esta parte (y fracasaron) no son consistentes, ni aceptables. 


Fernández dice que las fuerzas armadas están integradas y dirigidas por “hombres formados en democracia”, pero desde el 83 en adelante el Estado desenvolvió su papel represivo: las policías (federal o provinciales), la gendarmería y la prefectura siguen ejerciendo su rol represor contra los reclamos y luchas populares (que fue lo que la dictadura quiso terminar con sangre) y sigue produciendo nuevas y fatales víctimas: los asesinatos en los cortes de ruta de los '90 (Verón, Rodríguez, solo para nombrar algunos) o en el Puente Pueyrredón (Darío Santillán y Maximiliano Kosteki), Julio López, Carlos Fuentealba, Luciano Arruga, Mariano Ferreyra, Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, los desaparecidos y asesinados de La Tablada, las mujeres desaparecidas y asesinadas por las redes de trata, las víctimas del “gatillo fácil”, los torturados en las comisarías, etc. Todos ellos víctimas de las fuerzas de seguridad “democráticas”, incluidas las que se formaron en los últimos 30 años o de grupos tercerizados amparados por el propio Estado como es el caso de las patotas sindicales o los barrabravas al servicio de funcionarios políticos.  Así ha sido bajo todos los gobiernos posteriores a la dictadura. 


Punto final y reconciliación


Fernández ha ido más lejos y estableció la teoría de la “inconducta”. Llamó a una reconciliación porque no se puede juzgar a todos por la “inconducta de algunos”. De un plumazo Fernández transformó crímenes de lesa humanidad (porque fueron parte de un plan de exterminio orquestado desde el mismo Estado, que les costó la vida a decenas de miles de hombres, mujeres e incluso niños) nada menos que en “inconducta de algunos”. La calificación de genocidio de la política criminal de la dictadura fue el resultado de una lucha implacable de todo el pueblo argentino durante décadas, de su oposición sistemática a los puntos finales, a los indultos, a las cárceles domiciliarias, al “2×1” de la Corte. 


Los “algunos” a los que se refiere Fernández llegarían a 200.000, según los cálculos de los organismos de derechos humanos, que son los involucrados en la represión durante la dictadura. Sostener la “inconducta” implica una suerte de amnistía general.


El planteo de “reconciliación” con las fuerzas armadas, que vienen levantando los sucesivos gobiernos para recuperar el rol del ejército en la vida política nacional, incluido su rol represivo es imposible porque choca con las luchas y movilizaciones populares que se enfrentan a los intereses capitalistas de hacerle pagar a los trabajadores los costos de su propia crisis. 


En el medio del aislamiento obligatorio por la pandemia el gobierno ha movilizado a las fuerzas armadas supuestamente para que jueguen un papel “social”, de apoyo logístico. Sin embargo la entrada en escena es parte de la aplicación de un estado de sitio de hecho ante la evidencia de que la situación, sobre todo en las barriadas más populares, es insoportable por el aislamiento y “pueden empezar a aparecer focos de violencia vinculados a la falta de ingresos y el hambre en los sectores más desprotegidos”, adelanta Clarín (22/3) en un nota que da cuenta de la “salida a la calle de las FF.AA.”. 


La política exterior


Alberto Fernández dedicó los primeros meses de su gobierno a buscar respaldo para la renegociación de la deuda. Para ello no vaciló en seguir los planteos de Trump y el imperialismo. Se quedó en el grupo de Lima donde se conspira contra Venezuela, sostuvo la calificación de Hezbollah como organización terrorista algo que había decidido Macri por presión del gobierno de yanqui. Gracias a ello recibió elogios de Mike Pompeo (el secretario de estado de EE.UU.) en la III Conferencia contra el Terrorismo que este dirige. Visitó al genocida Netanyahu con el que se abrazó y al cual elogió justo cuando se ponía en marcha una nueva ofensiva contra el pueblo palestino. Luego se reunió con Macron mientras este reprimía la extraordinaria lucha del pueblo francés contra el ataque a su régimen jubilatorio.  


Esta política exterior se coloca en el campo del imperialismo y la necesidad de poner fin a las rebeliones populares que invadieron América latina (Chile, Ecuador, Haití, Colombia) en la última mitad del año pasado y que penden como espada de Damocles sobre la cabeza de las burguesías nacionales y del imperialismo. 


Las alianzas que Fernández busca para la renegociación de la deuda, que califica como su objetivo central, revelan de qué manera va a abordar las luchas que el pueblo argentino encare contra los costos del salvataje de los acreedores y usureros. 


No hay vuelta de página. Fuera el FMI. No al pago de la deuda


Fernández se disculpó si sus declaraciones frente a las tropas que viajaban a la “misión de paz” le habían provocado dolor a alguien, pero no se desdijo de ellas. Por eso la consigna central del Encuentro Memoria Verdad y Justicia para este 24 es “no damos vuelta la página”. La “vuelta de página” es inaceptable para el pueblo argentino porque implicaría un reforzamiento del aparato represivo del cual es la principal víctima. Esa represión se les hace necesaria para poder enfrentar la reacción popular frente a los ajustes que golpean sobre las familias obreras como resultado del sometimiento al FMI, fundamentalmente. Ya, durante este gobierno, van cuatro represiones en Chaco, una en Mendoza, una en Chubut y otras medidas de disciplinamiento, la más grave, el despido de los docentes huelguistas en Santa Cruz por ir al paro el primer día de clases. La represión a los trabajadores está en el ADN del régimen político que responde a los capitalistas. 


Por ello, como lo resolvió el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia junto al reclamo de cárcel a los genocidas levantamos el reclamo de ruptura con el FMI y el no pago de la deuda externa. Son consignas indisolubles con el reclamo de justicia por los 30 mil compañeros detenidos desaparecidos, por la restitución de la identidad de les jóvenes apropiades, por la apertura de todos los archivos de la dictadura, por la libertad a los presos políticos, contra la persecución y la cárcel por luchar.