Mujer
6/1/2017
Monseñor Aguer y van…
El Arzobispo de La Plata volvió al ruedo con su prédica de la doctrina “clásica cristiana” de la Iglesia Católica respecto de una serie de temas de actualidad. Un oscurantista al que el Estado le paga el sueldo.
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El retrógrado arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, accedió a una entrevista radial con Franco Torchia, en la que expuso nuevamente sus definiciones sobre distintos tópicos (la violencia hacia la mujer, el abuso infantil y el aborto).
Respecto del aumento de la violencia hacia las mujeres y los femicidios, según Aguer es el resultado de la disolución o endeblez del matrimonio, que “igualaba” la mujer al hombre y le daba “seguridad a la familia”. Para "superar esta racha”, dijo, "debe restituirse la indisolubilidad del matrimonio". Sin embargo, el 60% de los femicidas son las parejas o ex parejas de las mujeres asesinadas.
La violencia doméstica está ligada a la naturaleza opresiva del matrimonio y la familia, que está lejos de ser una institución "igualitaria", como reza Aguer.
Como célula básica de la sociedad, al interior de la familia se desarrollan las contradicciones propias del capitalismo, en primer lugar las desigualdades económicas, patrimoniales y culturales, que determina una relación de dependencia, en mayor o menor grado, entre poseedores y desposeídos. Uno de los grandes obstáculos de las mujeres que quieren dejar un hogar violento (muchas veces con hijos) es la carencia de trabajo y vivienda, que les permita proponerse nuevos horizontes en la vida.
Reacción homofóbica
Enemigo declarado de la comunidad LGTBI, aprovechó la defensa del matrimonio para atacar la reforma del Código Civil respecto al matrimonio igualitario y aclaró que, más allá de las interpretaciones sobre una supuesta apertura cristiana a la diversidad sexual, "nadie es amigo o enemigo de los gays, hay una doctrina de la Iglesia sobre eso, que la respeta tanto Bergoglio como yo". Y aclaró el contenido “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados, son contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual al don de la vida".
En esta línea homofóbica, confesó que antes de ordenar a un nuevo cura le pregunta “a los muchachos que quieren entrar al seminario (…) si les gustan las chicas. Sí me dicen que sí, les digo 'ah bueno, menos mal'. Yo no ordeno a un candidato que no me diga que le gustan las chicas”. Pero esta labor inquisidora del Arzobispo se detuvo allí donde le convenía. Aguer dijo desconocer los antecedentes de los curas abusadores que fueron trasladados del Instituto Próvolo de Verona a la sede de la congregación de La Plata. “A uno no lo conocí, al otro sí, estuvo hasta marzo en La Plata. Aquí nunca hubo una denuncia. Lo que dije es que si ha habido víctimas de estos dos sacerdotes, que lo comunicaran a nuestro tribunal, porque la Iglesia tiene su propio tribunal”.
Se refería a Nicolás Corradi y Horacio Corbacho. Este último cumplió funciones entre 2007 y 2015 con Aguer al mando del arzobispado. Allí cometió nuevos abusos contra niños, para dirigirse luego a la provincia de Mendoza, donde junto con Corradi cometieron todo tipo de vejámenes contra niños y niñas hipoacúsicos. Es imposible que estos traslados sucesivos motivados por razones tan graves hayan pasado desapercibidas para Aguer, que desde el reinado de Juan Pablo II ocupa altas posiciones en el mando de la curia católica.
La Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico lo denuncia por encubrir a otro abusador, el Padre Héctor Ricardo Giménez. Monseñor Aguer estuvo a cargo del “juicio canónico” contra Gutiérrez, que lo declaró culpable imponiéndole la “pena” de ir a una residencia de ancianos (tiene 83 años) donde, sin embargo, puede dar misa. La justicia civil actuó aún peor, absolviendo al cura pese a los testimonios de las víctimas.
Al ser consultado acerca de por qué Julio César Grassi no está afuera de la Iglesia habiendo sido condenado por la justicia penal por abuso de menores, dijo que “dentro de la Iglesia hay santos y pecadores. Todo el que está bautizado, aunque sea un demonio en su conducta, es miembro de la Iglesia". "Ahora bien, Grassi está preso, supongo, ¿no? A nadie se excluye de la Iglesia. En todo caso se lo excluye del ejercicio sacerdotal. Él (por Grassi) ya no ejerce el ejercicio sacerdotal”. Una descarada mentira: Grassi continua habilitado a dar bautismo, misa, comunión, confesión y extremaunción desde la cárcel, gracias a la protección del Obispo de Morón, Monseñor Luis Guillermo Eichhorn, y del Papa Francisco, que ordenó escribir un libro de casi mil páginas en su defensa cuando todavía era Bergoglio.
Lobby clerical contra el derecho al aborto
En la entrevista, Aguer reconoció que la Iglesia Católica presionó al gobierno de la Provincia de Buenos Aires para que diera de baja el protocolo para la atención de los Abortos no Punibles “Cómo no íbamos a meternos en eso, por supuesto”. “La cuestión es ésta: matan a un niño. No será punible para el Estado, pero es un pecado". En octubre, por una resolución del Ministerio de Salud bonaerense, la provincia había adherido al protocolo, dos semanas después María Eugenia Vidal lo derogó. “La gobernadora nunca decidió adherir a eso, la gobernadora ignoraba ese protocolo”.
También confesó la injerencia clerical durante la reforma del Código Civil y Comercial de 2014, destacando que pese a los aspectos negativos (matrimonio igualitario) habían logrado defender la “vida desde la concepción” en el articulado (art. 19).
Basta de sostener al clero
Las declaraciones de Aguer, lejos de representar a un reducto retrógrado de la Iglesia Católica, forman parte del acervo que se imparte en las iglesias, colegios confesionales y otros ámbitos del dominio cultural católico, a una parte considerable de la población. El Estado argentino financia con ingentes recursos la difusión y sostenimiento de esta ideología y de sus funcionarios, muchos de ellos abusadores. Se impone la lucha por la separación de la Iglesia del Estado.