Libertades democráticas
21/8/2018
Una noche que no será eterna
Fotografías de Carlos Mamud, colaborador de Abuelas de Plaza de Mayo y la Asociación Anahí.
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“Al final de la dictadura, más o menos por el 82-83, empecé a militar en Abuelas de Plaza de Mayo. Militaba como fotógrafo, no les cobraba nada por mi trabajo. Esa era mi manera de colaborar”, relata Carlos Mamud por teléfono, movilizado por el fallecimiento de Chicha Mariani, a quien conoció muy de cerca. “Es una metáfora perversa que hayamos despedido a Chicha en medio de la represión a los trabajadores del Astillero Río Santiago”. Dicen que el olor de la pólvora y los gases se sentían en el salón de La Plata donde se velaban sus restos.
Carlos es fotógrafo y documentalista. Actualmente milita en el Partido Obrero, al que se integró por el año 1985, y colabora con el Ojo Obrero. “En esa época, antes de que existiera el Banco Nacional de Datos Genéticos, todavía se usaban las fotos carnet, de cumpleaños o de casamientos para identificar a los compañeros y compañeras. Una de las cosas que hacíamos era reproducir esas fotos, porque no contábamos con los negativos, para armar carpetas”, relata. En aquellos años, durante la primera mitad de la década del 80, a pedido de Chicha hizo además un relevamiento estremecedor de la “Casa de la calle 30”, entre 55 y 56 de la ciudad de La Plata, donde la nuera de Chicha, Diana Teruggi, y sus compañeros Roberto Porfidio, Eduardo Menidburu y Juan Carlos Peiris fueron masacrados por un grupo de tareas al mando de Miguel Etchecolatz el 24 de noviembre de 1976. La pequeña Clara Anahí se salvó, pero aún hoy no pudo ser recuperada por sus familiares.
“Cuando realizamos las fotografías, en el año 1981, con el compañero Grillo –otro de los fotógrafos que colaboraba con Abuelas– encontramos algunas de las cosas de Clara Anahí y de su padres, tal cual las habían dejado después del ´operativo´”. Esas imágenes dieron lugar a la muestra itinerante La duración de la noche, que expuso en centros culturales de La Plata. Volvieron a exhibirse en 2006, cuando Clara Anahí hubiera cumplido 30 años.
Una de esas fotos fue la tapa de la primera edición de Botín de Guerra, el libro de Julio Nosiglia que reconstruye las historias de parte de los 400 chicos apropiados por los genocidas. “Nunca tanto como hoy ese título sigue teniendo vigencia. Los compañeros, sus hijos y sus nietos siguen siendo un ´botín´ de un sistema que protege a sus represores y permite que los pibes se mueran de hambre en la Argentina”.
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