Un libro que quiso actuar

El recorrido de ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, que ahora se puede descargar gratuitamente desde el sitio de Prensa Obrera.


En el prólogo de su libro Operación masacre –un texto de una potencia fundacional inusitada, ya que se convertiría en un clásico del periodismo de investigación argentino y que se adelantaría una década a A sangre fría, el libro de Truman Capote que se (mal)considera inaugurador de la non-fiction– Rodolfo Walsh señala su auto de fe: “Escribí este libro para que fuese publicado, para que actuara, no para que se incorporase al vasto número de las ensoñaciones de ideólogos. Investigué y relaté estos hechos tremendos para darlos a conocer en la forma más amplia, para que inspiren espanto, para que no puedan jamás volver a repetirse”. En esa obra Walsh investigaba los fusilamientos ilegales realizados por la dictadura conocida como la “Revolución Libertadora” contra unos militares rebeldes que se habían embarcado en la aventura militar de derrocar al gobierno para que volviera su líder, Perón. Fracasaron. Y algunos de ellos fueron fusilados como perros de manera clandestina en los basurales de José León Suárez. Walsh, que se había dedicado a escribir cuentos policiales hasta ese momento y que tenía una carrera periodística, decidió investigar y hacer que su investigación, que su libro, actuara, incidiera en la realidad. Desde entonces, creo, ese ha sido el mandato que los periodistas argentinos hemos inscripto en los objetivos que nos proponemos al investigar: lograr que nuestros textos actúen.


 


Estas palabras vienen a cuento de que luego de seis años del asesinato de Mariano Ferreyra y cinco años y medio después de que ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? fuera publicado, la editorial Planeta y yo, su autor, convinimos –a propuesta del Partido Obrero– en que podíamos brindar las páginas del libro para que pueda ser descargado gratuitamente por los lectores de la Prensa Obrera, el sitio web del PO. Quisiera contarle a sus nuevos lectores si logramos, como nos habíamos propuesto, que este libro actuara.


 


Recuerdo que la noche en que se produjeron los incidentes más cruentos de la represión a la toma del Parque Indoamericano –un desalojo que era realizado por barrabravas y vecinos fascistas de Lugano contra los ocupantes principalmente extranjeros en búsqueda de un pedazo de tierra para instalar una vivienda y que sería el prólogo al desalojo definitivo que realizarían conjuntamente las fuerzas policiales federales de la entonces presidenta Cristina Fernández y las metropolitanas del entonces jefe de gobierno Mauricio Macri– sentí impotencia ante una situación terrible (los noteros televisivos relataban episodios de una violencia inusitada que transcurría en vivo) y no pude dormir. Entonces pensé: “En este caso hay policías, hay liberación de la zona, hay barrabravas, hay intereses que defender. Es igual al caso del asesinato de Mariano Ferreyra. Hay que investigar qué intereses defendían quienes planificaron la represión tercerizada con barrabravas a los ferroviarios que no querían ser más tercerizados y escribir un libro que pueda ayudar a que la resolución de este caso avance”. Al día siguiente llamé a Mariana Morales, una amiga que trabajaba en editorial Norma, me reuní con su entonces directora Hinde Pomeraniec y acordamos la realización de esa investigación. Se llamaría: “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?”, en clara referencia a otra obra emblemática de Rodolfo Walsh.


 


Así comenzó un periplo –que recorrí junto a mi amigo Pablo Rabey, que me ayudó con algunos aspectos de la investigación– que culminaron con el texto que ahora les ofrecemos. La investigación se sumergió en los datos disponibles sobre la tercerización en el país y el mundo, la precarización laboral y el modo en que los empresarios usaban la hiperexplotación de la fuerza de trabajo para incrementar su riqueza. Escarbó en la memoria de familiares, amigos, una ex novia y compañeros de militancia (y también amigos) de Mariano Ferreyra para poder brindar un retrato de quién había sido ese pibe de rulos de 23 años que había sido asesinado mediante una bala disparada por barrabravas que reprimían una protesta de la que participaba. Y se adentró en el mundo ferroviario que nace en Constitución y se extiende hacia el sur a través de la línea Roca para conocer cómo funciona el modelo sindical burocrático, su relación con los negocios oscuros que enriquecen a sus dirigentes y cómo construyen un aparato de choque formado no sólo por sus adeptos sindicales, sino también por lúmpenes y sicarios a sueldos de billetes que les permitan llenar sus bolsillos y billeteras.


 


La primera edición del libro fue publicada después de cuatro meses de trabajo, en marzo de 2012, a pocos días de que José Pedraza fuera encarcelado. El ritmo de la investigación había sido febril y apasionado. Su mayor fruto había sido lograr que José Pedraza hablara con la prensa, ya que se había negado a cualquier contacto de esa naturaleza y, de hecho, fue la única entrevista que el autor intelectual del homicidio de Ferreyra concedió. El libro fue tomado como parte de la prueba por las querellas y se me puso en la lista de los testigos para cuando se produjera el juicio oral.


 


Pero la investigación prosiguió. Pude ubicar a un arrepentido de la patota del ferrocarril, un trabajador de los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada que identificó con nombre y apellido a Favale, que lo vio tirar con un arma de fuego a un metro de distancia de sí, y que fue testigo de cómo fungía Favale como matón y guardaespaldas de la burocracia ferroviaria en el acto convocado por Cristina Fernández aquel 15 de octubre de 2010, cinco días antes del asesinato de Ferreyra. Favale había ido a escuchar el discurso de los entonces amigos Hugo Moyano y Cristina. Era un testimonio revelador. En el libro aparece bajo identidad reservada, aunque durante el juicio su nombre se reveló. Sin embargo, lo mantendremos en el anonimato y en la paz: hace un par de años ese hombre se suicidó.


 


También pude encontrar al hombre que presentó a Cristian Favale, el lumpen barrabrava del club Defensa y Justicia de Florencio Varela, y Pablo Díaz, el organizador de la patota que efectuó la represión tercerizada: se trataba de José “Dinamita” Pérez. Boxeador que entrenaba en los subsuelos de Constitución, había participado como chirolita de un negocio de cambio de dólares y, debido a la pérdida de una parte de ese dinero, había sido golpeado de modo desalmado por los oscuros hombres que regenteaban los subsuelos de la estación con negocios de escasa legalidad. Eso lo había animado a hablar. En el juicio, su testimonio fue fundamental para incriminar al asesino Favale. Pero debo señalar que no pude proseguir la línea investigativa sobre dónde se habían conseguido las armas para el ataque y que, según algunas versiones que había alcanzado, tenían su origen en esos mismos gimnasios de boxeo. Tampoco pude proseguir la línea que llevaba hacia esos subsuelos de donde también había surgido el tan mentado “testigo que ofreció Néstor”, un arrepentido que también entrenaba en esos antros y que, todo indica, mintió al negar vínculo con los mafiosos. Es más: las filmaciones lo muestran en el lado de la patota portando una abultada mochila que, algunos testigos indican, habría albergado a las armas del ataque. Estoy seguro de que el famoso “testigo de Néstor” –a quienes los adeptos del anterior gobierno quieren imaginar como un héroe moral– formaba parte de la misma escoria dedicada al crimen, pero otra vez debo admitir que no logré encontrar la prueba para sostener esta presunción.


 


Pude convencer de hablar a un ex delegado que se animó a contar a la prensa y a la justicia cómo el segundo del sindicato Juan Carlos “El Gallego” Fernández se quedaba con parte de los fondos que correspondían a las obras del ferrocarril, en una demostración más de cómo funcionaba el sistema de negocios corruptos del sindicalismo ferroviario, cuyo vértice más extremo era la explotación de trabajadores ferroviarios mediante la tercerización en la Cooperativa Unión del Mercosur, que manejaba a su gusto José Pedraza ya no como gremialista, sino como empresario.


 


Estos testimonios se incorporaron a la trama final del juicio oral, luego de que yo testificara y los presentara verbalmente al tribunal. Por eso forman parte de la edición que publicó editorial Planeta del libro y que ahora se puede descargar desde Prensa Obrera y no forman parte de la película. Porque el libro también fue film.


 


Dirigido por Ale Rath y Julián Morcillo, la cinta ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? está basada en mi libro. Cuando le presenté la idea a Martín Caparrós de que la protagonizara, me dijo que no le sucedía a menudo que le hicieran propuestas que lo sorprendieran y que esta lo había logrado. Y agarró viaje. Se afeitó su característico bigote y la protagonizó interpretando a un periodista que investiga el crimen de Barracas. Lo acompañaron el recientemente galardonado en los premios ACE Iván Moschner, Soledad Villamil, Leonor Manso, Enrique Piñeyro y Lucía Romano, actores que fueron rodeados de un enorme equipo que forjó una película militante que considero de las mejores docu-ficciones políticas realizadas en el país. Mi aporte haciendo las entrevistas a los familiares y amigos de Ferreyra me hizo revivir las que hiciera para el libro original. El film se estrenó días antes del inicio del juicio oral y se convirtió durante dos semanas en la película que más espectadores tenía por sala: eran pocas, pero llenas durante esos días previos a las instancias decisivas.


 


Yo mismo testifiqué en ese juicio. Pude exponer los resultados de la investigación a la justicia y creo que ese aporte seguramente será el mayor que habré hecho en la vida a una causa justa, como la del esclarecimiento del crimen de Ferreyra. El presidente del tribunal al fundamentar la condena que habían sufrido los autores materiales e intelectuales del asesinato del militante del PO señaló entre las pruebas la entrevista que le había realizado a Pedraza. Puedo decir que puse mi granito de arena para que algunos hijos de puta paguen por sus crímenes.


 


El tiempo pasa. Pedraza está preso en un penthouse cerca de avenida del Libertador. Se ha liberado a otros presos. Pero algunos otros siguen tras las rejas. En su cuento Ante la ley Franz Kafka cuenta cómo un personaje que la persigue jamás la encuentra porque siempre hay una puerta que anuncia que detrás está su guarida, pero luego aparece otra puerta más. Llegamos a una de las puertas de la ley, de la justicia. Nos queda recorrer el camino para llegar a traspasar la puerta por la que Mariano Ferreyra quería atravesar, aquella por la que militaba: la de la revolución y la del gobierno de los trabajadores, la de la construcción del socialismo. Ya lo haremos. Y seguramente luego habrá muchas otras puertas más.


 


He señalado los aciertos y también lo que no se logró en esta investigación periodística. Los lectores de Prensa Obrera pueden hoy descargar el libro y conocer esta historia, que intentó mostrar la de Mariano Ferreyra, que es la de su partido, el Partido Obrero, y que es también una porción de la historia de la clase obrera. Si gustaran hacerlo, yo estaría muy complacido. Tan complacido como estoy con esto último que les quisiera contar. En las escuchas judiciales del caso Ferreyra hay una en particular que guardo en mi corazón. Se trata del diálogo entre el homicida José Pedraza y una de sus hijas, producido con posterioridad a la entrevista que le realizara. La hija le pregunta por mí y por cómo había salido la reunión. Pedraza le responde: “Es un guacho. Me arrepiento de haberle dado la entrevista”. Un insulto de Pedraza. Dirigido a mí. Creo que es uno de los galardones más elevados a los que puede aspirar un periodista de investigación.