Libertades democráticas
8/11/2020
Falleció Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA
Lucha y resistencia en el campo de exterminio.
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Querellante de causa ESMA. APeL
Víctor Basterra (a la derecha del grupo, con campera marrón), con otros sobrevivientes de la ESMA, en la inspección de la Isla El Silencio.
Falleció Víctor Basterra. La salud le jugó una mala pasada y logró lo que no pudieron los genocidas, arrebatarle la vida.
Basterra cursó una vida de luchas y resistencias, desde muy joven comenzó su vida militante y se integró al Peronismo de Base, por ello, en agosto de 1979 reventaron su casa de La Plata y fue secuestrado junto a Laura, su compañera y Eva, su hijita. Su cautiverio fue eterno: duró más de 4 años, estuvo sometido en capucha, fue torturado estando al borde de la muerte cuando la picana asesina le produjo dos infartos. Por ser un obrero gráfico, los genocidas lo sometieron a un trabajo esclavo que consistía en falsificar documentación para los genocidas y sus cómplices. Esta documentación era utilizada para cometer delitos o adulterar identidades de los milicos que cazaban a los militantes durante la última dictadura.
La resistencia de Víctor fue digna de respeto y admiración, y colaboró fuertemente en la lucha contra la impunidad. Sometido a la esclavitud, urdió un plan magistral y comenzó a realizar copias de fotografías de compañeras, compañeros y genocidas que los fue ocultando y luego, sacándolas de la ESMA. Ponía en riesgo su vida cada vez que le permitían ir de visita a su casa llevando las fotografías y escondiéndolas en su casa. Víctor sabía la importancia de ese material porque nunca olvidó, nunca perdonó y nunca se reconcilió con los genocidas que desaparecieron a 30000 militantes.
Si bien Víctor fue liberado el 3 de diciembre de 1983 siguió siendo vigilado por los milicos en democracia, pero nada detuvo su lucha y presentó la prueba ante la Conadep y ante los tribunales, y declaró durante más de 5 horas en el Juicio a las Juntas. Pero Víctor, determinado en la lucha contra la impunidad siguió presentándose una y otra vez a declarar en los juicios de la ESMA, relatando minuciosamente las condiciones en las que se encontraban en el centro clandestino, rememorando a compañeras y compañeros detenidos desaparecidos y también reconociendo a los genocidas, ahora sentados en el banquillo de los acusados.
Víctor resistió estoicamente los embates y agresiones que padecía por parte de los abogados defensores de los milicos, pero tampoco así cegó su lucha. Víctor recordó en su testimonio en ese megajuicio ESMA que uno de los represores, al liberarlo en el ’83, le dijo “no te hagas el pelotudo porque los gobiernos pasan, pero la comunidad informativa queda, siempre queda”. Y aún así, siguió luchando.
En 2013, junto con su hermano de la vida, Carlos Lordkipanidse y otres compañeres, entre ellos el entrañable Cachito Fukman, fueron en inspección ocular a la Isla El Silencio en Tigre. Una isla de la curia que fue utilizada durante 1978 por los genocidas para trasladas a los cautivos de la ESMA. Allí junto a otros compañeros que venían de “capucha” estuvieron secuestrados en una precaria construcción montada debajo de los pilotes típicos de las casas isleñas. Solo un nylon cubría la humedad de la tierra de la isla, debían beber agua directamente del río lo que obviamente, los enfermó. Víctor, con su figura bonachona, se esforzaba para no quebrarse y poder relatar lo que había pasado. Con el optimismo que lo caracterizaba, sin embargo, pudo destacar que la comida la preparaba Betty, una compañera también cautiva.
Víctor fue un baluarte, un pilar infranqueable y un constructor de memoria, verdad y justicia. Lo hizo en el campo de exterminio, lo hizo en libertad, lo hizo en los juicios y en la radio, con su programa Oral y Público para no permitir que la impunidad gane una vez más. Víctor es el reflejo de la juventud que luchó por cambiar el sistema.
Víctor, compañero, invaluable. No nos alcanzó el tiempo para agradecer todo lo que te debemos.
Hasta la victoria siempre.
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