A seis años de la detención de Milagro Sala, continúa el silencio K

El pasado domingo 16 de enero se cumplieron seis años de la detención de Milagro Sala. La dirigente de la Tupac Amaru fue apresada en 2016, en Jujuy, en una clara operación política del gobierno provincial de Gerardo Morales en entrelazamiento con el aparato judicial. Todo el proceso estuvo lleno de irregularidades, por lo que el kirchnerismo hizo bandera en aquellos tiempos, cuando todavía gobernaba a nivel nacional Mauricio Macri, por su liberación. Pero de los años en que los dirigentes K acusaban persecución política no quedó nada: hoy son todos funcionarios de un gobierno que hace un silencio estruendoso sobre la cuestión y nada hizo por sacar a Milagro Sala de la cárcel, que hace poco recibió incluso un reforzamiento de su condena.

Como sucedió con la mayor parte de las causas que fingió abrazar el kirchnerismo desde la oposición, una vez asumidos como gobierno se pararon en la vereda contraria. Tal fue el caso, solo por citar un ejemplo, del reclamo por justicia para Santiago Maldonado: ahora que están en la Rosada nada hicieron para esclarecer los hechos en un proceso judicial completamente amañado, la causa sigue empantanada y, “mientras tanto”, gobiernan con figuras como Berni tapando bajo la alfombra los cientos de casos de pibes asesinados por el aparato policial de la brutalidad y el gatillo fácil.

Es importante clarificar la razón de ser de la cárcel a Milagro Sala. En los años posteriores de la rebelión popular del 2001, que encontró a Gerardo Morales como el recientemente salido secretario de Desarrollo Social y luego senador del gobierno de La Alianza, la clase capitalista tuvo que encarar un proceso de reconstrucción que capitalizó políticamente el gobierno de los Kirchner. En él, la contención social jugó un papel clave para intentar cauterizar el proceso abierto en el Argentinazo, y la Tupac Amaru en Jujuy fue una pieza fundamental. Financiada por el propio Estado, esta organización intervino entre los desocupados jujeños para evitar cualquier atisbo de intervención independiente en la crisis, y montar un régimen de cooperativas de trabajo precario bajo la tutela estatal. Todos aquellos que no aceptaron esta “tregua” fueron incluso perseguidos y reprimidos directamente por la organización.

Ahora bien, agotada la experiencia kirchnerista, y con el advenimiento del macrismo, Gerardo Morales, actual presidente de la UCR, asumió la gobernación de Jujuy encarcelando a Milagro Sala y abduciendo a todo su aparato punteril. Fue parte de un claro mensaje de disciplinamiento que hacía al sentido de su gobierno: ya no se trataba de tener “a raya” las organizaciones de desocupados controlándolas desde el Estado, se trataba directamente de limpiarlas del mapa. Con el encarcelamiento de Sala, Morales se vendió como el que “venía a solucionar la violencia en la provincia”, existiendo efectivamente entre la población un repudio a los métodos punteriles y patoteros de la Tupac Amaru. La lucha por su libertad expresa una importancia crucial en la defensa de las libertades democráticas, pero prácticamente nadie apoya a esta altura a su accionar político en sí mismo.

En esencia, la cuestión de Milagro Sala sigue expresando los resquebrajamientos de la coalición oficialista, de modo que la centroizquierda y los sectores minoritarios del Frente de Todos son los únicos que participan de alguna que otra acción por su libertad; mientras que de Alberto a Massa, e incluso a Cristina y Máximo, lo que predomina es el silencio hermético.

Además, el gobierno necesita ratificar estos fallos condenatorios, nuevamente, como una vía de disciplinamiento social. Es un llamado a no organizarse y no salir a luchar, justo cuando el ajuste acucia y las penurias para los trabajadores también.