Mujer

19/11/2009|1109

Otra solicitada trucha para capear la crisis


El 1° de noviembre, una solicitada trucha fue publicada en La Gaceta de Tucumán firmada “Comisión Organizadora del XIV Encuentro Nacional de Mujeres”. Es otra falsificación del PCR. Ningún otro sector de los que integraron la Comisión Organizadora (CO) participó en su redacción.


Después de una parrafada sobre “las alegrías del Encuentro”, la solicitada reconoce que poca fue la “alegría”, mientras denuncia a “los fundamentalismos y a la derecha clerical fascista de la jerarquía de la iglesia católica, que procuraron distorsionar nuestros objetivos, imponiendo la vergüenza y naturalizando las condiciones sociales de exclusión para las mujeres”. Estos sectores, dice, “se han empeñado en injuriar y atacar al Encuentro, se oponen a que hablemos de nosotras mismas, siendo la amenaza o el silencio o la burla hacia las mujeres, la carta que les asegura su dominación”.


El texto oculta que “las injurias y los ataques” se produjeron no solo a través de los medios, las homilías y las patotas, sino dentro de los talleres del propio Encuentro. Y que el sector de la CO orientado por el PCR sostuvo –en nombre del “pluralismo”, el “consenso” y la “democracia”– la intentona clerical de expropiar el Encuentro y sus agresiones.


El PCR se esforzó por ocultar que el sábado del Encuentro, las clericales habían tomado los talleres de aborto y anticoncepción. Pretendió, incluso, que las compañeras del Plenario de Trabajadoras, que integran la CO, firmaran un “acta acuerdo” comprometiéndose a defender la presencia del clero ante las mujeres que exigían expulsarlas. El domingo, mientras el Plenario de Trabajadoras informaba en cada taller sobre lo que sucedía en la escuela Mármol y sumaba pronunciamientos contra la patota clerical, el PCR abrió literalmente las puertas de la escuela antes del horario convenido (las 9) para que las católicas volvieran a copar las aulas. A la tarde, montaron cordones para evitar que las expulsemos y mantuvieron a sus militantes en talleres donde sólo quedaron maoístas y clericales.


Este Encuentro es un punto de inflexión para el movimiento de mujeres. No sólo porque la Iglesia se adueñó de la mayoría de los talleres de anticoncepción y aborto, y avanzó sobre otros que antes desdeñaba (salud, educación, trata, ambiental, derechos humanos). También porque, por primera vez, mujeres independientes y feministas denunciaron a viva voz el contubernio del PCR con la Iglesia.


El PCR acusó el golpe y por eso, en su balance del Encuentro (Hoy, 15/10), reconoce que “sectores de la Iglesia (este año más numerosos y organizados)… tomaron algunas aulas y no dejaron entrar a nadie que piense diferente”. Lo insólito es que, después de decir que un aparato extraño al movimiento de mujeres echó a las legítimas participantes, ataca al Partido Obrero y a Las Rojas “que pretenden directamente echarlas y que no participen”. Lo que nunca dice el PCR, ni en el balance ni en la solicitada, es cuál fue su actitud. La crítica a quienes impedimos que el clero tomara el Encuentro por asalto –y que nos “injurien, ataquen, silencien y amenacen”– es un reconocimiento rotundo de su complicidad con los intentos de “dominación” de la Iglesia. Las maoístas quieren que las mujeres pongamos la otra mejilla.


Cómo seguimos


Más allá de las falsificaciones, urge un debate frontal para impedir que esta barbarie se repita. En nombre del horizontalismo y de la democracia, se ha alentado que la institución más vertical y antidemocrática de la historia –y más fervientemente enemiga de los derechos de las mujeres– gane posiciones en un ámbito que creamos para luchar contra nuestra opresión. En nombre de la participación uninominal en las CO –“cada una participa individualmente, no como organización”– se permite que el aparato maoísta incorpore numerosas “individuas” cuya única tarea es garantizarle el más antidemocrático control sobre las CO.


El peso del PCR en las comisiones no refleja en absoluto su inserción en el Encuentro ni en el movimiento de mujeres. Y lo intentan encubrir con el “consenso”, una farsa que sólo se usa en los talleres para diluir las posiciones mayoritarias. Dentro de las CO, sus defensoras olvidan las virtudes consensuales. No lo acataron ni en Neuquén ni en Tucumán. Si no, jamás el discurso “consensuado” de Neuquén hubiera apoyado a la patronal rural. Ni hubieran difundido una carta trucha de la CO de Tucumán que no incluía el derecho al aborto. Si no hay acuerdo, el PCR decide a pura prepotencia de aparato.


Hoy nos “acusa” de querer “transformar el Encuentro en un plenario de trabajadoras que discutan en asambleas, voten y decidan por mayoría y minoría”. Por supuesto. Acostumbramos funcionar democráticamente. Nuestras posiciones son públicas y nos hacemos responsables de ellas. No ocultamos nuestra identidad política ni nos travestimos de independientes para engañar a otras compañeras. Defendemos el método asambleario y el voto. Pero jamás intentamos imponerlos por encima de la voluntad mayoritaria. Creemos que lo sucedido en Tucumán replantea este debate. En Paraná, compañeras, habrá que encontrar la forma de establecer que la mayoría absoluta repudia la injerencia de la Iglesia. Y habrá que resolver cómo hacemos para que no se burle nuestra voluntad.