Después de mes y medio de debate asambleario e iniciativas de todo tipo llegamos a este nuevo 8 de marzo con más de 80 mil personas en las calles en una marcha unitaria, independiente y de lucha contra el ajuste de Javier Milei y Martín Llaryora.

La previa a la marcha concentró la participación de todos los sectores en lucha. Pero, además, por primera vez luego de cuatro años de permanecer ausentes de las calles, la intersindical de género, la Utep y demás organizaciones nucleadas en Alerta Feminista, propusieron una mesa de articulación con el objetivo de allanarse a una convocatoria común. Aunque rehusaron sumarse abiertamente a debatir en las asambleas, el pedido de reuniones para construir la unidad reconoció sin duda una dirección del movimiento en la cabeza de la asamblea Ni Una Menos-Córdoba.

La negativa a debatir en instancias en las que participan trabajadoras y activistas de sus propios gremios se debe a que ello hubiera precipitado una rápida derrota en sus posiciones y evidenciado el retroceso organizativo de las burocracias sindicales. Si bien es cierto que la decisión de acceder a este mecanismo de articulación desde ya implicó una concesión, también es cierto que no aceptarlo hubiese sido interpretado por sectores independientes como una señal contra la concreción del frente único de lucha. En ese sentido, siempre entendimos la marcha unitaria como una conquista de quienes luchamos y no de quienes ahora vuelven planteando condiciones para la unidad.

Así las cosas, el sostenimiento de la independencia política y los métodos de acción directa adoptados por el movimiento que nunca abandonó las asambleas y las calles fue puesto a prueba en función de lograr la anhelada unidad. Un primer punto de inflexión estuvo dado por la negativa a denunciar al gobierno provincial de Martín Llaryora, debido a la integración política del kirchnerismo al PJ, por un lado; pero particularmente debido a la política de cooptación que llevó a no pocas feministas K a ocupar cargos como funcionarias en áreas del gobierno provincial.

El intento de limitar el alcance de las responsabilidades políticas anteponiendo el carrerismo de algunas funcionarias, sucumbió ante una provincia atravesada por el conflicto docente que clavó dos paros de total acatamiento y multitudinarias movilizaciones que cuadriplicaron a la a la burocracia celeste contra la miseria salarial no solo de Milei sino fundamentalmente de Llaryora. Y es que el gobierno provincial aprovecha la motosierra y licuadora de Milei para llevar adelante su propia agenda de ajuste, que hasta el momento es incluso más brutal que la nacional. No denunciar a Llaryora y marchar con sectores integrados a su gobierno hubiera sido un tiro al pie imperdonable a lucha estratégica que libra la docencia, uno de los gremios más grandes y feminizados de la provincia.

Finalmente, la consigna consensuada que evoca “el ajuste de Milei y sus cómplices” en términos generales fue concretada en la denuncia a Llaryora por una inmensa primera línea de luchas encabezadas por Uepc Capital, estatales, trabajadoras de comedores escolares despedidas, cocineras de comedores populares, monotributistas y contratadas de distintas áreas de la administración pública, etc; que acertadamente batallamos por ubicar en un rol protagónico en la cabecera.

Así, junto a los carteles contra Llaryora, la exigencia del paro general a las centrales sindicales de la CGT y CTAs impuesto también en la consigna de cabecera, fue vivado durante toda la marcha. La Intersindical que no convocó a asambleas ni al paro efectivo en ninguno de los más de 30 sindicatos que nuclea, a pesar de las maniobras y ante la presión de sus bases debió acatar esta posición como un eje central de la convocatoria.

La marcha concluyó con la lectura de dos documentos. El principal, elaborado en sendas asambleas, y luego el de Alerta Feminista. Si bien la denuncia al plan de ajuste de Milei estuvo presente en ambos, la perspectiva de cómo enfrentarlo solo la aportó el primero.

Con todo, la marcha fue histórica, no solo por su masividad y porque logró reunir a todos los sectores del movimiento de mujeres de la provincia, sino porque se convirtió en un punto de apoyo para el triunfo de todas las luchas. La unidad lograda en estos términos es el resultado de una batalla política por la independencia de todos los ajustadores, los de ahora y los de ayer, los del orden nacional y provincial. Esa es la unidad que defendemos para toda la clase trabajadora, la que sirva para ganar contra los ajustadores.

 

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