Mujer

15/4/2020

Nutrida reunión de trabajadoras en Vicente López y sus testimonios

Las compañeras manifiestan los problemas que surgen ante la pandemia.

La cuarentena no nos detiene en nuestra tarea de organizarnos, por eso desde el Plenario de Trabajadoras de la zona norte de la provincia de Buenos Aires estamos realizando reuniones abiertas por medio de videollamadas, poniendo en común cuáles son las situaciones que nos atraviesan a las mujeres trabajadoras en el cuadro del aislamiento obligatorio.


En la primera reunión del pasado sábado 11 de abril nos reencontramos con compañeras que fueron activistas de la Agrupación Naranja Gráfica en Cedinsa (taller que cerró en 2016).


Esta reunión mostró ser una síntesis de la vivencia laboral que tienen las mujeres de la clase obrera signadas por el desempleo, salarios muy bajos y arbitrariedades patronales. 


Las compañeras conocen muy bien, como activistas del movimiento obrero, el lugar que se le da a la mujer en el sistema, ya que sufrían en Cedinsa la discriminación por la cual no les permitían acceder a los puestos de trabajo más calificados, como maquinistas de impresión.


Intercambiamos palabras con Laura, que actualmente trabaja en maestranza, con doble turno, a través de una empresa tercerizada. Tiene un hijo y su marido actualmente está sin trabajo.


El sueldo que percibe se encuentra por debajo de la canasta básica familiar. Viviendo a más de una hora de su trabajo y sin contar con movilidad, la empresa la hace ir a cumplir horas a riesgo de enfermarse ella y su familia, cuando actualmente las oficinas están vacías porque los trabajadores están bajo la modalidad de trabajo remoto. Le propusieron a la patronal dividir los equipos de trabajo de limpieza en dos, para ir una semana cada uno y la respuesta fue negativa.


Este capricho patronal -con la absoluta complicidad del Sindicato de Obreros de Maestranza- de enviar a las trabajadoras a que “justifiquen el sueldo”,  es posible  gracias a la ambigüedad a la hora de definir las actividades esenciales.


Malena trabaja como empleada doméstica, al igual que 1,5 millones de mujeres en el país. Ella lo hace para un estudio, está en blanco y cobra 17 mil pesos por mes por 5 horas de trabajo: el básico que establece el gremio, que además coloca el blanqueo de empleadas a favor del empleador que queda exento de impuestos. Ella es una excepción ya que le siguen pagando el sueldo pero no está yendo a trabajar desde que se decretó la cuarentena. Es madre de 3 hijes, dos adolescentes y uno de 7 años. Su marido, trabajador plástico, también se encuentra desafectado del trabajo, en tanto no sean incluidos los plásticos dentro de los servicios considerados esenciales.


Adriana, luego de perder su trabajo como empleada gráfica no volvió a conseguir un empleo formal. Se la rebusca con changas mientras se anota a los SAD del distrito en el que vive, para tratar d ejercer la docencia. Retomó luego de la pérdida del empleo la carrera que se encuentra a punto de finalizar en un terciario como trabajadora social. Una carrera que quienes la cursan son en su mayoría mujeres y que no ofrece una perspectiva de ingresos.


También es madre de una hija con discapacidad, por la cual cobra la asignación de discapacidad y vive junto a su marido que trabaja como docente en el ámbito privado. Se inscribió para recibir el Ingreso Familiar de Emergencia, pero pese a que está desempleada le fue rechazada por que el marido percibe un salario, muy por debajo de la canasta familiar.


Las experiencias laborales de las compañeras reflejan el derrotero laboral al que estamos sometidas las mujeres en este sistema. Así mismo, la carga que implica la maternidad y las tareas del hogar, teniendo que hacer un seguimiento de la escolaridad por medio de la virtualidad y las condiciones de agotamiento que genera en niñez la situación de encierro. 


La brecha salarial entre varones y mujeres se produce por los bajos salarios de, justamente, empleos como maestranza, trabajadoras sociales y empleadas domésticas. 



Salarios que, claro está, no alcanzan para sostener una familia. Sin embargo, el gobierno deja afuera estas composiciones familiares en la postulación para recibir el bono de 10 mil pesos.


Bono que, igualmente, ya está dejando fuera del cobro a millones de personas.


Para enfrentar la política patronal que obliga a las mujeres a cumplir horas en trabajos precarios a riesgo de contagio y propagación del virus es necesario conformar comités sanitarios, organizados por sus trabajadores en cada lugar de trabajo, para garantizar las condiciones elementales de salud e higiene. Y Un subsidio de 30 mil pesos a las compañeras desocupadas y trabajadoras precarizadas, sin ningún tipo de restricción.


La necesidad de sumar a más compañeras y organizarnos para luchar por estos objetivos, y todas las reivindicaciones de la mujer trabajadora fue la conclusión unánime de la reunión.