Mujer
3/5/2021
La crisis de la organización social de los cuidados en Latinoamérica
Según un informe elaborado por Oxfam.
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La ONG Oxfam ha presentado un informe sobre la crisis que existe en América Latina y el Caribe en torno a la organización social de los cuidados. Es decir, cómo las tareas que permiten la reproducción social -tanto las remuneradas como las no remuneradas- recaen mayormente sobre las espaldas de la población femenina, y, por lo tanto, son las mujeres trabajadoras las más discriminadas en el mercado laboral y quienes absorben el grueso del trabajo doméstico dentro de la esfera del hogar.
La distribución desigual de las tareas de cuidado no remuneradas entre los géneros se refleja en que estas actividades constituyen el 19,5% del PBI de la región, con una contribución diferenciada del 14,9% para las mujeres y 4,6% para los varones. Por otra parte, el promedio de horas diarias destinadas para el trabajo doméstico es de 5,53 para las mujeres y de 2,62 para los varones. Esto implica una tasa de feminización de las actividades de cuidado al interior de la familia del 211,12%.
Los estereotipos de género y las condiciones materiales que promueve este régimen social para justificar que recaiga sobre el colectivo femenino el yugo de la esclavitud doméstica también tiene su impacto en las personas que se hallan en edad escolar. En esa franja etaria, los varones y mujeres dedican un promedio de 1,9 y 4,01 horas diarias respectivamente en realizar estas tareas de cuidado.
Esta asimetría redunda en que sean las mujeres quienes ocupan menos cantidad de tiempo en el mercado laboral, y, por lo tanto, perciben menos ingresos. Según datos de la Cepal, mientras el porcentaje promedio de varones sin ingresos propios en la región es del 10,4%, el de las mujeres es del 28,6%. Asimismo, el porcentaje de mujeres que no estudian ni participan del mercado laboral por desempeñarse en tareas de cuidado no remuneradas es del 19,9% y del 1,2% para los varones.
El cuadro descripto se agrava en los grupos poblacionales con menores ingresos. La tasa de participación en el mercado laboral de los varones y mujeres pertenecientes al grupo poblacional con ingresos más altos es del 80,86% y el 63,47% respectivamente; mientras que la brecha se amplía en el grupo poblacional con ingresos más más bajos, allí la participación en el mercado laboral es del 76,01% para los varones y del 41,43% para las mujeres. En el grupo de mujeres sin ingresos propios, el tiempo de trabajo no remunerado supera entre 16% y 56% el tiempo de trabajo no remunerado que dedican las mujeres que sí tienen ingresos propios según el país.
Sucede que en los sectores más empobrecidos se dificulta más tercerizar las tareas tareas domésticas pagando un servicio, y, por otro lado, en ningún país existe un sistema estatal que absorba estas tareas. En ese sentido, mientras que en el grupo poblacional con mayores ingresos las mujeres destinan en promedio 4,3 horas diarias en las tareas domésticas y los varones 2,2; en los sectores de menos ingresos la desigualdad es mayor, las mujeres empeñan 5,9 horas diarias en el trabajo de cuidado no remunerado y los varones 2,6.
La menor participación femenina en tareas remuneradas es un de los motivos que explica una brecha salarial existente entre varones y mujeres. En América Latina y el Caribe, los hombres ganan en promedio 605,9 dólares mensuales, mientras que el sueldo medio de las mujeres es de 517,5 dólares por mes. Esto se traduce en que la pobreza en la región golpea más sobre las mujeres: por cada 100 hombres viviendo en hogares pobres, hay 112,7 mujeres en similar situación (Cepal, 2019).
La burguesía de cada país se ve beneficiada del papel subyugado que tienen las mujeres al interior de la familia. De esta forma se aseguran de que exista alguien al interior del hogar que se encargue de manera gratuita de reproducir la fuerza de trabajo, abaratando el costo de la misma. A su vez, es esta misma naturalización la que conduce a que el 27,7% de las asalariadas se inserte en el mercado laboral realizando tareas de cuidado remuneradas, como la enseñanza, la asistencia social, la prestación de salud o el servicio doméstico. Los trabajos más feminizados son, en general, los peores pagos, por lo tanto, es otra vía para que la clase capitalista reduzca el “costo laboral”.
El informe descripto muestra cuál es la base económica de la opresión femenina. La misma es alentada por los gobiernos de cada país para beneficiar a los capitalistas. Todas las fuerzas políticas gobernantes de América Latina y el Caribe, tanto las alineadas con el Grupo de Lima como las que pertenecen al Grupo de Puebla, reproducen los roles de género que dan lugar a esta división sexual del trabajo, y, al mismo tiempo, no destinan recursos para aliviar el peso del trabajo doméstico por medio de un sistema integral de cuidados que permita socializar esas tareas. Mucho menos está en su agenda exigirle a las patronales que garanticen licencias de maternidad y paternidad adecuadas e igualitarias o que pongan en pie centros de desarrollo infantil (“guarderías”) y lactarios en los lugares de trabajo. Por el contrario, los sucesivos ajustes de los gobiernos y la extensión de la precarización laboral ha generado amplios retrocesos en la materia.
Como conclusión, para que las tareas de cuidado pasen de estar recluidas al seno del hogar a ser absorbidas por la sociedad en su conjunto, el estudio en cuestión recomienda poner en pie una “infraestructura pública de cuidados conformada por centros de cuidado integral infantil, para personas adultas mayores y con discapacidades, entre otros. El tejido social e institucional necesario debe garantizar atención, alimentación y ambientes de calidad para el desarrollo de las personas. También es importante disponer de soluciones especializadas en el caso de personas con
enfermedades crónicas, síndromes y de salud mental. Lo último sugiere que los cuidados no pueden verse ajenos a un sector como la salud pública”. Estos postulados constituyen un puntal fundamental para la liberación de la mujer; sin embargo, corre por cuenta de las y los trabajadores luchar para imponerlos, organizándose de manera independiente a los gobiernos capitalistas de la región.
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