Libertades democráticas
3/12/2014|1343
La Iglesia, ayer y hoy
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El 29 de octubre de este año, Verbistky declaró en el megajuicio Esma III. Sorprendió al describir a Francisco como un colaborador en el esclarecimiento de algunas de sus investigaciones sobre el genocidio, tras las lapidarias denuncias que en el pasado formuló contra Bergoglio.
Verbitsky dijo que éste le confirmó por medio de una carta que la Iglesia tenía la titularidad de la isla del Tigre “El Silencio”, a donde fueron llevados los secuestrados de la Esma durante 1979 para ocultarlos de la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que visitaba el país debido a las denuncias de los familiares.
Cuando Francisco declaró en el segundo tramo del juicio Esma, años atrás, negó la existencia de archivos episcopales con documentos sobre los detenidos-desaparecidos. Ahora, sin embargo, algunos comenzaron a aparecer, a cuentagotas.
Su sucesor, José Arancedo, remitió a la Justicia copia de un documento donde constaba el informe de una reunión de los obispos con Videla, en la que se discutió la conveniencia o no de decir que los desaparecidos habían sido asesinados. Más recientemente, el Papa ordenó la desclasificación de los archivos sobre la muerte del obispo Angelelli.
Bergoglio asegura haberse enterado recién hace diez años del robo de bebés. Sin embargo, el testimonio de Estela de La Cuadra -hija de “Licha”, primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, fallecida antes de poder reencontrarse con su nieta Ana Libertad (“la nieta 115”), lo desmiente, ya que acudieron personalmente a él para que intercediera por su caso. Día a día, miles de familiares acudían a la Iglesia en busca de noticias sobre sus desaparecidos, sin hallar respuesta ni auxilio. En muchos casos, los curas incluso realizaban tareas de inteligencia. Emilio Graselli, del vicariato castrense, es un caso paradigmático, porque al tiempo que intentaba sacarle información a los familiares, consultaba un fichero donde constaba el destino de los desaparecidos. Graselli, al día de hoy, y a pesar de las denuncias que pesan sobre él, nunca fue juzgado.
La relación entre la cúpula de la Iglesia y la dictadura era íntima. Los capellanes daban su bendición a los genocidas y los exculpaba porque, decían, arrojar cuerpos al mar desde un avión era una “muerte cristiana”.
Ahora, en los canales de televisión puede verse un spot en el que juntos, Carlotto y Arancedo, convocan a los chicos apropiados que aún no fueron encontrados. En Quilmes, las autoridades de la universidad que lleva ese nombre pretenden regalarle a los obispos la creación de un banco de datos genéticos.
La perfidia no puede ser mayor. La Iglesia todavía rendir cuentas, por ejemplo, sobre el papel que tuvo el Movimiento Familiar Cristiano en las apropiaciones de niños.