Mujer
26/6/2020
Córdoba: las mujeres son las más precarizadas en el sistema de salud
Organicémonos por un programa para las trabajadoras del sector.
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Un reciente estudio elaborado por el Observatorio de la Federación de Entidades Profesionales Universitarias de Córdoba (Fepuc) relevó la profunda desigualdad laboral entre hombres y mujeres en el sistema sanitario. Mientras la provincia cuenta con un 69,6% de personal femenino en el sector salud, estas perciben ingresos hasta un 41% más bajos. Asimismo, el informe destacó que seis de cada diez son el principal sostén del hogar.
La brecha salarial radica en varios factores. Por un lado, la inmensa mayoría de las trabajadoras mujeres se concentra en profesiones fuertemente feminizadas, que son a su vez las más precarizadas. Es así que, mientras el valor promedio de la hora en salud ronda los $284, para las fonoaudiólogas este valor cae a $227, según indica el informe de Fepuc. Hablamos de un sector que concentra el 98% de profesionales mujeres, donde la mayoría se desempeña como trabajadoras monotributistas precarizadas por diferentes obras sociales, e incluso por el propio Estado.
Una situación similar se visualiza en áreas como bioquímicas, que ha tenido históricamente una matrícula que oscila entre el 70% y el 80%. O entre las nutricionistas, que con una matrícula 90% femenina, cuenta con un valor promedio de la hora de trabajo de los más bajos en el ámbito de la salud: entre los $210 y $250.
El caso de enfermería es un caso testigo de precarización laboral entre profesiones feminizadas. Si bien las paritarias fijan un salario indiscriminado para todo el sector, se trata de los salarios más bajos en salud. Un profesional del sector, con 10 años de antigüedad, gana unos 40 mil pesos, lo que empuja a miles de trabajadores/as al pluriempleo. Sin mencionar las cientos de contratadas que a duras penas llegan a los $30.000, muy por debajo de la línea de la pobreza. Entre las profesionales de enfermería, el 83% por ciento son mujeres y el 73% por ciento es principal sostén de familia.
El informe es contundente. La salud no se escapa a la norma general; los trabajos más precarios son reservados para las mujeres, mientras que la feminización de las profesiones en salud es utilizada como vara para la reducción salarial.
Sin embargo, otro elemento de peso es la cantidad de horas trabajadas y la dedicación profesional. Uno de los datos más relevantes es que entre los profesionales hombres, la dedicación es hasta un 20% superior -que, combinado con el acceso a cargos de jefaturas o direcciones de áreas, elevan el promedio. Esto introduce un elemento central a la hora de pensar en la desigualdad salarial.
El trabajo no reconocido que pesa mayoritariamente sobre las mujeres o identidades feminizadas de crianza de hijes, atención y cuidado de adultos mayores y labores domésticos es un factor decisivo que incide en la carrera laboral de las profesionales. Estamos ante la cara cruda de la doble opresión, que mantiene esclavizadas a las mujeres con una doble jornada laboral que no es reconocida.
La situación se agrava ante el desconocimiento flagrante de derechos adquiridos en todo el sistema sanitario, empezando por la órbita pública. Si bien el artículo 179 de la Ley de Contrato de Trabajo (LCT) dice que “en los establecimientos donde preste servicios el número mínimo de trabajadoras que determine la reglamentación, el empleador deberá habilitar salas y guarderías para niños”, este artículo (que data de 1974) nunca fue reglamentado. No existen entonces en los centros de salud, jardines materno-paternales que permitan a las trabajadoras continuar con su desempeño laboral; tampoco existe una compensación específica por este ítem. En el caso de los horarios de lactancia en los establecimientos, garantizado por el art. 179 de la misma ley, es directamente inaccesible, ya que no se cuentan con espacios adecuados en instituciones más que abarrotadas.
Demás está decir que las miles de profesionales que se desempeñan como monotributistas están absolutamente exentas de garantías mínimas, como la estabilidad laboral durante su embarazo, la asistencia social y médica adecuada, el goce de la licencia por maternidad, o la asignación familiar. Una vez más estamos hablando del sector con una inmensa mayoría de trabajadoras mujeres, en muchos casos jefas de hogar. Esta desprotección, alimentada por una política deliberada del gobierno provincial -que tiene al 30% del personal hospitalario contratado o como monotributista-, termina convirtiendo al embarazo en causante de despido, o a la maternidad en una barrera a la hora de acceder a puestos estables y jerarquizados.
Las consecuencias de esta situación no quedan restringidas a las trabajadoras de la salud, sino que afectan de manera directa la asistencia sanitaria de las mujeres y disidencias en general. No es menor el hecho de que las especialidades médicas que centran su atención en la salud femenina y de la diversidad sexual, sean las más postergadas en términos presupuestarios, incluso sometiendo a las profesionales de dichas áreas a recurrentes casos de discriminación y violencia laboral, otra forma de violencia de género.
Por un programa para las trabajadoras de la salud
En el cuadro de pandemia que golpea sobre las y los trabajadores de la salud, se vuelve más necesario que nunca fortalecer un programa de las mujeres trabajadoras en salud, extensivo a las disidencias sexuales por demás estigmatizadas en el sector, que parta de la lucha contra la precarización laboral, uno de los principales flagelos de las profesionales. Es necesario elaborar y defender un programa integral de protección a la maternidad que plantee los jardines materno-paternales en los lugares de trabajo o el resarcimiento monetario por los gastos en que se incurriera, la extensión de la licencia por maternidad y paternidad, centros de lactancia adecuados y accesibles, jornadas laborales adecuadas y una serie de medidas que garanticen la igualdad en el desarrollo de la carrera profesional.
Asimismo, es necesario desenvolver una lucha a fondo por erradicar cualquier tipo de violencia y discriminación hacia las mujeres y disidencias en salud, poniendo en pie protocolos y mecanismos elaborados y discutidos por todas las trabajadoras.
En esta línea, impulsaremos una serie de iniciativas en los hospitales para favorecer la organización de las profesionales y trabajadoras del sector.