Opinión

5/10/2022

“Argentina 1985”, la dictadura y el juicio a las juntas en debate

Sobre el film de Santiago Mitre.

"1985", una de las películas más esperadas del año

Tras meses con altas dosis de expectativas, festivales internacionales (como Venecia o San Sebastián) y pujas por su distribución entre megas empresas del llamado rubro del entretenimiento, “Argentina 1985”, la nueva película de Santiago Mitre, co-guionada con Mariano Llinas, se estrenó en más de 200 salas de todo el país.

Con una producción millonaria (Amazon Prime, Kenya Films, Infinity Hill) y una ardua investigación de la mano del propio LLinás junto a especialistas en derecho como Jaime Malamud Goti y Carlos Nino o ayuda en el guion por parte de Martín Rodríguez y Federico Scigliano, el film “Argentina 1985” relata el entretelón de fondo del fiscal Julio César Strassera (Ricardo Darín) al llevar a cabo la investigación y posterior acusación al alto mando de las Fuerzas Armadas, tras la caída de la última dictadura militar y el retorno a la democracia, en el llamado Juicio a las Juntas.

Con una factura técnica notable, con Peter Lanzani como el fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo y junto a Alejandra Flechner, Norman Briski y un gran elenco, Santiago Mitre (director de “El estudiante” y “La Cordillera”) logra transportar a la audiencia a aquellas jornadas, nos lleva directo al clima que se respiraba social y políticamente en los albores del gobierno de Alfonsín y refleja con una reconstrucción histórica rigurosa la resistencia de los militares, las vacilaciones de los funcionarios alfonsinistas y la reticencia de la justicia a llevar a buen puerto las acusaciones y las condenas hacia los cabecillas militares del genocidio de Estado.

A lo largo del film, ribetes del cine político norteamericano como el de Oliver Stone (“Nixon”, “JFK”) o Alan J. Pakula (“All the president men”) se entrelazan con recursos humorísticos que cumplen una gran función de complicidad con el público: aliviar el tono solemne y conectar emocionalmente con los protagonistas. Santiago Mitre se enrola así en toda una serie de nuevos directores argentinos, que han experimentado con nuevas formas de narrar el periodo histórico de la dictadura del 76. A esta misma categoría se pueden agregar “Crónica de una Fuga” (2006, Adrián Caetano), “La larga noche de Francisco Sanctis” (2016, Francisco Márquez) o “Rojo” (2018, Benjamín Naishtat).

El juicio a las juntas y sus límites

“Argentina 1985” muestra los límites de las condenas en el juicio a las juntas y deja entrever el terreno que se cultivaba para impulsar el Punto Final (1986), la Obediencia Debida (1987) y los indultos, pero al mismo tiempo tiende a celebrar al régimen político democrático de entonces y a algunos de sus personajes.

Al juicio, recordemos, se arribó tras las grandes movilizaciones populares y la lucha de los organismos de derechos humanos por juicio y castigo, pero el alfonsinismo abrió un proceso acotado. En el juicio a las juntas solo se condenó a cinco de los popes de la dictadura militar (Videla, Massera, Viola, Lambruschini, Agosti) sobre un total de 1.700 genocidas denunciados, y únicamente a los dos primeros con perpetua. El resto de las denuncias fueron remitidas por Strassera al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Incluso un personaje siniestro como Leopoldo Galtieri resultó absuelto.

Por otra parte, no fue juzgada la clase capitalista que impulsó el golpe (empresas como Ledesma y Mercedes Benz colaboraron activamente) ni la Iglesia que lo bendijo. Tampoco los partidos que le dieron cientos de intendentes al régimen militar.

El film hace lo posible –más allá de mostrar algunos claroscuros- por mantener el relato de un héroe en la figura de Strassera (quien, vale apuntar aquí, fue fiscal federal durante todo el  ‘Proceso’ y hasta su muerte no se privó de defender a Aníbal Ibarra por la matanza en Cromañón).

“Argentina 1985” sugiere que en el convencimiento de las capas medias de la sociedad estaba la clave para condenar a los militares, junto a la posibilidad que se abría al mostrar los crímenes de lesa humanidad en un juicio televisado a nivel nacional. Pero como contracara de esta posición son dejadas de lado la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, Ex Detenidos Desaparecidos, entre otras organizaciones, que junto a la izquierda y las movilizaciones obreras del ‘82, generaron las posibilidades reales del juicio.

A pesar de ello, sí aparece representado el testimonio de Adriana Calvo (fallecida en 2010), cuyo alegato fue central para reconstruir lo ocurrido en esos centros de detención del llamado circuito Camps y brindar información sobre el nacimiento de muchas de lxs nietxs buscados. Es para celebrar la llegada a un público masivo de un relato que denuncia a claras las torturas y vejámenes de la boca de la principal referente de Ex Detenidos Desaparecidos y del Encuentro Memoria Verdad y Justicia. Más aún, en tiempos donde una derecha fascistizante (Milei, Espert y otros) reimpulsa un discurso de tipo negacionista.

Ayer y hoy

Sin una ruptura de la orientación económica del país (de hecho, continuó el proceso de endeudamiento y sometimiento a los organismos internacionales del período militar), fue el propio régimen democrático, a pesar de la sucesión de gobiernos, quien pavimentó el camino para la impunidad de los genocidas. No se han abierto los archivos militares, siguen pendiente miles de juicios de represores que fallecen libres, hay desapariciones en democracia (Jorge Julio López), represores frente al ejército (Milani en la era CFK) y leyes de impunidad, desde las mencionadas en los ochenta (de Alfonsín y Menem) hasta el reciente 2×1 del macrismo, rechazado gracias a las movilizaciones populares y las reservas democráticas del pueblo argentino.

El repudio a las atrocidades e infamias de la dictadura militar, y la celebración de los pasos dados en la condena de sus responsables, no debe ser confundido con el aval a un régimen que prometió que con la democracia se iba a comer, educar y curar pero terminó sosteniendo los mismos intereses económicos que se habían enriquecido durante el proceso.

Como dice el refrán, lo uno no quita lo otro.

 

El acceso a la cultura y el lucro capitalista

Semanas previas al estreno de “Argentina 1985”, una guerra por su distribución se desató entre las principales empresas del sector. Es que el nuevo film de Santiago Mitre fue producido principalmente por Amazon, junto con Kenya Films (del Chino y Ricardo Darín), La Unión de los Ríos (fundada por el propio Mitre y otros/as) e Infinity Hill (Axel Kuschevatzky y socios) con el plan de ser estrenado tras 21 días en la plataforma de streaming Amazon Prime. Conocida esta cláusula, las cadenas internacionales de salas de cine, Cinépolis, Showcase, Cinemark y Hoyts decidieron no proyectar la película como protesta por la vulneración de la ventana de 45 días que establecen las empresas dueñas de las salas, que tiene que haber entre el estreno y la llegada a las plataformas. De este modo, el público quedó en el medio de una disputa empresaria por el control del material fílmico que termina restringiendo su alcance.