Mujer
31/7/2017
El cinismo de Esteban Bullrich: utilizó el “Ni Una Menos” para atacar el derecho al aborto
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@tomaseps
El principal candidato de Cambiemos en la neurálgica provincia de Buenos Aires, Esteban Bullrich, se despachó en una entrevista radial con una sentencia brutal: en FM Blue, el recién salido ministro de Educación afirmó que “Ni una menos es también que si hay una beba adentro (del cuerpo de la mujer embarazada), ni una menos porque también la estás matando".
La infeliz analogía entre la lucha popular contra los femicidios y la ilegalización del aborto revela el cinismo del gobierno macrista, y su confesa enemistad con los reclamos más elementales del movimiento de mujeres. No extraña viniendo de un hombre de estrechos lazos con sectas oscurantistas como el Opus Dei y Legión de Cristo.
Bullrich se hace eco del movimiento por Ni Una Menos, cuando en este ha calado de forma creciente la conciencia de la responsabilidad del Estado en los masivos asesinatos de mujeres, como han mostrado las movilizaciones al centro del poder político, en Plaza de Mayo. Lo ponen de manifiesto la desprotección de las víctimas, el desfinanciamiento de los organismos encargados de amparar a las mujeres, la colonización de la justicia por magistrados misóginos y reaccionarios, el nulo desmantelamiento de las redes de trata y el reforzamiento de las fuerzas de “seguridad” cómplices de esas mafias.
Al flagelo de los femicidios se suman los cientos de casos por año de muertes por abortos clandestinos. Como sus antecesores kirchneristas, el macrismo mantiene con el Vaticano un pacto de hierro para impedir la legalización del aborto, reforzando así una de las formas más extremas del tutelaje reaccionario del Estado y la Iglesia sobre el cuerpo de las mujeres. La atención de los Abortos No Punibles sigue sometida a trabas de todo tipo y al tratamiento arbitrario de los mismos en los centros sanitarios.
A su turno, la injerencia de la Iglesia católica y otras instituciones religiosas en la educación pública –bajo la égida en los dos últimos años de Bullrich– priva a millones de jóvenes del acceso a educación sexual con una perspectiva científica y laica. Es lo que sucede de forma acentuada en provincias como Tucumán y Salta, donde se imparte educación religiosa en horario de clase e incluso se hace rezar a los alumnos a la entrada o salida de clases. Meses atrás, el ministro todavía en funciones prometió reforzar esta orientación, sosteniendo que “todas las religiones debían tener espacio en la educación”.
El macrismo pretendió combinar esta orientación contraria a los derechos de la mujer con la cooptación de referentes del movimiento: fue el caso de la designación de la feminista Fabiana Túnez al frente del Consejo Nacional de las Mujeres. No pudo mostrar, sin embargo, avance alguno en la erradicación de la violencia contra la mujer; por el contrario, se encargó de privatizar a través de ONG’s los limitados centros de asistencia a las mismas. El recorte de la asistencia se expresa también en que en buena parte del sistema de salud público no se entregan anticonceptivos.
Bullrich, finalmente, estuvo a la cabeza del plan de guerra del macrismo contra los docentes, una pieza clave en la ofensiva contra la clase obrera (despidos, paritarias a la baja, cláusulas de productividad), que golpea con particular dureza a las mujeres –la fuerza de trabajo más precarizada. Su candidatura es en buena medida un premio por este rol antiobrero, y una muestra más de la profundización del ajuste que se prepara para después de octubre.
Las declaraciones del candidato son el emergente de todo un régimen político enemigo de las mujeres, que se vale del tutelaje sobre los cuerpos y de la violencia contra la mujer como un factor de disciplinamiento para sostener la explotación social. Las fuerzas de la oposición patronal han gobernado y legislado con esta misma orientación.
Solo el Frente de Izquierda defiende a fondo los reclamos del movimiento de mujeres, reivindicando abiertamente el aborto legal, seguro y gratuito, exigiendo la separación de la Iglesia del Estado y denunciando la responsabilidad del Estado en la violencia hacia la mujer. Por esta perspectiva, integralmente unida a la lucha por una transformación social dirigida por los trabajadores, el FIT da la batalla todos los días y lo hará también en la campaña electoral.