Cultura

6/12/2016

Por qué levantó vuelo ahora la denuncia de la violación en Último tango en París

@tomaseps

El portal El mundo de Alycia subió recientemente, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25N), un video en el que retoma la confesión de Bernardo Bertolucci en 2013, según la cual él y Marlon Brando ejercieron prácticas violatorias sobre la actriz María Schneider en la filmación de Último tango en París (1972). El video da cuenta, a su vez, sobre el impacto de este hecho sobre la torturada vida adulta de la intérprete.


La denuncia alcanzó una viralización internacional, llegando a hacerla propia actrices, actores y directoras de renombre de Hollywood, tales como Jessica Chastain, Evan Rachel Wood, Ava DuVernay, Chris Evans y Anna Kendrick.


Los hechos


Schneider tenía 19 años cuando se rodó a principios de los ’70 la escena en la que es sodomizada por Marlon Brando, quien utiliza una pieza de manteca como lubricante. Las características del acto, ideado previamente por Bertolucci y Brando, no le fueron comunicadas a Schneider, quien denunció en julio de 2007 al Daily Mail que “a pesar de que lo que Marlon estaba haciendo no era real, yo estaba llorando lágrimas de verdad. Me sentí humillada y, para ser sinceros, un poco violada tanto por Brando como por Bertolucci. Después de la escena Marlon no me consoló o se disculpó. Afortunadamente, solo fue una toma”.


En estos días, Bertolucci ensayó una “explicación”, aclarando que Schneider estaba al tanto de la violación en escena pero no de la manteca. Una respuesta pobre de parte de alguien que en 2013 admitió que “no quería que María fingiera su humillación. Quería que María se sintiera de verdad violada, que no actuara, para que sus gritos y su llanto transmitieran al espectador una sensación verídica de rabia. Por eso [ella] me ha odiado toda la vida”


La actriz afirmó en la entrevista que “debería haber llamado a mi abogado o a mi agente, porque no se puede obligar a un actor a hacer algo que no está especificado en el guión. Pero por entonces yo era joven y no lo sabía” (ídem)


Con sus palabras, la intérprete echa luz sobre un aspecto evidente, pero encubierto, de las “democracias” capitalistas: en el lugar de trabajo no existe “democracia” alguna; el trabajador realiza su labor sin mayor derecho a opinar, con la única atribución de renunciar a su fuente de subsistencia. Se trata de un cuadro ideal para los abusos de poder, que se multiplican sobre las trabajadoras por su condición de mujeres –un hilo que va desde el cine* hasta el trabajo doméstico.


En la industria cinematográfica, no se trata de un fenómeno nuevo: denuncias de maltratos y acosos por parte de sus directores fueron hechas por Björk, dirigida por Von Trier en Bailarina en la OscuridadLos pájaros) sobre Hitchcock; por Shelley Duval (El resplandor) sobre Kubrick; por Kim Basinger sobre Adrian Lyne y el actor Mickey Rourke (Nueve semanas y media) entre otras (La Nación, 27/02/15)


¿Por qué ahora?


Curiosamente, pocos medios se han preguntado por qué la denuncia de este hecho alcanzó cotas a las que no había llegado cuando se dio la declaración de Schneider, en 2007, o la confesión de Bertolucci, en 2013; los pocos que lo han hecho, no han pasado de la constatación de que “desde las disparidades del pago por género hasta casos que involucran acoso y abuso sexual, el tratamiento de las mujeres en Hollywood (en el set o por parte de hombres famosos) ha recibido una creciente atención en los últimos años” (Washington Post, 5/12)


Lo cierto es que la denuncia del portal feminista ha caído en suelo fértil, en el marco de un creciente movimiento de mujeres a nivel internacional. Ese mismo 25N de la (re)publicación, se produjeron movilizaciones contra la violencia a la mujer en Argentina, Uruguay, Chile, Irlanda, España, Turquía, Rusia y largo etcétera. Se dieron allí cita desde el #NiUnaMenos argentino hasta la lucha de las turcas contra la legislación a favor de los violadores, desde el #VivasNosQueremos mexicano hasta la pelea de las polacas contra las restricciones al aborto.


A su turno, inspirada por las repercusiones de la denuncia, la actriz argentina Antonella Costa (Garage OIimpo, Diarios de motocicleta) expresó en estos días por las redes los maltratos y abusos sufridos por ella en su carrera profesional -días atrás, el brutal relato de la guionista Carolina Aguirre sobre una golpiza de su ex pareja generó una reacción en cadena similar, motivando a numerosas mujeres a narrar sus casos.


El aliciente para publicar o dar nueva vida a estas denuncias no es la política de los Estados, responsables de la profundización de la violencia sobre las mujeres, ni los “cambios culturales” en las industrias capitalistas, regidas únicamente por el afán de lucro.


Es la movilización popular, que se coloca objetivamente contra esos Estados y esas industrias, el catalizador para que las maltratadas quiebran la vergüenza, la humillación y el miedo sembrados durante largo tiempo.


Se atribuye a la gran revolucionaria Rosa Luxemburgo la sentencia de que “quien no se mueve, no siente sus cadenas”. Y las trabajadoras del mundo se están moviendo.