Mujer

27/2/2020|1582

8M y 9M Paro internacional y movilización por los derechos de las mujeres

El último 19F puso de relieve la conciencia que existe de que el aborto legal lo conquistaremos en las calles.

El Día Internacional de la Mujer trabajadora es una jornada de alcance mundial, que encuentra en la Argentina una referencia de lucha y de acción. El enorme pañuelazo del 19F le dio al movimiento de mujeres un nuevo impulso y repercusión internacional.


A 25 años de la Conferencia de Beijing, la cuarta conferencia sobre las mujeres organizada por la ONU, los resultados sobre la extensión de la pobreza y la precariedad laboral están a la vista, y se ha recrudecido la avanzada racista y xenófoba en el mundo. Tambén se da el regreso a varios de los reclamos postulados por la segunda ola del feminismo, que fueron liquidados por gobiernos capitalistas de todo pelaje -como los derechos sexuales, reproductivos y anticonceptivos, así como los laborales.


En cada gesta de las protagonizadas en América Latina se puede encontrar el germen de la lucha por los derechos de las mujeres como protagonistas de esos procesos y la referencia a nuestro país. El caso chileno no es la excepción: la saña de los carabineros violando y abusando a mujeres es denunciada en un marco de ascenso de las mujeres y las disidencias, y de sus luchas. 


El último 19F puso de relieve la conciencia que existe de que el aborto legal lo conquistamos en las calles. Una movilización independiente el 8 y el 9M colaborará enormemente en contrarrestar todos los desvíos que el gobierno pretende introducir en su proyecto, y para avanzar en nuevas conquistas.


Asambleas y lucha política


Las asambleas de cara al 8M en la Ciudad de Buenos Aires son ilustrativas sobre la batalla política en curso. En todo el país se están sucediendo y a cada paso nos encontramos con las mismas maniobras y planteos de parte de quienes se han incorporado al gobierno. 


Las asambleas de la Ciudad son hoy menos nutridas que en el pasado. Integrantes del Colectivo Ni Una Menos, con fuerte afinidad con el gobierno actual, sostienen que esa retracción es un claro producto de que en las asambleas discutimos y nos peleamos por diferentes temáticas. Llama la atención que vociferen esto justamente las promotoras de discusiones anodinas. Durante las asambleas de años anteriores las peleas y discusiones no fueron pocas y la gente concurría igual. La pretensión de que una asamblea heterogénea transcurra sin debates políticos es sencillamente una utopía reaccionaria, porque reproduce un estereotipo sobre las mujeres y porque impulsa la conclusión de desintegrar la asamblea y no la de asumir que la heterogeneidad política, de clase y de género produce debates, confrontación de posiciones y peleas políticas. 


La causa de la retracción es la que se ha propagandizado de una inadecuada confianza política en el gobierno actual. Se quita así el protagonismo de las manos de las propias mujeres trabajadoras, que al depositar su confianza en un gobierno, delegan en él el diseño de su destino como clase y como género. Este es un fenómeno político transitorio y sometido permanentemente a una puja política, sin dudas, pero existente y responsable en primera instancia de la retracción en la participación. Tanto en lo relativo a crear rencillas estériles como en cuanto a la propagandización de las bondades de un gobierno que no tiene comprometido ningún programa para satisfacer las demandas de nuestro movimiento, las compañeras que se paran en las asambleas a teorizar sobre los motivos de la retracción deberían reflexionar primero sobre el lugar que ocupan ellas mismas frente a este fenómeno. 


Mientras que en el pasado sindicatos y hasta centrales sindicales promovían alguna participación, en esta oportunidad, en la que cualquier chispa puede encender la mecha contra un gobierno al que responden estas direcciones, la rechazan. La presencia sindical en las asambleas corre por cuenta de aquellos sindicatos antiburocráticos como la AGD-UBA y Ademys o de juntas internas como la que dirige el Inti. Los centros de estudiantes y sindicatos dirigidos por sectores afines al gobierno están totalmente borrados y buscan desmovilizar.


Programa e intento de desvío


El movimiento de mujeres en nuestro país destacó la cobardía de las centrales sindicales, que no lucharon contra el ajuste macrista, y reclama la separación de la Iglesia del Estado. Es un movimiento que explícitamente y en la práctica rechazan el PJ, las conducciones sindicales, el Evita y La Cámpora, que cotidianamente tejen acuerdos con el clero para contener a los y las más pobres. También protestó por los recortes a jubiladas y a las AUH e incluso contra la elevación de la edad jubilatoria para las mujeres (PUAM) contenidas en la ley ómnibus de 2016. Quienes hicieron posible que el macrismo pudiera aprobar aquella ley hoy gobiernan, como en el caso de Massa, que preside la Cámara de Diputados. Desde las usinas pejotistas se quejaron mucho ante las maniobras macristas sobre la extensión cosmética de las licencias por paternidad; sin embargo, ni bajo la forma de promesa aparece el tema seriamente planteado por el gobierno actual. Al desfinanciamiento del sistema previsional, impulsado por 20 años de recortes de los aportes patronales, una clara transferencia de recursos de los trabajadores a la burguesía, le opusieron mayores penurias para los y las jubiladas. El silencio de las propagandistas gubernamentales se hace sentir frente a ataques de semejante dimensión.


Patria Grande y el Movimiento Evita son la voz cantante en la asamblea de Buenos Aires de quienes intentan torcer el rumbo de la movilización, esta vez para evitar que vaya a Plaza de Mayo. El Ministerio de Mujeres, géneros y diversidades no tiene ni el presupuesto ni la disposición política para afrontar las demandas del movimiento de mujeres y disidencias: admiten que se pague la deuda antes de que se dé respuesta a las mujeres, no dicen una palabra sobre las 3.000 que permanecen desaparecidas, según el Ministerio Público Fiscal; parte de ellas impulsan el desarrollo de la prostitución como salida laboral y ocultan la complicidad estatal con la trata de personas; repiten sin ponerse coloradas que el salario indexado es inflacionario; no plantean la recuperación de la jubilación del ama de casa, ni su modificación para que no la financien otros jubilados pobres y para que no tengan que ser las mujeres las que paguen un aporte que no les corresponde hacer porque no fueron ellas las que consintieron trabajar en negro. No levantan la voz para que las trabajadoras de casas particulares no cobren salarios de hambre. Pagar la deuda externa es incompatible con satisfacer las demandas populares -algo que alguna vez sostuvieron las integrantes de Patria Grande. Como ocurre en estos casos, las conversas abrazaron la fe pagadora con más pasión que las genuinas pejotistas. La lista de demandas que no levantan o que han abandonado sigue. Son la pata feminista de un gobierno patronal, que no toca los intereses capitalistas para salir de la crisis sino que agudiza la ofensiva contra las condiciones de vida de las masas, en las cuales las mujeres pasan la peor parte. 


Llamamos a todas las organizaciones independientes del gobierno, sindicales, partidarias, sociales o de mujeres y disidencias, a unir fuerzas para evitar la maniobra en curso y para defender la independencia del movimiento de todos los gobiernos y de las iglesias. 


El 8M pongamos en pie frente a la catedral de Buenos Aires, en plena Plaza de Mayo y frente a las catedrales de todo el país actividades que expresen el repudio hacia la provocación de la curia de armar misas contra las mujeres en el Día Internacional de las mujeres trabajadoras.


El 9M reclamemos a todas las centrales y sindicatos poner en pie asambleas, paros y movilizaciones por demandas concretas de las mujeres. No al pago de la deuda externa, separación de la Iglesia del Estado y aborto legal sin desvíos.


¡Vamos con todo por lo nuestro!