Libertades democráticas
6/9/2012|1238
Las órdenes a la patota partieron de la Unión Ferroviaria
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La comparecencia de un testigo protegido, Alejandro Benítez, el martes pasado, despertó todo tipo de quejas por parte de los defensores, que durante una hora demoraron el inicio de la audiencia. Benítez estuvo rodeado de un inusual operativo de seguridad, no se permitió el ingreso de público y testificó caracterizado para que no lo reconocieran; en tanto, los acusados (estuvieron todos presentes) fueron ubicados detrás de un blindex. Benítez está en el máximo nivel del programa de protección de testigos. Benítez (además) dejó claro que la patota que operó en forma criminal contra los trabajadores ferroviarios tercerizados siguió órdenes que partían del local de la Unión Ferroviaria. Su declaración comprometió categóricamente al “Gallego” Fernández -quien al momento del ataque se encontraba junto a Pedraza en el local del sindicato-, y a los operadores en el terreno: Pablo Díaz, Favale, Sánchez y otros imputados.
Benítez llegó a la causa por intermedio de un puntero ligado al intendente de Quilmes. No es el único, ni tampoco el primero, en señalar a Favale como autor de los disparos: dos llamadas anónimas al 911 lo hicieron antes. Pero describió el operativo criminal desde su sede ‘intelectual', y entró en las minucias de la acción criminal propiamente dicha.
Su testimonio
En octubre de 2010, Benítez se desempeñaba como guarda desde hacía cinco años. También dirigía un gimnasio de boxeo en el subsuelo de Constitución. El día 20, uno de los delegados de la Comisión de Reclamos -‘El Tano’ Carnovale- lo convocó al ‘contrapiquete’ a instancias de Pablo Díaz, que "estaba juntando gente". La empresa, clarifica Benítez, "libera gente de su puesto de trabajo para participar de estas cosas".
Benítez acudió para "hacerse ver". Estaba tratando de lograr puestos de trabajo en el ferrocarril para su mujer y su cuñada. Quería hacerse notar, en especial, por Pablo Díaz, de la directiva de la UF. Llegó cerca de las 13 horas desde Constitución, descendió en la estación Yrigoyen y se unió al grupo de la Verde que ya estaba debajo de las vías, sobre la calle Luján. Arriba de las vías, donde todavía había cerca de cien personas de la patota, vio policía de civil de la División Roca.
Diez minutos más tarde, apareció el grupo de Favale -que no era de ferroviarios- caminando por las vías desde el lado de Capital y bajar del terraplén. Se presentaron ante Pablo Dìaz, mientras hablaban de “echar a los zurdos”. Casi inmediatamente, los 70 patoteros reunidos abajo de las vías comenzaron a correr contra los tercerizados y el resto de los manifestantes. "La corrida la empezó el grupo en el que estaba yo", enfatizó Benítez. "Ellos (los luchadores ferroviarios) ya se estaban retirando, estaban lejos, como a 200 metros". Benítez describió el apriete de la patota al equipo periodístico de C5N. Relató que su grupo comenzó a tirar piedras y que los manifestantes habían formado un cordón "para proteger a los que se iban". "Era asombroso" -dijo- "porque les llovían las piedras y no se movían".
Benítez relató que Pablo Díaz, Favale, Gabriel Sánchez y otros actuaban en grupo. Desde unos diez metros de distancia, vio a Favale disparar cinco veces contra los manifestantes, hasta que gritó "se me trabó". "Sacá los fierros", ordenó Díaz. "No traje mucho", contestó alguien. Cuando regresaron, Favale dijo "al gil ese, al de la gomera, le agujeree la panza". Transcurrieron unos instantes y sonó el celular de Díaz. "Dice el ‘Gallego’ que nos vayamos", ordenó Díaz al cortar la comunicación con Fernández. En ese momento, Fernández se encontraba junto a Pedraza en la sede de la Unión Ferroviaria, donde se desarrollaba el congreso de la revista "Latin Rieles". En la causa, los cruces de llamadas corroboran que Fernández y Díaz mantuvieron intensa comunicación durante toda la mañana. Sus últimos contactos tuvieron lugar exactamente antes y después de la agresión. La mayoría de las llamadas partieron del teléfono de Fernández. Esto deja en claro de donde partían las órdenes a la patota.
Luego de la última conversación entre Fernández y Díaz, la patota comenzó a desconcentrarse. El grueso volvió por las vías hasta la estación Avellaneda. Favale y los suyos se fueron caminando por la calle, en dirección a La Boca. La policía -que tenía patrulleros y carros hidrantes en el lugar- no intentó detener a nadie luego del ataque.
Benítez dijo que no vio otras armas fuera de la empuñada por Favale, pero señaló a varias personas (entre ellas, a Sánchez y a uno de los custodios de Pablo Díaz) con bultos en la cintura, que intentaban disimularlos bajo la ropa. Nuestra abogada, Claudia Ferrero, le preguntó si en alguna oportunidad anterior había visto allegados de la Unión Ferroviaria portando armas. Benítez fue contundente: explicó que, en Constitución, la gente de Ferrobaires anda armada, que estaba desmontando el gimnasio que dirigía justamente por la ostentación que hacían de "los fierros"; que las armas se guardan en el sector de encomiendas, en alguno de los pisos de Hornos 11 y en la ropería. Una investigación periodística, de aparición inminente, establece que la estación Constitución es el centro de una mafia ligada a negocios ferroviarios y lavado de dinero. El hilo conductor de la trama de esta acción criminal puede llegar aún muy pero muy lejos.
Las defensas balbucearon cuando les tocó el turno de preguntar. Utilizaron la mayor parte de sus intervenciones para sentar quejas por las características de la audiencia, con la expectativa de pelear alguna nulidad en la Cámara.
Dentro de la sala, Pedraza y compañía aparecían apabullados. Es un reflejo de que probablemente se han quedado sin respaldos políticos que daban por descontados. El mismo día que se desgranaba este testimonio abrumador, caía otro de los engranajes de la maquinaria que terminó con la vida de Mariano y llevó al desastre de Plaza Once: Guillermo Antonio Luna.
Mantengamos en vilo al país con la campaña por Justicia para Mariano.El testimonio del martes pasado condena a Pedraza a perpetua.