Crónica de la segunda visita al Chino en Marcos Paz

Al igual que el sábado anterior, el Chino llama a Celia minutos antes de entrar a Marcos Paz, a eso de las 8.30, y esta vez le indica que por favor no se olvide de darme su cotización de enero (el aporte mensual que hacen los militantes al partido). Recibo la plata con más ganas de abrazarlo ni bien lo vea.


 


“Si no vienen con galletitas no pasan. Y todo menos Don Satur, no paramos de comer eso acá”, ya me había dicho el Chino un día antes por teléfono. Nos pusimos en campaña con Marcelo y compramos varios paquetes (en el interín Ramal confiesa ser fanático de las Lincoln y que no puede escribir los editoriales de la Prensa Obrera sin un par de paquetes a mano).


 


En el trayecto hacia el módulo 3 donde está el Chino, el padre de un preso le dice a Ramal que lo había visto el día anterior en la televisión, hablando de los tarifazos. Y charlamos las 5 cuadras de descampado, a pleno sol, que separan la entrada del penal del módulo. “¿Qué le lleva?”, le pregunta Ramal. “Este es un DVD, pueden ver DVD´s, le llevo Escape a la victoria (película de Stallone, en la que también actúa Oscar Ardiles, que trata de un grupo de presidiarios que juegan al fútbol y organizan una fuga)”. “¿Y te parece llevarle eso?” “¡Mirá… vos le llevás uno de Trotsky! No sé quién está peor…”, dice el señor mientras me pispea los libros que llevamos en la mano para el Chino, en efecto, la famosa biografía de Trotsky de Jean Jacques Marie. Ramal se ríe fuerte y más tarde me dice: “Ya tenés algo para contar en la crónica”.


 


Con el puño en alto


 


Esperamos al Chino en una mesa del patio, como nos había indicado, y después de unos minutos aparece otra vez con el puño en alto, y se acerca con su típico paso eléctrico. Y toda la ansiedad, la angustia y la incertidumbre previa desaparece en el fuerte abrazo que le damos.


 


Abrimos los paquetes de galletitas, me pide que vaya a cargar el termo con agua caliente y nos servimos té y café. Le cuento que no pudimos dar con nuestro objetivo: las Lincoln, y también sobre la manía de Marcelo, y se sonríe. Nos pide que la próxima le traigamos algunas cosas, elementos cotidianos y comida; es muy específico en el pedido: fideos, salsa de tomate y milanesas, muchas milanesas, y pollo al spiedo feteado.


 


“Antes de las novedades políticas, quiero saber cómo está el compañero Dimas”. Le contamos que está muy bien en Ezeiza y que ya lo puede visitar la familia, y nos pregunta si hay modo de comunicarse con él, le decimos que tenemos que averiguar.


 


Al igual que la vez pasada, Ramal le informa las novedades judiciales y el desarrollo de la campaña. Muestra particular interés en la marcha del jueves 11/01, convocada por el Encuentro Memoria Verdad y Justicia, le contamos que fueron 20 mil personas, que fue un éxito la recaudación del fondo de solidaridad, que se leyó parte de su carta dirigida a la movilización. Y que los pines con su cara fueron un éxito. “¿Te imaginabas vos Colo mi jeta en un pin?”.


 


Semanas decisivas


 


Le decimos que las próximas dos semanas son cruciales, porque el 25 de enero vence el plazo del juez Torres para iniciar el procesamiento y levantar o no la prisión preventiva, independientemente del desarrollo del juicio, y que en este sentido todos los cañones tienen que apuntar a una fuerte campaña de movilización y de reclamo sobre la justicia. Y nos confiesa que en efecto él está bien, íntegro y convencido de su lucha en tanto preso político, pero que internamente está dividido, que tiene una contradicción: entre la idea de comenzar a adaptarse y prepararse para una lucha larga, y el impulso de pensar en positivo por la posibilidad real de una pronta liberación. Le damos la plena seguridad de que en cualquiera de los dos casos no está solo, que hay un partido y un creciente movimiento que lo apoya y está luchando denodadamente por su libertad, la de Dimas Ponce y los presos del 14 de diciembre.


 


Más relajado, nos contó detalles del penal, que juegan al fútbol muy seguido, que no hay laterales, corners, ni se cobra falta. Me preguntó si me iba a algún lado de vacaciones, le dije que al Norte argentino unas semanas y me pidió una foto de #LibertadAPonceYArakaki al lado de una llama… Le mandé algunos saludos especiales a pedido (todo el mundo de alguna u otra manera lo conoce al Chino), compañeros que estuvieron con él en la lucha de AGR, compañeros del local de Caballito que lo extrañan (se sintió particularmente su ausencia en la afichada previa a la movilización del jueves, es de los mejores afichadores). Le garantizamos que van a empezar a llegar las cartas que todo el mundo le escribe. Me pregunta cómo avanza la campaña en el subte, su frente de militancia y detalles del local, como la inminente mudanza y cómo están funcionando los círculos, nuestros equipos de trabajo. Nos dice que quiere ir al Campamento del UJS en Villa Gessell (al que fue también en el 2017). También le contamos sobre el pronunciamiento de la Federación Internacional de Actores. “Llegaste a Hollywood, Chinito”, lo jodo.


 


Un revolucionario


 


Unos minutos antes de las 11.30, horario de finalización de la visita, el Chino ya comienza a ordenar y limpiar, le damos una mano. Nos hemos comido gran parte de las galletitas. Le adelantamos qué compañeros van a visitarlo la próxima, que se quede tranquilo que le vamos a llevar todo lo que pidió, que las cartas le llegan o le llegan. Y antes de despedirnos Ramal le hace hincapié en que lea los dos libros que le llevamos, que ambos son apasionantes, la biografía de Trotsky y el otro, de Vargas Llosa, La fiesta del Chivo.


Y nos sorprende a ambos: “La de Trotsky lo leí hace dos meses, pero la voy a repasar…”


 


Nos vamos en silencio por el descampado, junto a las otras visitas, esta vez no viene la combi de vuelta. Amenaza una tormenta a la procesión amarga, incómoda, que carga las bolsas con cosas para los presos, ahora vacías, una especie de ritual colectivo que se divide entre una angustia oscura y el anhelo de libertad.


 


“Quedáte tranquilo, César es un revolucionario”, me dice Ramal y me palmea la espalda.