Un debate en Ciencias Sociales: Tragedia y epopeya

La tragedia del montonerismo y la epopeya de la juventud socialista

Horacio González -director de la Biblioteca Nacional y figura destacada de Carta Abierta- participó días atrás, junto con el autor de esta nota, en una mesa debate sobre el asesinato de Mariano Ferreyra. Fue entonces que González -luego de rendir homenaje a Mariano y también a la labor del Partido Obrero- centró su intervención en atribuir al crimen el carácter de una tragedia. Aunque el tema no fue desarrollado, la muerte de Mariano quedó expuesta así como la consecuencia una rebelión inútil, acicateada por la inevitabilidad: en la tragedia, el héroe consume su vida en la tentativa de burlar su propio destino.


La "tragedia" de Mariano daría cuenta, entonces, de un sacrificio vano. O peor aún: podría ser una excusa para cultivar una "industria del martirologio", según se planteó en las asambleas de Carta Abierta. Alguno de los colegas de González no se privó de adjudicar al PO y a Altamira el propósito de "tirarle un muerto" al gobierno. Una canallada, que lo pone, moralmente, por debajo de Pedraza. Por esta vía, la "tragedia" transforma las víctimas en victimarios.


La tragedia, argumentó González, tiene una condición única y excepcional. El asesinato de Mariano fue ajeno al poder político, que González defiende. En esta interpretación, la "tragedia" se torna una abstracción, pero para deslindar la responsabilidad del gobierno en el hecho.


Es que lo concreto es siempre concreto. ¿Cómo abordar el crimen de Mariano sin considerar una política activa de colaboración y de sostenimiento de la burocracia sindical más corrupta, asociada al capitalismo de amigos y a concesionarios, incorporada al aparato estatal, protegida por el aparato de seguridad, asentada, por sobre todas las cosas, en la superexplotación obrera y en el rescate de más de una década de las privatizaciones menemistas -apoyadas en su momento por los Kirchner? No es excepción, sino una regla que las muertes "trágicas" (políticamente abstractas) se alineen también en fila bajo el régimen de los Kirchner: con los pueblos originarios en Formosa, con los ocupantes del Parque Indoamericano en la Capital, con Fuentealba en Neuquén, los muertos de Once…


González emparentó también la tragedia de Mariano con otras muertes, como las de los militantes Montoneros y de la JP de los años ’70. De nuevo, se trata de un recurso despolitizante: pasa por alto una orientación política sin salida, que combinaba la lucha armada por el retorno de Perón con la lucha armada por la "patria socialista". Perón fue, sin embargo, el recurso último de la burguesía contra una clase obrera insurgente. Por eso se encargó de comenzar una masacre, cuya parte decisiva realizó la dictadura militar. Eso sí fue una tragedia, si se considera a los miles de luchadores que perdieron la vida persiguiendo un propósito político que era su propia perdición. Es decir: González escamotea la tragedia de los Montoneros y Perón para adjudicarla a los luchadores socialistas, que no tienen ninguna ilusión en el nacionalismo y/o en el centroizquierdismo, que son las formas disfrazadas de un proyecto de contenido burgués.


Aquella juventud setentista fue arrastrada detrás de un programa que decía que "dar la vida por Perón" era la vía de la revolución. Perón eligió la fascitización, como lo hicieron todos los líderes de los movimientos nacionalistas en el resto del mundo, ante la emergencia de un movimiento obrero independiente.


Los jóvenes que reivindicó González querían una "patria socialista", mediante una política que los llevaba a un callejón sin salida. Sus apologistas vergonzantes de hoy, que se encuentran en el gobierno, ya no vivan "la patria socialista" sino "la reconstrucción de la burguesía nacional" -y se sientan en la mesa del imperialismo, el G20.


Mariano no es el testimonio de una tragedia porque no cayó en una lucha con ilusiones en sus victimarios. Es parte de una epopeya que escribirá la clase obrera mundial en esta etapa de bancarrota del capitalismo. La militancia de Mariano pertenece al género épico: contribuir a desarrollar la conciencia de la crisis insuperable del capital, de una transformación histórica revolucionaria, de la lucha por erradicar la explotación del hombre por el hombre llevando a la clase obrera y a los explotados al poder.


Por eso es que no solamente inspira su figura, sino la lucha histórica que encarnó en vida.