Mujer

13/6/1996|498

Llevemos las resoluciones a la práctica

Más de 10.000 mujeres se reunieron los días 8, 9 y 10 de junio en el XI Encuentro Nacional de la Mujer, que tuvo lugar, en esta oportunidad, en la Capital Federal. A pesar de los intentos adversos de menemistas y duhaldistas, el Encuentro tuvo un marcado tono opositor. La marcha —de la que participaron 6.000 compañeras— que el sábado por la noche recorrió el centro de la ciudad hasta la Plaza de Mayo y  el Congreso, tuvo un marcado carácter antigubernamental. “Aunque a Menem y Cavallo no les guste les vamos a romper el plan de ajuste”, “Pan, trabajo, ajuste al carajo”, fueron algunas de las consignas coreadas por la gran mayoría.


En el fondo de la marcha, unas 200 mujeres de los aparatos menemistas marchaban aisladas del resto con consignas referidas a Evita.


La gran mayoría de la prensa no quiso cubrir este multitudinario evento.  Los diarios sí registraron, en cambio, la concentración de ‘chorpus christi’ —muy inferior en cantidad de asistentes. A los capitalistas les asusta la posibilidad de que las mujeres se organicen por sus derechos, como una fuerza de lucha políticamente independiente del gobierno, los partidos oficiales, la burocracia sindical y, por sobre todo, el clero. En Plaza de Mayo —aun a pesar de la falta de consignas centrales—, el abucheo de miles de compañeras contra el gobierno fue brutal, lo que obligó a  la ‘columna’ menemista a retirarse.


El contenido antigubernamental —y en muchos casos anticapitalista— del Encuentro se manifestó también en numerosos debates y resoluciones (ver recuadros) que se dieron en las decenas de “talleres” en que se dividió el Encuentro. También tuvo un consenso mayoritario el programa democrático (educación sexual, anticonceptivos, derecho al aborto) que levantan los movimientos de mujeres, en franca oposición al oscurantismo clerical.


Lamentablemente, el Encuentro queda sólo como un foro de debates, no es un Congreso. Se puede decir en él lo que una quiera, pero al final no hay ninguna resolución, ni plan de movilización. Sólo un nuevo encuentro para el año siguiente. Esta limitación está generando inquietudes en muchas compañeras. Porque la crisis nacional y el empeoramiento de las condiciones de vida de las mujeres y de toda la población exige pasar a la acción, a la lucha para imponer derechos y reivindicaciones.


Con este planteo, precisamente, el PO llamó a las compañeras presentes en el Encuentro a pronunciarse frente a los graves problemas que sufrimos (desocupación, superexplotación, represión, etcétera) y a organizarse, reclamar y luchar por una gran movilización de todos los explotados contra este régimen.


El Frepaso propugnaba, en cambio, subordinar el movimiento de las mujeres a la acción legislativa, a pesar de toda la evidencia de que el Congreso es el ámbito de todos los ataques a los derechos conseguidos por el pueblo.


El Ptp —que volcó un aparataje especial— es de los que más pelean por mantener ese carácter no resolutivo de los Encuentros, es decir, la esterilidad práctica de las resoluciones. Ello obedece a su posición policlasista y ‘multisectorial’, y por sobre todo, a su ‘coqueteo’ con el clero ‘progresista’ (una verdadera contradicción de términos). Su dirigente, Clelia Iscaro, declaró antes del Encuentro que “hay que ser muy amplias, respetando todas las formas de pensar y las experiencias que acumulan los distintos grupos de mujeres, desde el punto de vista de clase, político, sectorial, etc.” (Hoy, 5/6).


Miles de compañeras vinieron con la esperanza de que surgiría un movimiento de lucha y votaron en sus comisiones diversos planteamientos reivindicativos y de movilización. Con ellas es necesario sacar un balance: las mujeres trabajadoras y explotadas tienen que definir un programa de reivindicaciones que enfrente a este régimen, y sumar su fuerza multitudinaria a la gran lucha que todos los explotados tenemos para acabar con él.