“La Nación” reivindica en un editorial la visita de diputados a los genocidas

Un nuevo artículo al servicio de la impunidad.

La visita a los represores

La visita de un grupo de diputados de La Libertad Avanza (LLA) a represores condenados por delitos de lesa humanidad desató un repudio popular generalizado y, por eso mismo, una crisis en ese espacio legislativo y en las filas del gobierno. Pero claro, no todo fueron cuestionamientos. Es el caso del editorial publicado este martes 27 por el diario “La Nación”, que aprovecha la oportunidad para volver a la carga con su recurrente reclamo de libertad para los genocidas.

Los editorialistas del diario fundado por Bartolomé Mitre admiten el sufrimiento de las víctimas de la dictadura, pero señalan que “Argentina es heredera de la cultura del perdón expresado tantas veces en el historial argentino (…) Ese historial es también parte de una cultura de la misericordia, manifestada en actos concretos humanitarios y de caridad, como lo es la visita a los presos, que podría ser visto como un aporte a la concordia”.

La tesis de una supuesta “visita humanitaria”, que aquí replica “La Nación”, fue sostenida también -a lo Micky Vainilla- por la legisladora oficialista Lilia Lemoine. Este planteo, sin embargo, demostró ser rotundamente falso. Una de las legisladoras presentes en la visita, Lourdes Arrieta, reveló con lujo de detalles en su cuenta de la red social X que la excursión al penal de Ezeiza era parte de un plan orquestado con el propósito de lograr la libertad de los represores. Incluía un grupo de whatsapp, creado por el sacerdote Javier Olivera Ravasi (pro-dictadura y cercano a la vice Victoria Villarruel), en el que había diputados, abogados y exjueces, desde donde se organizaban las visitas e intercambiaban borradores de proyectos para conseguir las exoneraciones. A pesar de que estas revelaciones, por las cuales Arrieta será expulsada de su bloque, son conocidas desde hace días, “La Nación” copia sin sonrojarse la coartada de Lemoine. Antes aún, uno de los organizadores del encuentro, el diputado Beltrán Benedit, dijo que habían ido a visitar, no a abuelos desvalidos, sino a “excombatientes que libraron batallas contra la subversión marxista”. El humanitarismo de estos diputados, si existiera, es, cuanto menos, bastante singular.

El diario de los Mitre reprocha a las víctimas de la dictadura militar su indolencia respecto a la “cultura del perdón” que supuestamente caracterizaría el historial argentino. Pero omite decir que los represores siguen reivindicando, aún hoy, el plan sistemático de secuestros, torturas y desapariciones y mantienen un pacto de silencio que ha impedido conocer el destino de los desaparecidos. Se da entonces la infausta situación que “La Nación”, que apoyó el golpe de 1976, no sólo exime a los genocidas de cualquier pedido de disculpas o aporte de información que permita a los familiares hallar a sus seres queridos y a las abuelas recuperar a sus nietos secuestrados, sino que emplaza a esas mismas víctimas a perdonar… a quienes ni siquiera se arrepienten de lo que hicieron!

Esta cretinada, que, insistimos, es recurrente en los editoriales de “La Nación”, busca presentar la abnegada lucha por justicia para las víctimas del terrorismo de Estado como un acto de venganza, pese a que no hubo un solo acto de justicia por mano propia contra los responsables de miles y miles de los actos más atroces que conoce nuestra historia. Al revés de lo que sostiene “La Nación”, la lucha de familiares, organismos de derechos humanos y del pueblo argentino resalta por su templanza frente a la impunidad que desde el primer momento se esmeraron en forjar los militares y los sucesivos gobiernos democráticos (autoamnistía, leyes de obediencia debida y punto final, indultos).

“La Nación” sostiene, contra toda evidencia, que hay una conjura vengativa, una discriminación contra los represores detenidos y reclama su libertad, alegando su avanzada edad. “Los legisladores hacen normas que no cumplen y determinados jueces y fiscales no las aplican cuando se trata de acusados o condenados por delitos de lesa humanidad”. Sin embargo, un simple repaso por las estadísticas muestra que, sobre 685 procesos judiciales contra represores iniciados desde 2006, apenas hubo sentencias en 316 de ellos, es decir, menos de la mitad (y la Corte Suprema sólo confirmó 115). Sobre un total de 3.744 individuos que pidió investigar el Ministerio Público Fiscal, apenas 1.773 resultaron condenados. De estos, solo 674 están detenidos, de los cuales 518 gozan de arresto domiciliario. El puñado de poco más de cien represores con cárcel efectiva disfrutan de una estancia vip (con rejas abiertas y otras prerrogativas) o están detenidos en guarniciones militares. Unos 1.549 investigados se murieron sin condena y 1.485 aún no han sido sentenciados, a casi 20 años del comienzo de los procesos y a casi 50 años de los hechos. Esto no revela una venganza sino un Estado que encubre a los genocidas. Al reclamar la liberación del puñado de detenidos, “La Nación” simplemente aboga por la impunidad completa del terrorismo de Estado.

Por lo demás, resulta grotesco que los entusiastas partidarios de rebajar la edad de imputabilidad para mandar a menores de 14 años a la cárcel y de penalizar los piquetes y otras formas del ejercicio de la protesta social y el derecho a huelga, nos recuerden que el artículo 18 de la Constitución Nacional establece que las cárceles son para seguridad y no para castigo de los reos. Se trata de un garantismo a la carta.

En los últimos años asistimos a un operativo muy peligroso que busca reinstalar la teoría de los dos demonios, falsificar la historia y absolver los crímenes de la dictadura. Solo en los últimos días, legisladores porteños de LLA y la propia vicepresidenta Victoria Villarruel impulsaron sus propios actos en esa dirección. “La Nación” aporta a esta tarea erosiva desde sus páginas.

Este 24 de marzo, una de las jornadas de movilización más importantes de las últimas décadas frustró la tentativa de una liberación de los genocidas con la que había amagado el gobierno de Javier Milei. Ahora, la visita a los represores desató un masivo repudio. Es importante mantener la guardia y seguir este camino, especialmente de cara a las nuevas generaciones. Como dijo alguna vez Charly García, “los carceleros de la humanidad no me atraparán dos veces con la misma red”.

Después de la visita al penal de Ezeiza, un acto progenocidas en la Legislatura porteña
Una afrenta a los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado, a los derechos humanos y al pueblo en general. –
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