Movimiento piquetero
2/8/2024
“No ven el trabajo que hacen las compañeras para sostener los comedores en los barrios”
Beneficiarios del Potenciar Trabajo refutan la persecución de Bullrich y Casanello.
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Comedores populares.
Uno de los fundamentos arbitrarios de Casanello para procesar a militantes del Polo Obrero y otras organizaciones, en la causa armada por orden Patricia Bullrich para “terminar con los piquetes”, es la afirmación que los beneficiarios del Potenciar Trabajo no trabajan. Esto es una rotunda falsedad. Si así fuera, deberíamos preguntarnos: ¿quién sostiene a los miles y miles de comedores que le dan de comer a cientos y miles de personas en todo el país?
Haremos un breve repaso retomando la saga de informes que realizamos desde Prensa Obrera, recabando los testimonios de los compañeros donde dan cuenta de cuál es su rol dentro del comedor, una tarea exigida por el propio Estado como contraprestación a la asistencia social, el trabajo que conlleva darle de comer a tantas personas y hasta de qué viven.
Los compañeros del comedor “Los Grillitos” de Esteban Echeverría nos cuentan cómo lidian con la falta de entrega de alimentos por parte del Ministerio de Capital Humano, cuya titular se presenta como querellante en la causa: “Desde las 8:00 estamos preparando todo. Como no hay comida, porque el gobierno desde diciembre no nos entrega, hacemos colecta, o sea que todo los días vamos a visitar comerciantes que nos van dando y vamos trayendo lo que vamos pudiendo”.
A puro pulmón los compañeros del Polo Obrero sostienen los comedores para darles de comer a cientos de personas, este trabajo no lo reconocen ni Casanello, ni Bullrich ni Pettovello. “Nosotros nos vamos rotando, somos 4 a la mañana, 4 a la tarde, a veces venimos a la noche también. Hacemos ollas populares acá en la esquina con ayuda de los vecinos, a fuego, porque el gas está muy caro, se hacen filas larguísimas. Nos tildan de vagos pero no ven el trabajo que hacen las compañeras, que dejan a sus hijos en casa para hacer una torta frita, o lo que podamos, para que los chicos del barrio tengan algo”.
En el comedor Mariano Ferreyra, ubicado en Bajo Flores, la cosa no es muy distinta, pero los testimonios nos ilustran sobre las etapas de trabajo que se requiere para lograr que un plato de comida llegue a la mesa de los más pobres. “Abrimos a las 7 de la mañana, empezamos a cocinar bien temprano y a las 12:00 ya se abre el comedor para recibir a la gente. Como está dividido en grupos, vienen a cocinar, a limpiar, hay que recibir la mercadería también, descargar, es una cadena de trabajo”.
Este mismo trabajo se hacía durante la pandemia, a lo que se agregaba la carencia de recursos sanitarios y el riesgo a la exposición al virus. “Se reparte de lunes a viernes 784 raciones de comida. Somos 6 compañeras, 6 cocineras y vienen otras encargadas de recibir lo que llega de frescos y secos. Tenemos un grupo por día, de 4 a 5 personas y se cocinan 138 raciones para el día. Las compañeras se organizaron para poder llevarle la comida a las personas aisladas”, nos contaban los compañeros allá por 2020.
Esta labor constituía la contraprestación que exigía el Estado por la asistencia social miserable que otorgaba. Pero este no es el único trabajo de quienes organizan y asisten a los más vulnerables. La puesta en pie de los comedores es tan solo una parte, luego también recurren a 2 o 3 empleos informales como changas o venta en las ferias para poder subsistir, puesto que los 78 mil pesos que recibe cada beneficiario no alcanza ni para parar la olla.
“Actualmente estoy trabajando, hago changuitas, trabajo en un kiosco, tengo un nene”, “yo trabajo acá y tengo dos trabajos más, y tampoco llego”, “mi mamá trabaja pero el sueldo que le pagan no le alcanza para darnos de comer”, son algunos de los testimonios de los compañeros y compañeras de Los Grillitos. “Voy, limpio casas, ayudo en costura”, “voy bien temprano a vender los sábados y domingos a la feria ropa usada o lo que encuentro en los contenedores, vuelvo de noche”, afirman las compañeras de Bajo Flores.
La persecución que encabeza el gobierno contra quienes organizan a los más pobres busca deslegitimar la labor de estos sectores para palear el hambre y la miseria generada por las políticas antipopulares del propio Estado. Para eso se valen de calumnias e injurias tratando de desprestigiar a estos sectores frente a los ojos de la población, pero su trabajo es lo único que le arrima un plato de comida a los más vulnerables, realiza las campañas de prevención contra el dengue, en los barrios donde el mosquito prolifera, y hasta lo ha hecho contra el covid.
Todas estas tareas, no solamente que no son cubiertas por el Estado, sino que son sostenidas por las organizaciones piqueteras a pesar de ser el blanco de un brutal ajuste fiscal, como es el caso del alimento para los comedores o el recorte de presupuesto para la salud que impacta directamente en las campañas de prevención y en la atención sanitaria.
La lucha contra esta causa hay que darla como parte de la gran lucha contra el hambre y por las libertades democráticas y el derecho a la protesta que quieren pisotear tanto Bullrich y Milei como todo el Poder Judicial. Una primera parada será la movilización del 7 de agosto a Plaza de Mayo, en una columna independiente, exigiendo el desprocesamiento de todos los compañeros y el fin de la persecución política.