Mujer

14/7/2005|908

Mujeres de la burguesía

Cristina Kirchner y Chiche Duhalde son las opciones electorales de dos bandas capitalistas.


Chiche había montado una amplia red asistencial-punteril: las manzaneras. Para financiarla, el gobierno de Buenos Aires dispuso de un fabuloso “fondo de reparación histórica” de 600 millones de dólares anuales.


El asistencialismo de la Chiche se fue disolviendo mientras crecía la lucha por la organización independiente en los barrios, que lleva entonces a un enfrentamiento físico con los punteros y sus patotas. El desarrollo de las organizaciones de desocupados fue paralelo al resquebrajamiento del aparato asistencial de las manzaneras. Desde afuera, por el rechazo de la población a la manipulación de los punteros, que obligaban a los desocupados, a cambio de bolsones o planes, a afiliarse al PJ, a votar en sus internas o a concurrir a sus actos; y, por dentro, cuando sus propias manzaneras se les rebelaban, denunciándolos, diciendo: “Somos trabajadoras sociales, pero sin recibir sueldo del Estado; nosotras no hacemos esto por ser de Chiche o del gobierno, sino porque necesitamos un medio de subsistencia, tanto como lo necesita toda la gente a la que le damos la comida” (Marcelo Peralta, “Las manzaneras se rebelan”; Prensa Obrera, 18/9/97). Es decir que las manzaneras no habían sido asimiladas al duhaldismo por convicción, sino por su propia miseria y desesperación. Un volante del PJ que se repartía hace unos días decía: “Chiche, los pobres no olvidamos”; y por eso justamente, porque no olvidamos, no hay que votarla.


Cristina Kirchner es una arribista política que quiere hacer de las elecciones legislativas de octubre un plebiscito del gobierno de Néstor Kirchner.


¿La dama de los shoppings será la mejor candidata de la brutal polarización social bonaerense? Cristina se presenta ante la Chiche como “progresista”, pero votan el programa de austeridad que reclama el FMI. Juntas acuerdan en el rescate de la deuda millonaria contraída por los Gualtieri, los Macri y los Fortabat con el Banco Provincia, y juntas también comprometen el superávit fiscal para el pago de la deuda pública provincial.


¿Y Elisa Carrió?


Carrió defiende el canje de la deuda externa, o sea la necesidad de conservar y acrecentar el excedente de recaudación que es la causa del violento deterioro de los salarios de los trabajadores del Estado, así como de la disminución de los gastos sociales de todo orden. Claramente, es una “redistribución de ingresos” en perjuicio de la mayoría popular y en beneficio del capital financiero. Ella nunca se refiere ni al superávit fiscal ni a los salarios. Propone una jubilación de 350 pesos sin denunciar la captura de los fondos previsionales por parte de las finanzas capitalistas; propone abolir los planes trabajar y utilizar esos recursos para una asignación por hijo que sería cobrada por la madre; defiende el verso nacional de los microemprendimientos (para paliar la pobreza) y del apoyo a las pymes, y por este medio viabilizar los salarios en negro y el trabajo precario que les permita a los pulpos abaratar los costos.


Lo que plantea Carrió no es una distribución de la riqueza, sino una redistribución de la pobreza, sin tocarle un pelo al capital.


En el marco de la campaña electoral la burócrata de la CTA Marta Maffei, que también va con la Carrió, ha llegado a apoyar la campaña por la despenalización del aborto, que es en realidad una campaña de apoyo al gobierno. Plantea que “nos parecen correctas las medidas adoptadas por el gobierno frente a los ataques y amenazas del obispo terrorista y racista Baseotto…”.


El aborto es ilegal, como plantea Olga Cristóbal en Prensa Obrera Nº° 903, no porque la sociedad lo rechace sino porque el gobierno defiende su ilegalidad como prenda mayor de su pacto con la curia.


¿Y Alicia Castro?


Alicia Castro, actual diputada de la Nación, fue protagonista eminente del Frepaso y de la Alianza, votó el impuestazo de De la Rúa, votó en 2001 el desguace de Aerolíneas; puso la firma al convenio de entrega y flexibilidad laboral; y junto a Moyano impulsó la devaluación.


Ahora quiere renovar su mandato “por una nueva alternativa política”. Alicia Castro propone un salario ciudadano que suprima de cuajo la indigencia, pero no un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar. O sea que ella también quiere “ayudar a los pobres” redistribuyendo la pobreza.


Por eso parecen distintas, pero representan lo mismo: un régimen que quiere liquidar a la clase obrera.


A pesar de que son mujeres, el programa que levantan no condena el sistema social donde el grado de violencia con el que conviven miles de mujeres, jóvenes y niños es enorme; donde existe una profunda complicidad del Estado con violadores y golpeadores culpabilizando a las víctimas.


Para nosotras, la única alternativa debe ser obrera y socialista. Para lograr la total emancipación de la mujer y su igualdad real y efectiva con el hombre. Para eso hace falta un gobierno de trabajadores y trabajadoras. Para eso debemos impulsar a las compañeras a que tomen un rol activo en la campaña electoral, para que difundan nuestro programa revolucionario.