Final de regresión política para Hebe de Bonafini

¿Se acabó la lucha contra la represión?

Hebe de Bonafini, que supo liderar las grandes luchas de Madres de Plaza de Mayo contra la represión dictatorial, hace tiempo que había dado por terminada su función. Pero ahora, al finalizar la 31° Marcha de la Resistencia, el sábado 30/11, dio un paso final: anunció que era la última. Porque ahora “el enemigo ya no estará en la Casa Rosada”, dijo.


Para Hebe se viene la época del amor. Esa fue la consigna central de esta Marcha: “El amor pudo más que el odio”.


La primera Marcha de la Resistencia -24 horas ininterrumpidas en Plaza de Mayo- se inició en 1981 bajo la dictadura. Ya en ‘democracia’ las marchas continuaron. Una de sus consignas centrales fue: “Ahora resulta indispensable: aparición con vida y castigo a los culpables”.


Pero, en el 2006, con Néstor Kirchner en el gobierno, Hebe de Bonafini también resolvió levantarlas, considerando que el nuevo gobierno era garantía del castigo a los represores.


Madres de Plaza de Mayo no estuvo en la lucha por el juicio y castigo a los asesinos de Mariano Ferreyra y tantas luchas democráticas que se desarrollaron bajo el kirchneriato. Eran parte cooptada del aparato kirchnerista.


La vigencia práctica de la lucha se mantuvo en torno a las Madres Línea Fundadora, que estuvieron todos estos años al pie del cañón en cuanta lucha democrática, obrera y popular se desarrollara, junto a otras organizaciones de derechos humanos (Correpi, Apel, etc.).


Con Macri en el poder (2015) Hebe volvió a las Marchas de la Resistencia, pero como un aspecto de la campaña kirchnerista por el “volveremos”.


Ahora, con el ascenso presidencial de Alberto Fernández, ha decretado nuevamente el fin de las marchas de la Resistencia.


Tomando solo el aspecto de la cárcel a los genocidas: ¿esta lucha está cerrada después de 37años del fin de la dictadura? Evidentemente no. Todos los gobiernos buscaron ‘reconciliación’ con las Fuerzas Armadas represivas. Uno de los puntos culminantes fue el nombramiento por Cristina Kirchner de César Milani -señalado como partícipe directo en ‘desapariciones’ bajo la dictadura militar en La Rioja y Tucumán- como comandante en jefe del Ejército. La denuncia y presión popular llevó a su ‘renuncia’ y enjuiciamiento. Ahora, la justicia lo absolvió en las causas en que se lo investigaba por su participación en el secuestro y torturas sufridas por Pedro Olivera y su hijo Ramón en La Rioja y en la confección de un acta de deserción trucha que encubría la desaparición del conscripto Alberto Ledo en 1976, en Tucumán.


Hebe de Bonafini salió en defensa de Milani y su libertad. En su discurso en Plaza de Mayo declaró: “Acá parece que si nombrás a Milani te aplauden poco, ‘uy, nombró a Milani’. Compañeros, por favor, no seamos tan forros y aplaudan de verdad porque fueron absueltos”.


Un verdadero esfuerzo por doblegar las voluntades de luchar contra la impunidad represiva.


¿Y el histórico “…castigo a los culpables”?


Para Hebe está perimido. En el mismo discurso declaró: “Hace 4 años las Madres dijimos que no vamos a gastar 5 minutos de nuestro tiempo en hablar de los juicios que ya están perimidos. Entre un milico preso y un niño que coma quiero un niño que coma”.


Desde ya que no es incompatible una lucha con la otra. Mientras haya genocidas libres y se mantenga la impunidad de los represores, habrá niños que no coman. ¿O el hambre infantil -y la desocupación de sus padres- no se mantuvo bajo Cristina K. y subió, más todavía, bajo Macri?


Para la señora de Bonafini los militares habrían cambiado su carácter represivo producto de la educación: “Néstor, Cristina, Garré y Rossi se rompieron el alma para cambiar los planes de estudio. No todos los militares son iguales, los necesitamos de nuestro lado porque si no nos va a pasar como en Chile o en Bolivia que están rebeldes”.


Pero Evo Morales, se jactaba del espíritu bolivariano en que había moldeado a sus Fuerzas Armadas. Son las que le dieron el golpe bolsonarista. Después de destituido, Evo se lamenta: “Yo equipé a las Fuerzas Armadas. Cuando llegué a la presidencia en el 2006, tenían un solo helicóptero. Hoy tienen 24” (Página 12, 24/11). Son los helicópteros desde donde se gaseaba y ametrallaba los cortes de ruta y manifestaciones.


En el Estado burgués, que es el órgano de dominación de la clase capitalista sobre los trabajadores, las Fuerzas Armadas constituyen su núcleo esencial, el último recurso de los explotadores para mantener el ‘orden’ frente a los reclamos de los explotados. Para cambiar el carácter de las Fuerzas Armadas es necesario terminar con el sistema económico capitalista de explotación y crear un nuevo Estado, de los obreros, y nuevas Fuerzas que respondan a este cambio.


Todo ‘perfeccionamiento’ de las Fuerzas Armadas bajo el actual régimen social es apuntalar sus tendencias represivas. Agustín Rossi, el jefe de la bancada kirchnerista en la cámara de Diputados y señalado públicamente como próximo ministro de Defensa, hizo aprobar la primera ley de la bancada unificada del albertismo: un aumento estructural del presupuesto para equipar a las Fuerzas Armadas. ¡No asumieron todavía, no fue discutido el nuevo Presupuesto y la primera medida que se toma en el Congreso es aumentar los fondos para reequipar a las Fuerzas represivas! Fue apoyada por todas las bancadas, incluido, por supuesto las macristas, salvo por los diputados de la izquierda, del FIT. ¿Y por Hebe, que salió a reivindicar a Rossi?


Al cese de la resistencia contra la represión, Hebe le suma también el condimento de la resignación frente a la explotación. Así plantea que al aumento de la riqueza para los ricos hay que oponerles “el amor y las marchas de las sonrisas”. Un ‘espíritu cristiano’ de resignación: “Si no tenemos plata, vamos a un parque a ver árboles y flores”, dijo.


El pueblo trabajador necesita y quiere ¡PLATA!


Las banderas que Hebe abandonó son tomadas por la juventud obrera y estudiantil.


No al Pacto Social antiobrero que plantea congelar salarios y anular las paritarias. No a la desindexación de los haberes jubilatorios. Por una jubilación del 82% y un salario mínimo igual a la canasta familiar.