Por primera vez, declararon testigas travesti trans en juicio por crímenes de lesa humanidad

Dieron su testimonio sobrevivientes del Pozo de Banfield, y la psicóloga social y activista trans, Marlene Wayer.

Abogada de Apel - Justicia Ya!

Foto: Gabriela Hernández

En el marco la audiencia 101, del juicio que está juzgando parte de los hechos aberrantes ocurridos en la última dictadura cívico-militar-eclesiástica en los centros clandestinos Pozo de Quilmes, Banfield e Infierno, declararon por primera vez compañeras sobrevivientes de la comunidad travesti-trans. Anteriormente lo había hecho la testiga y querellante Valeria del Mar Ramírez, primera testiga trans en declarar en un juicio de lesa humanidad en nuestro país. La audiencia se llevó adelante de manera presencial, con la sala llena de público y en el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata a cargo de los jueces Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico. Asimismo, Apel formó parte de la querella de Justicia Ya! durante el juicio.

La primera Testiga fue Carla Fabiana Gutiérrez, quien declaró de manera virtual desde Italia: “Me encontraba trabajando en la calle en ese momento y fui llevada al Pozo de Banfield, tenía 14/15 años cuando todo esto sucedió, me dijeron que no diga que era menor, era el año 1976 o 1977. Ahí comenzó mi calvario. Pasé un infierno ahí adentro, me encontré con otras colegas que me dieron fuerza, muchas chicas ya no están más(…) Había violaciones porque no había para comer. Teníamos que pedirles que nos den sobras y había que pagar, que para ellos era sexo. Tenía que chuparle el pene para poder comer”, expresó.

Fue su primera detención, estuvo tres días secuestrada. Mencionó que “entraba otra gente, pero siempre de noche”, en referencia a los demás secuestrados/as en Banfield. “Se escuchaban gritos, de hombres y mujeres, pero yo no entendía nada. Después me explicaron un poco lo que pasaba”.

En 1986 se vio obligada a exiliarse en Italia donde vive actualmente. “No quería seguir exponiendo a mi familia, en ese momento ser homosexual era muy complicado, en panamericana o te atropellaban o te cagaban a palos, éramos monstruos para ellos (…) Fue duro empezar en otro país, en todos lados del mundo nosotros fuimos siempre un objeto. Yo tuve suerte de haber encontrado gente buena, que me dio una oportunidad para estar tranquila”. También agregó: “De la Argentina tengo los peores recuerdos de mi vida” y finalizó expresando: “Que hoy se haga justicia por nosotras es algo que ganamos después de tantos años”.

Seguidamente, la testiga, Paola Leonor Alagastino, quien también declaró de manera virtual desde Italia, fue secuestrada en el Pozo de Banfield en 1977. “Tenía 17 años cuando me llevaron adentro de un baúl de un auto. Pensé que me iban a matar, pero gracias a Dios no sucedió eso, pero fuimos maltratadas, violadas, hubo cortes de pelo, palos. Nos trataban mal, nos insultaban. Pasamos hambre y frío. Querían sexo y si no, había palos”, refirió.

Respecto a lo sucedido durante el secuestro sostuvo: “Nosotros no teníamos sexo, eran violaciones. ‘Los vamos a matar y los tiramos por ahí’, amenazaban los genocidas, ya que nadie nos iba a buscar. “Escuchábamos a los chicos en el segundo piso, que les daban picana. Era un infierno. Las detenciones se extendían por 30, 45 ó 60 días (…) Para comer un poquito mejor debíamos hacer sexo anal, bucal, hacían lo que querían con nosotras, si te negabas había patadas, era violación”. En el año 85 se tuvo que exiliar, y contó que, a mas de una, la bajaban del avión y perdían el billete.

El tercer testimonio fue el de Analía Velázquez, quien declaró presencialmente en la sala de audiencias: “Fui secuestrada en la casa de mi familia, directamente me llevaron al Pozo de Banfield y he pasado torturas de todo tipo: psicológico, me han violado, he escuchado cosas muy horribles por las noches, como le daban máquina (picana) y me decían que en cualquier momento también me podía pasar”.

Recordó haber entrado y salido al menos 6 0 7 veces del Pozo de Banfield, entre 1976 y 1978, tenía 22 o 23 años. “Yo estuve en sótanos y, cuando ellos tenían ganas, nos hacían hacer striptease, que bailáramos para ellos, que a veces estaban alcoholizados. Nos sacaban fotos y yo me he negado. Un cuadro de ellas estaba en la oficina de un comisario, se llamaba Claudia Lescano esa chica”. Y agregó: “Continuamente se sentía la muerte y no quería que me mataran. Se sentían los gritos de la picana de mujeres, hombres, y gritos de chicos, el lugar era como una pocilga, me hacían desnudar”.

También tuvo que exiliarse ya que era muy conocida y terminaba en una comisaría cada vez que salía, primero ingresó a Brasil por Foz do Iguazú, luego a Europa y posteriormente volvió al país. Al finalizar expresó: “A pesar de que pasaron muchos años, no pensé nunca encontrarme adelante de todos ustedes. Que se iba a promover que se haga justicia”.

La audiencia continuó con el testimonio también presencial de Marcela Viegas Pedro, recalcó que fue secuestrada a fines de 1978 y principios de 1977, en aquel momento tenía 14 años. “Yo vengo escapada de Rosario y tenía que trabajar en Camino de Cintura, Camino Negro, era una zona fabril. Los chicos tomaban servicios sexuales conmigo y todas las noches pasaba a buscar la recaudación, un canon, el patrullero y cada tanto tenía que hacer favores sexuales”, refirió.

“Cuando me agarran, yo pensé que me tocaba hacer favores sexuales pero ese día fue diferente porque me pusieron una bolsa de cebollas en la cabeza, me llevan no sé dónde y me entregaban a otras personas, no sé quiénes, y termino en una celda. Esa noche no pasó nada y al día siguiente empezó el calvario. Todos los días me venían a buscar, me ponían una capucha, me tiraban en una cama, me ataban y me ponían 220. Querían que yo dijera los nombres de los chicos con los cuales salía y sus domicilios, pero yo no conocía sus nombres siquiera. También me violaban y me devolvían a la celda. Me empalaban, me metían ese palo de los policías en la cola hasta que tenía hemorragias”. Al momento del secuestro pesaba 80 kilos, y cuando salió, después de 17 días, pesaba 40.

Finalmente recordó las detenciones en democracia: “Era peor porque éramos varones, nos llevaban detenidas a celdas de varones. Seguíamos siendo igual de vulnerables como en la época militar porque nos seguían violando, seguían abusando de nuestros cuerpos, nos vendían por un atado de cigarrillos o un paquete de yerba. Vendían servicio sexual al preso y eras un intercambio, para la OMS ser travesti o ser homosexual era tener problemas mentales. Todo esto que relato salió a la luz hace muy poquito, lo tuve guardado toda la vida”.

La última sobreviviente en declarar fue Julieta Alejandra González, también de forma presencial. Relató que ejercía la prostitución en San Isidro en frente del CASI. Fue secuestrada y llevada al Pozo de Banfield cuando tenia 19 años, en el año 1977 o 1978, donde les cortaban el pelo, las violaban y además las utilizaban para cocinar y limpiar: “Nos hacían lavar los patrulleros, que estaban llenos de sangre, lustrábamos las botas, lavábamos ropa, nos manoseaban todos cuando lo hacíamos”.

Respecto de su secuestro manifestó: “Varias veces escuchamos llorar a una chica y después se escuchó un bebé. Después a la chica no se la escuchó más y al bebé tampoco. La luz subía y bajaba, sabía que estaban utilizando la picana.” Y agregó: “Nos llevaron a donde estaban haciendo la colimba y nos violaron todos los soldados. Al que pude reconocer, por la mirada penetrante que tenía, fue a Etchecolatz. Lo reconocí por la tele, cuando empezaron los juicios lo vi en Banfield junto a militares, como si estuvieran haciendo un tour”.

Finalmente, declaró Marlene Wayar, citada como testigo de concepto, psicóloga social y activista trans. Resaltó la re intensificación y particularidad dentro del concepto de la heterosexualidad previo a la dictadura, indicó que había personas travestis/trans compartiendo espacios familiares: “En este período podemos marcar una re intensificación de la persecución y una especificidad para conseguir un perfil ciudadano obediente, nacionalista, enmarcado dentro del concepto de heterosexualidad obligatoria con la obligación reproductiva. La travesti es la evidencia misma de esa disidencia. El cuerpo es la evidencia. Entendían a las disidencias sexuales en el ejercicio de la prostitución como una amenaza al pensamiento nacional, cristiano, familiero”.

Destacó que “había un grupo para subyugar y otro para eliminar a aquellas compañeras que son insumisas, son maltratadas, golpeadas y perseguidas para adiestrar al grupo grande; y aquellos cuerpos, que son eliminables, para mandar el mensaje directo de que son suprimibles e instalar socialmente la idea de lo demoníaco y criminal. Sobre estos cuerpos no hay que dar explicaciones, estos cuerpos aparecen desmembrados, torturados, empalados, atados, quemados, con signos particularmente visibles de de tortura sexual. Era necesario que algunas trabas salieran para contar lo que estaba sucediendo. El exterminio de la comunidad travesti trans fue todo un éxito”.

Agrega que hacia los años ’80 y ’90 hay un “efecto arrollador y de carácter masivo”. Explicó que se da una expulsión de las travestis de las casas en cuanto asumen su identidad de género. “A los 13 años empiezan a quedar en situación de calle y es efecto de la propaganda que se hizo durante el proceso genocida. No nos torturaban con picana porque en las comisarias ya no las podían tener, pero nos torturaban de otra manera”.

En referencia a que, tras 47 años de comenzada la dictadura, puedan declarar por primera vez las compañeras refirió: “en estos 40 años que tramos de que se juzgue a los criminales genocidas han cambiando las edades y las mentalidades. Claramente tiene que ver con la comunidad travesti en la calle reclamando sus derechos. Es muy significativo este momento, este juicio, por el peso que va a tener hacia adelante. Es muy difícil decir, por ejemplo, que después de la Ley de Identidad de Género hemos accedido a una democracia, porque acaban de matar a una compañera en una comisaría, porque Tehuel de la Torre esta desaparecido, porque hay a lo largo de este país muchísimos travesticidios, porque a Ley de Cupo Laboral trans no se implementa en las provincias, hay provincias y municipios declaradamente en contra”

Sobre la actualidad de las personas travesti trans expresó: “He decidido no hacer el cambio del DNI porque no se trata de que me pases de una casilla mujer a una casilla hombre, que para mi son de los lugares de donde quiero escapar biológicamente. Todo ha sido construido desde esas categorías, incluso cuando nos dan la Ley de Identidad de Género nos dan la limosna, podes ser nena o varón, no podes ser trans, binaria o lo que decidas ser con autonomía y paridad. ¿Cuándo vamos a alcanzar a la heterosexualidad y su poder económico? Nosotras, que hemos sido condenadas permanentemente a la pobreza estructural, no tenemos herencia, no tenemos la posibilidad de ser reconocidas en grupos familiares. Es abrumador plantear en el resto de los países que acá las identidades travestis transexuales no son respetadas, las políticas públicas son siempre sumamente caritativas en lo peor del concepto cristiano. Dar dos moneditas para que me compre hoy ¿qué? ¿Y la vivencia? ¿Y los servicios de salud integral? ¿la educación sexual integral en las escuelas? ¿el derecho delos niñas y niñas a saberse que son legítimos que su elección de vida es legítima y que nadie puede opinar sobre sus elecciones?, que tenemos derecho a la vida, a ser consideradas proyectos de vida legítimos y viables, el promedio actual de vida es de 32 años”.

Quedó clara la continuidad represiva sobre el colectivo travesti trans, luego de retornada la “democracia”, con las misma orientación por parte de las fuerzas represivas, de manera particularizada e intensificada.

¡Basta de trasvesticidios! Aparición con vida ya de Tehuel de la Torre. No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos. Lxs 30.400 compañeres detenides desaparecides en la última dictadura cívico-eclesiástica-militar, ¡presentes! Cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas.