Mujer

23/8/2016

DEBATES: el lobby empresarial contra el parto domiciliario

El juicio en Neuquén contra una pareja acusada de homicidio culposo por la muerte de su bebé en un parto domiciliario colocó en el tapete la cuestión de la situación obstétrica en nuestro país. Prensa Obrera publicó el 28 de julio, al respecto, una nota titulada "Parto domiciliario y violencia obstétrica". La siguiente es una contribución al debate.


La perfidia de la campaña mediática contra el parto domiciliario luego de la muerte del bebé en Neuquén, encubre un tema central: la de las muertes de madres y bebés durante el parto que suceden dentro de las propias clínicas médicas. A esto se suma la estimación de que una de cada diez mil mujeres puede morir en el parto por cuestiones inevitables, pero por supuesto, los negocios de la salud debidamente asegurados ante tales circunstancias pueden rápidamente sortear cualquier acusación de mala praxis y clasificarlas de esta forma, o bien responder que se ha cumplido con los protocolos médicos establecidos. 


 


Y he aquí la otra cuestión de la que poco o nada se habla: los famosos protocolos médicos que en muchos casos funcionan como resguardo de prácticas preestablecidas, incuestionadas, y alejadas de la situación particular del atendido. Y así el parto domiciliario no es resultado del esnobismo, como algunos etiquetaron al surgir el debate, sino de la creciente peligrosidad que el abuso de “protocolos” en las clínicas genera en la salud de la madre y el bebé, como ser las famosas cesáreas o intervenciones innecesarias, al punto que muchas madres, ya conciben como más riesgoso ir a una clínica que parir en casa. 


 


A fin de acelerar los partos vía oxitocina (goteo), ruptura de bolsas, y maniobras muchas veces desaconsejadas para favorecer y agilizar la expulsión como el uso de ventosa o la dilatación manual, las complicaciones en los partos y problemas respiratorios del bebé pasan a ser cosa común. No esperar los tiempos normales de las contracciones, que pueden llevar horas, días, justifican el aumento de la intervención médica y farmacológica en el nacimiento. El argumento se revierte, se distorsiona. Se teme que el parto domiciliario no pueda enfrentar estas complicaciones que sin embargo la mayoría de las veces son ocasionadas por la propia intervención institucional con sus tiempos cortos, normativas y capacidad de lavarse las manos frente a cualquier desavenencia. El sector de maternidad en los hospitales es el que dentro de las internaciones genera la mayor diferencia entre ingresos y egresos porque no se trata de enfermos, y se estima que son las mujeres que van a parir las que sostienen muchas de estas clínicas al presentar el mayor índice de facturación basado en el llamado Giro Cama, indicador asociado a la productividad de la institución en tanto mide el número de pacientes que en promedio pasan por una cama en un período determinado. 


 


Y después vienen los temores, que existen, pero que tampoco se resuelven necesariamente en la clínica médica misma donde muchas veces hay espera en los quirófanos, no hay habitaciones o tampoco existe la infraestructura necesaria para atender las complicaciones que puedan surgir. A su vez, dentro de las complicaciones posibles en un parto, las más temidas son las hemorragias, que pueden ser detenidas en las casas por las propias parteras mediante los mismos mecanismos que se utilizan en los sanatorios o bien realizarse el traslado correspondiente, siendo sin embargo menos probables en los casos de parto sin intervenciones al entrar inmediatamente en contacto el bebé con la mamá luego de nacer. Así lo explican desde la Asociación Argentina de Parteras Independientes que muestran que los casos de hemorragias postparto son de un 0,4% en el caso de los domiciliarios y del 14% en las instituciones. 


 


Con varios panes bajo el brazo


 


Las facturaciones de las instituciones a las obras sociales superan los costos de los partos domiciliarios en tanto que comprenden variaciones por los servicios de hotelería brindados, además de sumar médicos, anestesistas, fármacos y demás costos propios de la misma intervención. Y así se da lugar al más alienado y real de los esnobismos, que es elegir una clínica porque tiene habitaciones grandes y de buen aspecto más que por la calidad del parto. En definitiva es la única opción -aparente- que les queda a los padres. Las enfermeras se transforman en una especie de azafatas, el obstetra en dueño de la madre, el pediatra en dueño del bebé, y el neonatólogo en Dios. Y acá otra de las grandes estafas: la sección de neonatología maneja números muy altos y normalmente se encuentras tercerizadas dentro de las propias clínicas. Deben tenerlas ocupadas, lo que según varios médicos que defienden el parto respetado, conduce a que bebés sanos sean enviados a internación “por las dudas” lo que en sí mismo puede generar riesgos muy altos, además de la separación del bebé que atenta contra la lactancia. 


 


La Ley 25.929 de Parto Respetado puede ser utilizada para que las obras sociales, las prepagas y el sector público reconozcan el derecho al parto respetado y las prestaciones alternativas que son de hecho sugeridas por las OMS, y que sin embargo muchas instituciones no prestan en tanto que la normativa deja algunos agujeros y zonas grises que no lo efectivizan. Es en este marco que algunas obras sociales comenzaron a reintegrar los costos del parto domiciliario.


 


La mercantilización del parto por parte de las instituciones, el Estado y los procesos de privatización y vaciamiento de la salud en el país, son los que verdaderamente atentan contra la salud de madres y bebés durante el nacimiento, quienes se transforman en verdaderos “pacientes” enajenados de una de sus experiencias más vitales. El derecho al parto domiciliario debe ser complementario al derecho a contar con instituciones públicas con pautas de procedimiento y lugares adecuados.


 


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