Mujer

8/3/2007|982

El llamado trabajo doméstico

No hay ninguna tarea que no pueda realizarse socialmente


En Prensa Obrera apareció un debate a raíz de la intervención de la compañera Vanina en un programa de Canal 26 en relación con el proyecto de reforma del Código Civil de la diputada Marcela Rodríguez (ARI) sobre la obligación de los maridos a colaborar en las tareas domésticas.


 


Todas las posturas parten del concepto de que la tarea doméstica es inevitable. Considero que el desarrollo de la ciencia y la tecnología ha llegado a un punto en que hay muy pocas tareas que no pueden organizarse socialmente en una línea de producción.


 


Dentro de las tareas de las amas de casa del siglo XIX estaba la de confeccionar la ropa; sólo las más acomodadas accedían a la modista o el sastre. Tejían los pullóveres y antes hilaban la lana.


 


Desde la irrupción de la industria textil y del vestido resulta accesible y económico comprar ropa en los comercios del ramo.


 


Otro ejemplo: hasta hace una década lavábamos pañales, hoy existe en el mercado variedad de pañales desechables.


 


¿Por qué no aplicar este criterio a otras actividades? Existen lavaderos, donde lavan la ropa y la entregan planchada. La gastronomía ha evolucionado y hay lugares donde se podría adquirir comida elaborada y segura.


 


El problema es social


 


En primer lugar la mayoría de las trabajadoras y trabajadores tenemos sueldos por debajo de la canasta familiar. Segundo, el gasto del lavadero y la rotisería no están incluidos en esa canasta familiar porque se los considera gastos excepcionales. Tercero, no hay producción social de alimentos elaborados, ni lavaderos industriales, ni brigadas de limpieza domiciliaria que permitan abaratar costos porque, en el capitalismo, el desarrollo tecnológico está puesto al servicio de aumentar la tasa de ganancia y no de mejorar las condiciones de vida de la humanidad.


 


No hay ninguna tarea esencialmente doméstica, que no pueda realizarse socialmente, en una línea de producción, y que sus productos estén disponibles para toda la comunidad.


 


Socializando estas actividades tendremos nuevos puestos de trabajo en lavaderos industriales, en la producción masiva de alimentos elaborados, en brigadas de limpieza. Realizadas en forma colectiva, que es el germen de la organización obrera.


 


El sistema capitalista pretende encerrarnos en las tareas domésticas, o imponernos la doble jornada laboral. La legisladora Rodríguez cree defender a la mujer al plantear que esas tareas las realicen los maridos, pero en realidad defiende al capitalismo que se beneficia del trabajo gratuito.


 


Para terminar con la esclavitud de los quehaceres domésticos exijamos que el Estado garantice, como un servicio público más, a precios populares, estas actividades bajo control obrero, y pongamos nuestra inteligencia y energía en construir una organización revolucionaria de las mujeres que batalle por un sistema social sin explotadores ni explotados.