Mujer

2/9/2020|1604

El aporte al PBI del trabajo “doméstico”

A propósito del informe presentado por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género.

El Ministerio de Economía de la Nación, a través de su nueva Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género (que conduce la economista Mercedes D’Alessandro), monetizó la incidencia del Trabajo Doméstico y de Cuidados No Remunerado (TDCNR) en el Producto Bruto Interno del país. El informe realizado y emitido el 1º de septiembre arroja que la actividad de trabajos en los hogares y de cuidado de personas representa un 15,9% del PBI y que, bajo la pandemia, esta incidencia trepó al 21,8% del mismo. De acuerdo con estos porcentajes, la actividad encabeza la lista de actividades de mayor aporte a la economía nacional.

En 2018,el mismo cálculo había sido hecho por la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires, sobre la base de una encuesta del uso del tiempo que el organismo había realizado en 2016. Tomando los mismos criterios de cuantificación, por entonces el trabajo “doméstico” en la Ciudad representaba el 13,4% del PBI regional (E. Pozzo, El Cronista, 13/3/18).

En el informe emitido por el Ministerio de Economía se destacan algunas precisiones de esta medición acotada a una jurisdicción: “la UT-CABA, además, contiene información sobre la cantidad de tiempo dedicado al TDCNR por quintil de ingreso (…) las mujeres del quintil de mayores ingresos dedican en promedio 3,3 horas diarias (3 horas y 18 minutos) al TDCNR, mientras que las más pobres invierten 7,1 horas (7 horas y 7 minutos) de su día, lo que equivale a casi una jornada laboral”. Una distinción de clase más que necesaria para atender y entender el fenómeno.

¿Cómo es el cálculo?

“En el presente estudio para el caso de Argentina se decidió utilizar el método generalista, que en nuestro país es el ingreso más bajo de los mencionados, con el fin de establecer un valor de mínima que sirva como parámetro, aún cuando se trata de una metodología conservadora”, apunta el informe. En los países de América Latina, en los cuales se viene realizando este cálculo, el método utilizado es diverso; en el informe se explica que utilizan -para asignar valor a las horas destinadas al trabajo en el hogar- el “método especialista”, que toma de referencia profesiones cercanas a las tareas que se quieren monetizar. En el caso de nuestro país se usa como medida el salario de las trabajadoras de casas particulares solamente, que constituye, junto con el salario de algunos municipios, uno de los salarios más bajos del país. Teniendo en cuenta estas diferencias de mediciones, México se coloca en el 24% de su PBI y Colombia en el 20,4%, por nombrar dos casos.

Según esta nueva encuesta, y tal como se mencionara en el informe de marzo, “Las Brechas de Género en la Argentina. Estado de situación y desafíos” (presentado por la misma dirección oficial en marzo), las mujeres realizan más del 75% de las tareas domésticas no remuneradas. El 88,9% de las mujeres participan de estas tareas y les dedican en promedio 6,4 horas diarias. Mientras tanto, solo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias. Esta distribución de horas es la que nutre la base del cálculo general de horas por las que se multiplicará la hora de trabajo de la empleada doméstica registrada, para finalmente obtener la cifra correspondiente al 15,9% del PBI.

El informe explica que “se utilizó la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para calcular el valor de mercado o ingreso promedio por hora del personal de casas particulares, de 86,1 pesos por hora según datos del cuarto trimestre de 2019”. Para hacer el cálculo se toma como referencia el salario de indigencia de las Trabajadoras de Casas Particulares, establecido por el propio gobierno, ya que es un “régimen especial” que requiere de un decreto presidencial para la aplicación de la modificación de sus escalas salariales.

El documento compara por ramas la incidencia del aporte que representa al PBI una vez que se monetiza: “el TDCNR representa un 15,9% del PBI y es el sector de mayor aporte en toda la economía, seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13,0%). En total, se trataría de un aporte de 4.001.047 pesos, valor que resulta de la gran escala a la que se realizan las tareas domésticas no remuneradas en los hogares”.

La orientación gubernamental

Como se puede observar, un cálculo con el método “especialista”, que monetice la tarea de asistencia educativa en el hogar sobre la base del salario docente o la tarea de cocina en base al convenio gastronómico, elevaría esta comparación de manera sustancial. Pero no es inocente no utilizar estos parámetros: a ver si todavía las mujeres que cargan con las tareas domésticas se piensan que tienen derecho a ganar un ingreso que les permita alimentar a los integrantes de su hogar y gozar del esparcimiento necesario para ella y su familia. De ninguna manera.

Las tareas de cocina, seguidas por las de cuidados y finalmente las educativas, son las que más carga producen al interior de los hogares. A esto hay que sumarle que hay casi un 20% de la población femenina económicamente activa que vive de continuar realizando esas mismas tareas fuera de los hogares propios, por un ingreso de 18 mil pesos por 8 horas de trabajo, algo que tipifica la consideración que el Estado tiene sobre las tareas que ahora gusta de cuantificar y sobre quiénes las realizan, las mujeres. Sobre este tema no hay mención alguna de parte del ministerio.

Otro tema ausente en el informe es la dimensión del problema relacionado con la socialización de las tareas domésticas y de cuidados, mecanismo que está en retroceso desde hace años y que pretende ser reemplazado por ingresos asistenciales que condenan a las mujeres a persistir aprisionadas y cada vez más esclavizadas y, por menos ingresos, al interior o del hogar propio o de uno ajeno de los dos.

La dimensión que siempre se marca es la del reparto entre hombres y mujeres de la explotación doméstica. Una buena aspiración que en absoluto resuelve el hecho de que es esclavitud doméstica y que el desarrollo tecnológico permitiría avanzar fuertemente en su socialización si no fuera por el capitalismo, que está en una fuerte crisis y que busca al máximo transferir gastos patronales y cargas de todo tipo sobre las espaldas de las y los trabajadores. La pérdida de poder adquisitivo, la asistencia basada en la recaudación que los propios trabajadores aportan por el sistema de recaudación jubilatoria o por el cobro compulsivo del IVA, una composición de la caja de la Anses durante años, diezmada por las rebajas de aportes patronales que se niegan a reponer, son algunas muestras de la operación de transferencia de recursos que la burguesía opera para contrarrestar la crisis en curso.

Ocurre que la socialización de las tareas domésticas y de cuidados no puede estar en el horizonte de una corriente política, ni de su rama feminista, que se ha puesto como objetivo principal responder al FMI y al ajuste fiscal que este exige.

Socializar esas tareas implica obligar a las empresas a respetar la ley de Contrato de Trabajo y otras reglamentaciones relativas a la implementación de jardines “maternales” en los lugares de trabajo. Sin embargo, este gobierno no ha querido siquiera obligarlas a respetar el decreto de prohibición de despidos. También requiere la puesta en pie de obra pública y la contratación de personas formadas para conseguir una atención de calidad para niños y adultos. Algo que tampoco es compatible con el pragmatismo feminista fondomonetarista, que plantea conformarse con reemplazar la atención de calidad tirándole unos pesos a alguna tía que esté cobrando la “jubilación del ama de casa”, con la que claramente no puede vivir. Hay que ver lo inhumana que puede ser la pretendida perspectiva de género de un país capitalista atrasado, con su economía primarizada, endeudado y dispuesto a adaptarse a esa situación.

La orientación general del feminismo gubernamental es la de ofrecer una perspectiva de género al ajuste capitalista que están más que dispuestas a implementar. La cuestión de clase atraviesa con fuerza la mirada de la funcionaria que goza de beneficios a los que gusta presentar como parte de un beneficio común. No. Las mujeres en nuestro país estaban muy mal, empeoraron con la pandemia, y el plan económico post pandemia lo único que ofrece como perspectiva es puestos en el Estado con perspectiva de género para algunas y mucha hambre para la mayoría. Este plan debe ser enfrentado con independencia de los dos bandos capitalistas en pugna, empezando por el gran movimiento de mujeres, que ha sido el eje de la movilización popular contra el ajuste macrista y que hoy no debe permitir los nuevos ajustes que se están implementando, aunque se hagan bajo otro maquillaje.