Intervención de Alexis Latendorf (Piquete Socialista)

Sr. Latendorf: Señora presidenta: a esta altura del debate, creo que es bueno opinar sobre la sesión. Antes de ello, haré como se hace en algunas películas: empezaré por el final, y cuando termine mi alocución, repetiré ese final.


Voy a abstenerme en la votación con respecto a la incorporación de la señora Elena Cruz. Lo digo sin vergüenza, porque toda mi vida he sido coherente con mi pensamiento. Voy a explicar por qué entiendo que esta posición se adecua a todo lo que he sostenido en mi vida política.


En primer término, de alguna manera me ha sorprendido gratamente la confesión del diputado Caram con respecto a la inactividad de dos meses de la Legislatura producto de la campaña electoral.


Creo que esa inactividad fue producto de la contienda electoral, pero no en el sentido que quiso darle el diputado Caram –de todas maneras es un sentido reprobable al que me voy a referir después–, sino sobre todo porque quería postergarse este debate vinculado con la presencia en la Legislatura de esta actriz y militante política de la derecha, señora Elena Cruz. Sin duda, esta señora es impresentable y de alguna manera iba a salpicar –a lo que más adelante me voy a referir– a aquellos que conformaron esa lista y que no podían desconocer ni su presencia ni sus antecedentes. La señora Cruz estaba inmediatamente después de mi compañero de banca, que se sienta mi derecha, el diputado Licastro –ahora circunstancialmente ausente–, en el puesto 22, e ingresó a este Parlamento hasta el número 20, el diputado Oliveri; luego lo seguía el diputado Licastro, posteriormente la señora Elena Cruz y luego otros. A esto voy a circunscribirme, y voy a hacer referencia a cada uno de los integrantes de esa lista.


Pero si hay una cosa que me preocupa respecto del tema Elena Cruz es el llamado delito de opinión. Y voy a hacer referencia al primer caso sonado y real, totalmente distinto al de Elena Cruz, de delito de opinión. Se acusó por delito de opinión a Enrique del Valle Iberlucea, quien –para conocimiento de quienes integran el socialismo en este momento en esta Legislatura– fue el primer senador socialista de América Latina. He leído hace muy pocos días una declaración, no sé si de Rivas o de algún otro, en el sentido de que hay un senador que sería el primer senador provincial que entraría por el socialismo a una Cámara. Eso no es así. Enrique del Valle Iberlucea fue el primer senador socialista, y se lo acusó por el delito de opinión. Como este hombre había apoyado a los bolcheviques en un congreso interno del partido socialista, radicales y conservadores lo expulsaron, le quitaron los fueros, y prácticamente lo condenaron a muerte, porque un mes y pico después murió.


Personalmente he sufrido la acusación por el delito de opinión, no solamente en esta Legislatura, sino durante toda mi vida política. He hecho alguna referencia en alguna oportunidad; hay otras que no vale la pena mencionar, pero sé en qué consiste el delito de opinión.


El reconocimiento de Caram a la acefalía de la conducción por el caso de Elena Cruz, justificada en una supuesta actividad electoral, me parece que abre otra manera de ver el curso de los acontecimientos dentro de esta Legislatura. Dos meses sin actividad; dos meses en donde se trató de eludir cualquiera de las cuestiones y sobre todo de impedir el ingreso de Elena Cruz. Ahora es un maltrago, que pasará hoy, pasará mañana y luego lentamente se irá olvidando. Y lo que creo que justifica la actitud de algunos de los que se oponen al ingreso de Elena Cruz es el costo político que representa que este personaje actúe dentro de la Legislatura.


Cuando se habla de los temas de ética en los procedimientos políticos, creo que se olvidan varias de las circunstancias que, en este momento, se están dando en esta Legislatura.


Una de las principales figuras de la próxima constitución de la Legislatura dentro del sector oficial va a ser Norberto La Porta, quien ha sido un panegirista de la dictadura militar; es decir, elogió a la dictadura militar desde las páginas de La Vanguardia, y lo hizo al servicio de Américo Ghioldi que, en ese momento, era embajador de la dictadura en Portugal.


Sé que anduvo haciendo algunos comentarios en el sentido de que él estaba en contra, y que al poco tiempo renunció. Eso es inexacto, ya que estaba totalmente a favor. Esa persona va a ser un integrante del Socialismo en esta Legislatura, ya que fue el primer candidato a diputado y va a entrar con los pergaminos sin que nadie se los discuta.


Sra. Presidenta (Felgueras): Señor diputado Latendorf: la diputada Yelicic le solicita una interrupción, ¿se la concede?


Sr. Latendorf: No voy a conceder ninguna interrupción a nadie. Hoy voy a decir todo lo que pienso, cómo lo pienso, y a expresar los sentimientos que tengo en estos momentos. De manera que no voy a conceder ninguna interrupción a esa señora.


Sra. Yelicic: ¡No debe haber agresiones cuando la persona no está presente!


-Murmullos en la sala.


Sra. Presidenta (Felgueras): Solicito silencio, por favor.


Continúa en el uso de la palabra el diputado Latendorf.


Sr. Latendorf: El delito de opinión se utiliza también llamándolo, de alguna manera, como apología del crimen. Es como si hiciera acusaciones por apología del delito por el asesinato de Carlos “Petete” Almirón, y los muertos del 20 de diciembre. Por todos estos actos, reclamaré que se castigue a los responsables y que el Estado argentino se haga cargo de su responsabilidad.


Pero es como si recordara la primera desaparición de nuestro país, el 23 de agosto de 1962, de Enrique Vallese, y si alguien hablara bien de la Presidencia de Guido –es cierto que sería difícil encontrar a alguien que hablara bien de esa Presidencia– se lo acusara de apología del delito. Y si alguien reivindicara la presidencia de Illia –que por cierto hay muchos más–, lo acusara de apología del ocultamiento, porque no se investigó la desaparición de Vallese, o los asesinatos de Bussi, Retamar y Méndez durante la marcha contra la invasión a Santo Domingo en 1965.


Voy a proponer un ejemplo, o mejor dicho una analogía. En los últimos tiempos, se usó la figura de la asociación ilícita para sancionar algunos delitos no previstos o a presuntos criminales beneficiados por la prescripción. ¿Acaso por eso deberíamos defender la asociación ilícita? Por si no lo recuerdan, esta figura fue creada para perseguir a los trabajadores. El primer grupo sancionado con la figura de Asociación Ilícita fue la AIT –Asociación Internacional de los Trabajadores–, más conocida como Primera Internacional. Otro supuesto “criminal” castigado por la “asociación ilícita” fue la FORA –Federación Obrera Regional Argentina– que, por aquel entonces, era la central sindical más importante del país. Su delito, justamente, estribaba en pretender cambiar esta sociedad injusta y terminar con la explotación del hombre por el hombre.


Voy a hacer una ligera referencia a los dichos de dos diputados que me han precedido en el uso de la palabra. El doctor Campolongo señaló que los escraches están contra la institucionalidad y la democracia. Contra la institucionalidad, es cierto. Los escraches superan la inoperancia y complicidad del Poder Judicial y el Estado. Cuando el Estado y los partidos tradicionales no hicieron nada por la justicia y la verdad, los escraches de HIJOS garantizaron mantener la memoria, señalando a los responsables.


¿Los escraches contra la democracia? De ningún modo. Los escraches fueron, durante el proceso abierto el 20 de diciembre, uno de los elementos de democracia directa y real –sustancial, como diría el ex candidato a Jefe de Gobierno Caram-; escraches, asambleas y piquetes son expresiones de la verdadera democracia popular y de los trabajadores. Dicho sea de paso, alguien podría acusarme de apología del delito por reivindicar a los piqueteros, participar de los piquetes y haberme quedado, encima, con la denominación de “Piquete Socialista” para mi bloque.


Respecto de los dichos de Campolongo sobre la muerte de Aldo Moro y acerca de las declaraciones de De la Chiesa, lo invito a informarse respecto de los procesos a los “brigadas rojas” y a los “autonomistas”, como Tony Negri, que fueron acusados por la misma apología del delito.


Se podrá así informar acerca de las violaciones a los derechos humanos realizadas por esas mismas autoridades que hablaban tan bien y que se llenaban la boca con tan lindas palabras; gobiernos que hablan de democracia pero que esgrimen de modo despiadado su autoridad. No es necesario irse a Italia para eso.


Con referencia a esta reunión, quiero específicamente referirme a la actitud de los partidos tradicionales dentro de la Legislatura. Escuchaba el discurso bien armado de Doy. Daba la sensación de que estaba hablando muy bien desde el punto de vista totalmente opuesto a Elena Cruz; no que participaba de su misma lista.


Me voy a permitir leer la nómina de los candidatos a diputados de la lista de Cavallo y Beliz. ¿Se acuerdan de Cavallo, verdad? Presidente del Banco Central y relacionado con la dictadura. Creo que se acuerdan de todo eso. No creo que se hayan olvidado totalmente de Beliz porque fue “escribidor” de Menem, en una etapa de su gobierno.


La lista de diputados la encabezaba Oyhanarte, Marta Angélica, hasta hace no mucho tiempo integrante, con nosotros, de esta Legislatura. En el segundo puesto estaba Rodríguez, Enrique Osvaldo, que nos acompaña en la actualidad. Tercero, Argüello, Jorge Martín Arturo. Quinto, Lorenzo Borocotó, Eduardo, que también nos acompaña. Sexto, De Estrada, Santiago Manuel, que nos acompaña y quien, por otra parte, fue integrante del equipo ministerial de la dictadura. Colombo, María Lucila; Ponsa Gandulfo, Lucio Oscar; Srur, Jorge Eduardo, quien ya no nos acompaña porque forma parte del equipo del actual Presidente de la República. Gottero, Silvia María Eva. Fernández, Alberto Ángel, que tampoco nos acompaña, porque ahora es Jefe de Gabinete. Caulier, Pablo Manuel. González, Alba Graciela. Doy, Miguel Alfredo. Alimena, Atilio Domingo. Leguizamón, María Laura, quien ahora está aspirando a ocupar la banca que, por razones históricas morales y políticas, le corresponde a Alfredo Bravo, a quien rindo mi homenaje.


Santamaría, Víctor, que dejó de ser diputado por una picardía de Caram. Se produjo un error tecnológico, conectó mal los videos y nos enteramos todos de una situación de la que debimos enterarnos de una manera mucho más noble y normal.


Vitobello, Julio Fernando. Talotti, Marta Elena…


-Manifestaciones de varios diputados. (Risas)


Sr. Latendorf: A vos te perdono porque sos simpática. (Risas)


Sra. Presidenta (Felgueras): Pido silencio, por favor.


Continúa en el uso de la palabra el diputado Latendorf.


Sr. Latendorf: …Oliveri y allí llegamos al puesto veinte. Luego venía Licastro, a quien hoy he tenido el honor de escuchar por primera vez en este recinto, a pesar de que hace varios meses que está aquí, y luego viene Elena Cruz a quien ahora todos descubren. Todos tienen vergüenza de verla acá.


Creo que ella es la demostración de lo que significa la partidocracia que gobierna este país. Yo he visto cambios increíbles en las bancadas. Llegó un momento en el que tuve que preguntar en qué bloque estaban o en cuál habían dejado de estar. Los cambios han sido realmente muy notables. Yo le diría a la diputada preopinante que la persona que va cambiando no tiene vergüenza; lo hacen sin vergüenzas.


Luego viene Picciano, Víctor Gabriel –que creo que acompaña una de las listas de la Alianza–; García Moreno, Miguel Ángel; Maiorkevich, Ana Liliana; Santilli, Diego César; Valle, Fabián y Mitjans, Elena Marta. No sé si entrarán más de los que vienen después, pero creo que esto es suficiente como para pensar que nadie puede sorprenderse. Por ejemplo, yo no me sorprendo de Giorno, en absoluto. (Risas).


– Murmullos en la sala.


Sra. Presidenta (Felgueras): Pido silencio por favor.


Continúa en uso de la palabra el diputado Latendorf.


Sr. Latendorf: Frente a este panorama, ¿cómo podemos estar hablando en términos doctorales de determinadas actitudes? ¿Cómo podemos estar refiriéndonos al futuro desde nuestros puestos de supuestos “vigiladores ” de la democracia?


Agradezco la experiencia de tres años y medio en esta Casa porque –como dijera Martí respecto de los Estados Unidos– desde aquí conocí las entrañas del poder político. Esta actividad me ha brindado una gran experiencia. Tengo agradecimientos personales para algunos diputados, entre los cuales respaldo y destaco la actitud del diputado Jorge Altamira, en su defensa de una situación que me había colocado al borde de la expulsión de la Legislatura. Rescato también –en estos momentos está ausente, y yo acabo de nombrarla como integrante de la lista– a “Pimpi” Colombo, que me hizo llegar un apoyo casi maternal –aunque ella podría ser mi hija– que me ayudó mucho en esos momentos. Rescato cierta paciencia de la casi alejada actual Vicejefa de Gobierno, que en estas últimas bocanadas vuelve a mostrarse como tal, aunque no comparto casi nada de lo que ella piensa –más vale, nada–, pero de todas maneras estoy contento de que esté nuevamente y la prefiero a ella antes que a Caram y a otros… (Risas)


Sra. Presidenta (Felgueras): Diputado Latendorf: le agradezco el comentario, pero le pido que se circunscriba al tema que está en tratamiento.


Sr. Latendorf: Es que éste es el tema: la cuestión de la política argentina, mi querida amiga, la descomposición de los partidos tradicionales y la presencia de esta mujer loca, absolutamente descentrada; el solo hecho de que la tengamos que ver ahí enfrente produce una mezcla de asco y de repulsión. ¿Cómo puede esta mujer representar a los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires? Se lo pregunto a los integrantes de esta lista: ¿¡Cómo permitieron esto!? Los responsables de todo esto son Cavallo, Beliz y los 20, 30 ó 40 que han traído a esta incapaz.


Y luego escucho, realmente con pena, referencias a la represión en el país. Las conozco. Conozco todas esas anécdotas y todos esos cuentos; conozco el drama que ha vivido la República. Tengo suficientes años como para haber pasado por muchas etapas dolorosas –también personales– dentro de esta República.


La presencia de la señora Cruz va a ser una cruz para los partidos tradicionales y para quienes la acompañaron en sus listas.


La presencia de esta señora es una demostración de la falta de sensibilidad, de coraje y de honestidad de los partidos tradicionales. Es un ataque a la moralidad política. Pero nosotros estamos acostumbrándonos a ver cómo acá, en este ámbito, ciertas personas saltan del cargo electivo al puesto en planta permanente; del puesto electivo a alguna de las posibilidades, aunque se den de narices con la legislación como auditores o defensores del pueblo.


Termino sosteniendo que este tema es responsabilidad de Cavallo, de Beliz y de todos los que integran esta lista. No es responsabilidad mía ni de ninguno de los que estamos acá que tenemos algunas diferencias en cuanto a la percepción final de impedirle el ingreso o aceptarla como un par más. No es mi par; no lo será jamás. Los fascistas no son mis pares.


Señora presidenta –como se dice ahora, porque el feminismo va más rápido que el lenguaje de la Real Academia Española–: repito lo que dije al principio. Voy a abstenerme, pero declaro públicamente que la responsabilidad de que este engendro esté sentado en una banca que ya han colocado… No se preocupe, diputado Crespo Campos, que no la pueden sentar al lado suyo. ¡Debería estar al lado de cualquiera de éstos, porque forman la misma lista!


Voy a abstenerme y agradezco su paciencia –no la de hoy porque no la ha tenido conmigo, sino la paciencia pasada– a la señora Vicejefa de Gobierno, dando por terminada esta intervención diciendo gracias a todos ustedes por los dolores que me han hecho crecer; por las ingratitudes que me han obligado a ser generoso y también por algunas excepciones que merecen ser destacadas y que lo haré en mis memorias. (Aplausos.)