Mujer

28/7/2020

A 100 años del nacimiento de Rosalind Franklin, ¿qué tanto cambió la opresión de las mujeres en ciencia?

Sus descubrimientos clave sobre el ADN fueron usurpados, sin siquiera ser mencionada en el Premio Nobel otorgado por ellos en 1962.

UJS Exactas

Un 25 de julio de hace 100 años nacía Rosalind Elsie Franklin, química y cristalógrafa británica y de familia judía, responsable de grandes aportes, en particular al desarrollo de la estructura de la molécula del ADN, revolucionando a la ciencia para finales del siglo XX y contribuyendo a que la misma avanzara en tiempos nunca vistos hasta entonces.

En las últimas décadas, desde los espacios académicos científicos, así como también desde los movimientos de mujeres en distintas partes del mundo, se realzó la figura de la científica, a quienes sus colegas varones subestimaron y creyeron incapaz de poder reconocer el significado teórico de sus propias investigaciones por ser mujer.

Su trayectoria y descubrimientos y el “precio” que pagó por ser mujer

Desde sus comienzos en la ciencia, Rosalind tuvo que batallar por un lado con las presiones de su familia, que se había dedicado durante décadas a las actividades bancarias y esperaba lo mismo para ella; y por el otro con la orientación bélica de los Estados europeos.

Obtuvo una beca económica para poder estudiar en Cambridge, frente a lo cual su padre, en clara disconformidad con esa elección, le “sugirió” dar ese dinero a les estudiantes refugiades de la guerra. A pesar del no apoyo de su familia al comienzo de sus estudios, Franklin estudió y realizó su doctorado en la Europa de la Segunda Guerra Mundial, en un contexto donde la ciencia estaba fuertemente orientada por las necesidades bélicas de los Estados capitalistas en guerra. Es así como desarrolló y contribuyó en investigaciones como el grafito y carbón, muy utilizados en el periodo bélico. Acabada la guerra, continuó estudiando en París, donde aprendió la técnica de difracción de Rayos X que años más tarde la convertiría en una experta a nivel mundial y aplicaría, poco tiempo después, a la molécula del ADN.

En 1953, James Watson y Francis Crick presentaban al mundo la “molécula de la vida” que cambiaría a la Biología Molecular y a la Genética del siglo XX. Esto fue posible gracias al robo de la famosa “fotografía 51”, obtenida por las técnicas  de difracción de Rayos X, de Rosalind Franklin por parte de su colega Maurice Wilkins, quien no le pidió autorización para entregar dicha foto al dúo de Cambridge, que hacía meses no conseguía avances en los estudios de la molécula -ello, cuando Franklin, un año antes, había escrito acerca de cómo se ubican los grupos fosfatos en el ADN, sin conocer aún su forma y la cantidad de cadenas de la misma.

En 1962, Crick, Watson y Wilkins recibieron el premio Nobel de Medicina y Fisiología por este descubrimiento. Si bien Rosalind había fallecido cuando el galardón fue entregado, no fue mencionada en el discurso y solamente se hizo una breve mención en el artículo publicado en Nature.

La polémica del descubrimiento del ADN tiene dos aspectos importantes a destacar. El primero es el rol de la mujer en la ciencia y la omisión intencional de su trabajo por no considerarla capaz de hacer ciencia a la par de hombres. El segundo, no menos importante, es el de la competencia que existe entre los grupos de investigaciones científicas a nivel mundial por quien publica más rápido y en mayor cantidad, que al día de hoy sigue presente y que provoca que cada vez se vuelva más competitivo el sistema científico.

Por aquellos años, en muchos ámbitos científicos a las mujeres se las trataba como investigadoras de segunda. Existían incluso restricciones irrisorias, como no permitirles tomar café con sus colegas hombres, al tiempo que recibían comentarios sexistas sobre su apariencia o eran tratadas como asistentes solo por ser mujeres. A pesar de que Rosalind a los 32 años era considerada la mejor cristalógrafa del mundo, ella “trabajaba en el Proyecto de Wilkins”. Todas estas restricciones hoy en día son irreales.

Incluso Rosalind fue víctima de los comentarios misóginos de Watson, quien en su libro La doble hélice hacía referencia a la científica de una forma muy despectiva: “Estaba decidida a no destacar sus atributos femeninos. Aunque era de rasgos enérgicos, no carecía de atractivo y habría podido resultar muy guapa si hubiera mostrado el menor interés por vestir bien. Pero no lo hacía. Nunca llevaba los labios pintados”. En la misma línea, haciendo alusión a su carácter, decía que a Rosalind “había que ponerla en su sitio” reflejando la jerarquía que tenían los hombres dentro del laboratorio y rematando con su famosa frase: “el mejor lugar para una feminista es el laboratorio de otro”. Al científico norteamericano además se lo conoce por sus dichos sexistas, xenófobos y homofóbicos, queriendo hacer valer sus polémicos comentarios por sus conocimientos en biología y justificando “que está en los genes” -algo que no escapa del panorama actual, donde vemos científiques que responden a intereses reaccionarios y en contra de las mayorías, usando a la ciencia para justificar la opresión de la clase obrera.

El cuello de botella en ciencia para mujeres y su relación con el sistema capitalista

El sistema científico actual sigue sosteniendo sesgos de género, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿qué tanto cambió para las mujeres desde entonces?

El porcentaje de mujeres en ciencia a nivel mundial no alcanza siquiera al 30%, y muy pocas llegan a ocupar puestos de alta jerarquía en la investigación. Este cuello de botella en ciencia se explica por el propio régimen social de explotación capitalista en el que nos encontramos haciendo ciencia, comenzando por el lugar histórico que ocupó la mujer trabajadora en las tareas del hogar y cuidado de les niñes, siendo el propio Estado el garante de construir y reforzar estos roles sociales en donde se coloca a la mujer por debajo del hombre. Y al día de hoy se sigue notando en ciencia esta brecha jerárquica y salarial entre mujeres y varones, que también sufrieron las pocas mujeres que pudieron hacer ciencia en el siglo pasado, como es el caso de Rosalind.

Asimismo, tanto mujeres como varones que se dedican a la ciencia, siendo  investigadores en formación y/o docentes auxiliares, no tienen derechos laborales básicos como licencia por maternidad-paternidad, obra social familiar, aguinaldo, y sobre todo no gozan de estabilidad laboral, debiendo competir por sus puestos. En nuestro país la mayoría de les becaries doctorales y post-doctorales son mujeres, mientras que en puestos jerárquicos, este porcentaje se invierte, llegando a ocupar apenas el 25%.

En este contexto de pandemia y crisis, donde las tareas de cuidado y del hogar recaen principalmente sobre las mujeres, profundizando aún más esta brecha en ciencia: algo que se ve reflejado en una disminución de producción de papers por parte de las mujeres, en un ámbito gobernado por la competencia. A su vez, quienes deciden ejercer la maternidad se ven muchas veces forzadas a dejar de lado sus carreras, dado que el sistema científico pone muchas trabas a la hora de maternar e investigar.

Es por esto que reforzamos nuestro planteo de organizarnos con independencia política del Estado y de todos los gobiernos para luchar junto con investigadores por derechos laborales y para terminar con el cuello de botella de mujeres en ciencia. Pero también resaltamos la importancia de luchar por terminar con el régimen capitalista, responsable de la opresión hacia las mujeres y diversidades y la competencia académica.