Tucumán: Se viene la sentencia a Bussi

El desarrollo del juicio a Bussi tuvo la particularidad de que prácticamente todos los testigos presentados por la defensa sólo sirvieron para arrimar más pruebas en contra de la teoría de que al ex senador provincial del PJ, Vargas Aignasse, lo habría secuestrado un grupo montonero. Precisamente por esto, la defensa de Bussi retiró a nueve testigos para evitar nuevas complicaciones.

Los diversos testimonios fueron aclarando varias cosas. La ex mujer de Aignasse denunció que los represores detuvieron a su esposo no porque fuera miembro de la guerrilla, sino porque estaban interesados en unas carpetas que contenían pruebas relativas a diversos hechos de corrupción de la policía provincial.

Otros alegatos dejaron en claro que Aignasse nunca fue liberado y que fue asesinado en la cárcel de Villa Urquiza. En este sentido las declaraciones de quien fue un preso político de aquel entonces, el psicólogo social Gustavo Herrera, fueron terminantes: la cárcel era en realidad un campo de concentración donde se torturaba y se asesinaba sistemáticamente. Si se tiene presente que, según Bussi, el penal estaba, hasta el golpe, bajo jurisdicción del gobierno justicialista provincial a cargo de Amado Juri, todo el gobierno de aquel entonces, del que Vargas Aignasse era uno de sus representantes parlamentarios, queda en el banquillo de los acusados.

Gustavo Herrera también demostró la complicidad de la Iglesia al señalar que el arzobispo Blas Conrero tomaba contacto con los presos comunes, pero pasaba por alto a los presos políticos. Gustavo Herrera también puso en claro la complicidad del poder judicial: el ex juez federal Manlio Martínez, quien estuvo a cargo desde 1974 hasta 1984 de la Justicia Federal en Tucumán, no recibía los hábeas corpus, y había pedido el traslado de un preso ,desde una cárcel del sur del país, que fue secuestrado y asesinado por un comando del III Cuerpo de Ejercito.

Uno de los alegatos, de quien era antes del golpe secretario general de la CGT, Palavecino, y que se encontraba preso en el penal de Villa Urquiza, demostró con pelos y señales que a Vargas Aignasse nunca lo liberaron, sino que fue asesinado en la cárcel y arrojado al Cadillal. Significativamente, Palavecino fue presentado como testigo por la defensa a partir de una declaración fraguada donde declaraba que “en el penal se dispensaba buenos tratos a los presos políticos”. Palavecino declaró que siempre “tuvo miedo de presentarse ante la Justicia, incluso en democracia, porque el aparato represivo nunca se desmanteló en la provincia. Nunca tuve garantías, ni siquiera ahora”.

“Los servicios todavía actúan” (La Gaceta, 20/8), concluyó.