Mujer

12/6/2017

Lanata y su ataque al #3J


El movimiento de mujeres, sus luchas y expresiones están siendo objeto de manipulaciones y pretendidos análisis, desde la última movilización del 3 de junio. La masividad de la misma dejó en evidencia que un fenómeno que esperaban que fuera episódico, a partir de una circunstancial indignación popular, se está convirtiendo en una organización en ascenso que constituye un peligro para los agoreros del ajuste y la represión.


 


Jorge Lanata y su editorial en Clarín “Entre una causa convocante y sus cortocircuitos” (10/6) se suma a la ola de ataques que se impulsaron con posterioridad al 3 de junio, en su caso, ni más ni  menos que con la figura de la “utilización política”. 


 


Entre los ataques en curso, aparece la idea de que las denuncias de las mujeres son “muchas veces” inventadas, por caso,  para alzarse con algún patrimonio que no les correspondería en juicios de divorcio; también aparecen afirmaciones como que puede existir violencia de género de las mujeres hacia los hombres;  el entronamiento mediático de un  femicida como Farré o, en este caso,  el ataque al reclamo de las mujeres por “politizado”.


 


En esta última vertiente se inscribe Lanata, que reprocha que la movilización haya sido partidizada, politizada y a la cual le adjudica de manera caprichosa la orientación expresada por un manifiesto Scum del llamado “feminismo radical” del año ‘67, del cual, sin embargo,  no hay ni rastros en los documentos elaborados de cara  a las grandes movilizaciones del 8 de marzo y del 3 de junio.


 


Desnaturalización


 


El texto de Lanata desnaturaliza la historia misma del feminismo y de las luchas de las mujeres.  En su escrito, se adjudica el conocimiento de “un importante sector de las mujeres presentes” en la movilización del #3J, que se habrían sentido “usadas” cuando la locutora y periodista Liliana Daunes (la voz de cada 24 de marzo independiente del gobierno durante las presidencias kirchneristas) leyó el reclamo de “Libertad para Milagro Sala”. Lanata adjudica a CFK la intención de cooptar el movimiento.


 


Se trata de una operación política inversa a la que llevó adelante, en oportunidad del 8 de marzo, Nora Veiras en Página 12. En este caso, para presentar a la movilización y el paro convocados entonces, como un armado plenamente kirchnerista.


 


Pero son dos caras de una misma moneda. A saber, el terror a que el movimiento de mujeres se desarrolle de manera independiente de los partidos patronales y de la iglesia.


 


Unos,  queriendo llevarlo al camino del “volveremos”;  los otros,  queriendo reducirlo al reclamo contra los femicidios y buscando que ese reclamo sólo tenga salida a través de fórmulas punitivistas. Cuando CFK gobernaba, Veiras asumía el actual punto de vista de Lanata,  festejando leyes punitivistas presentadas como salida a la problemática de la mujer.


 


Lanata y la politización


 


Dice Lanata que “como todo movimiento más cultural que político (sic), el feminismo ha sufrido el ingreso de todo tipo de pensamiento ultra (sic) que intenta utilizarlo por lo popular de su reclamo”, reinventando así de punta a punta el significado y el origen histórico de las demandas colocadas el 3 de junio.


 


Lanata ignora, o finge ignorar, los lazos indisolubles entre el movimiento de la mujer y “la política”, no en general, sino la de la emancipación de la clase obrera, o sea, el socialismo. El punto de partida de los reclamos de las mujeres postergadas y discriminadas bajo el capitalismo ha sido el resultado de una elevada politización, de la que fueron protagonistas revolucionarias como la alemana Clara Zetkin, compañera de ruta de otra enorme alemana como Rosa Luxemburgo y de la rusa Alejandra Kollontai o la franco rusa Inessa Armand, responsables de elaborar un programa integral de derechos de las mujeres trabajadoras. La jornada de lucha del 8 de marzo, sin ir más lejos, fue proclamada en un Congreso Internacional de Mujeres Socialistas.


 


En una perspectiva más general, hay que decir que la actuación de las mujeres en defensa de sus derechos formó parte de una acción política desde todas las clases sociales,  incluso cuando, como en el caso del feminismo liberal, limitó su amplitud de miras a la igualdad de derechos políticos o profesionales. En el “ni una menos” actual, que coloca su mira en la responsabilidad política del Estado, el movimiento de la mujer busca las raíces de una lucha que, en sus orígenes, estuvo soldada a “la política” de los explotados.


 


Un siglo después, esta nueva politización, aún confusa y en disputa, es un resultado inocultable de un período de bancarrotas capitalistas, rebeliones populares y grandes desplazamientos políticos. La violencia de género se ha agravado con la descomposición del orden social imperante; pero también ha empujado a la mujer a rebelarse en las calles contra ese orden social.  


 


Lanata busca borrar los rastros de un movimiento eminentemente político para confinarlo al dilema kirchnerismo – antikirchnerismo, confundiendo la politización con una disputa  entre los partidos de Estado. Por el contrario, la manipulación que éstos ejercen sobre el movimiento de la mujer es un intento por contener su verdadera proyección política, que deberá conducir a una lucha cada vez más conciente contra el régimen social que apuntala la violencia a la mujer en todas sus variantes. En cambio, Lanata dice que el movimiento sería “más cultural que político”.  La  invocación tergiversada del factor “cultural” sirve para atribuir la violencia hacia la mujer a factores que superarían las políticas de sus propios gobiernos. Lanata definitivamente no es original ni podría serlo.


 


Contenido


 


A nadie escapa que el documento del 3J que se leyó en Plaza de Mayo es el fruto de un conjunto de tensiones y compromisos, al interior de un heterogéneo movimiento. Sin embargo,  su contenido predominante son las reivindicaciones a las que el gobierno actual y el anterior han dado la espalda, algo insoslayable para cualquier fanático de uno y otro bando. El haber llegado a un femicidio cada 26 horas tiene sus raíces en las políticas llevadas adelante por los gobiernos capitalistas, a la actuación de la justicia y del Estado en su conjunto. En la política del aborto clandestino, que estuvo presente en el trasfondo del femicidio de Chiara Páez en 2015 y que fue el detonante del primer Ni Una Menos. En la ausencia de contenidos en la educación oficial. En la discriminación laboral. En la negativa de este Estado a establecer las bases sociales igualitarias siquiera en los términos de su propia legislación. En definitiva,  en la complicidad del régimen con una violencia que  le sirve como herramienta de control social.


 


Al querer explicarse las razones de la supuesta “politización”, Lanata termina  reprochándole al 3J el reclamo de libertad para Milagro Sala, detenida en el marco de un acampe frente a la gobernación jujeña. El periodista vuela bajo: su texto sobre la mujer parece más bien un pretexto para apoyar una medida de criminalización de la protesta. Pero en este caso, ni siquiera se ha detenido en hurgar sobre las diferentes razones que cruzan al movimiento de la mujer en torno de esta reivindicación. Mientras el kirchnerismo reinventa la historia personal de Sala a partir de su persecución por parte de Morales y el macrismo, nosotras no confundimos el reclamo de su libertad con la reivindicación de su trayectoria política, caracterizada por haber montado un estado paralelo fundado en una gigantesca plataforma de trabajo precario- durante gobierno kirchnerista.


 


Emancipación


 


Los voceros del régimen lamentan la “politización” del movimiento de mujeres, no por las circunstanciales manipulaciones de los partidos de Estado, sino porque temen que su lucha y sus reclamos se fundan, definitivamente, con el movimiento de los trabajadores y todos los oprimidos por su emancipación. A ese objetivo apunta nuestra acción desde el “Plenario de Trabajadoras”.