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26/10/2006|969

Descarnado film sobre el colonialismo británico

RETRATO DE UNA GUERRA DE LIBERACIÓN

Los orígenes del movimiento de liberación nacional y del Ejército Republicano Irlandés (IRA) son retratados con una potencia política inusitada en El viento que acaricia la pradera, la última película del director inglés Ken Loach. El estreno del film en el país del realizador trotskista le valió un sinnúmero de acusaciones, la más suave lo llamó "traidor a la patria", los diarios conservadores lo tildaron de apologista del terrorismo, renombrados comunicadores sociales a la Mariano Grondona impulsaron un boicot contra una impecable producción que ganó el premio mayor en Cannes.

1920, el gobierno británico desconoce las elecciones parlamentarias en la que el Seinn Fein —independentista- ganó por una abrumadora mayoría. Al calor de la reciente Revolución Rusa, la radicalización de las masas trabajadoras y campesinas le otorgan un auge al IRA, que llama a desconocer a los colonialistas y a sumarse a la guerrilla para combatirlos. Damian (Cillian Murphy) acaba de recibirse de médico y planea mudarse a Londres para ejercer su profesión, pero los asesinatos y torturas del ejército británico —y la insistencia de Teddy (Pádraic Delaney), su hermano y líder guerrillero- lo convencen de quedarse y alistarse en el primer ejército irregular de masas de la era contemporánea. Damian es un intelectual que opta por la acción revolucionaria, Teddy es un hombre de acción formado en los seminarios católicos (en ciertos momentos, en Irlanda el catolicismo jugó un papel progresivo, aunque —la película también lo refleja- sus intereses últimos eran contrarios a una lucha a fondo). A medida que la lucha se intensifica, las posiciones de los hermanos se bifurcan. Bajo la influencia de Dan (Liam Cunningham), un obrero ferroviario formado políticamente en las mazmorras británicas, Damian se convence de que la lucha independentista sólo será tal si toma una impronta socialista, de otro modo “el opresor sólo cambiaría su ropaje y nacionalidad, pero continuaría la opresión”, como Dan le inculca. Teddy, en cambio, propulsa un acuerdo de paz en detrimento de las reivindicaciones más sentidas por los irlandeses.

Fiel a la historia, la película muestra que la firma del acuerdo defendido por Teddy derivó en la partición de la nación y un siglo de sangrientos enfrentamientos y torturas a los luchadores de Irlanda del Norte por parte de los británicos. El film muestra de manera impresionante el modo en que los guerrilleros se movían entre la población “como el pez en el agua”, al decir de Mao Tse Tung. Desde la colaboración activa hasta el silencio cómplice, trabajadores y campesinos irlandeses actuaban como un puño frente al opresor. Con una cámara que no realiza primeros planos detallistas —sin que esto implique que el relato no tome claro partido por los luchadores-, varias escenas desprovistas de ingenuo romanticismo muestran la dureza de una guerra de liberación. Damian debe liderar el fusilamiento más duro y conmovedor de la historia del cine. El mecanismo del Frente Popular se revela narrativamente -sin bajadas de línea- cuando Teddy se alía a un comerciante desconociendo a un tribunal popular clandestino.

Luego de obras maestras como Riff Raff o Tierra y libertad, Loach realizó algunos films tañidos de buenas intenciones, pero saturados de una tendencia al panfleto que les restaba eficacia. Con esta película, un golpe a la mandíbula a la historiografía oficial de su propio país, Loach regresa a su mejor nivel y ofrece una obra de arte que conmueve, enseña y, también, transforma.

Judas