Opinión

26/8/2021

Francia: el gobierno capitalista y la movilización popular

Columna de opinión desde París.

El sábado pasado, como todos los sábados del mes de agosto, se produjeron más de 200 movilizaciones contra el presidente Emmanuel Macron en todas las ciudades de Francia, grandes, medianas y pequeñas. Políticamente, se trata de un hecho inédito: en pleno verano, la presencia de la población en las calles por miles y decenas de miles y en todo el territorio.

Es también una situación particular de Francia en Europa, con la excepción de algunas ciudades italianas. La política del gobierno contra la pandemia es cuestionada en la calle y el regreso a la actividad normal luego de las vacaciones se anuncia como muy crítico. En las manifestaciones participan sectores sociales y políticos muy diversos, desde la derecha fascistoide -con mayoría en el sur- hasta la llamada izquierda anticapitalista y los chalecos amarillos. En París, hay 3 o 4 manifestaciones diferentes cada sábado; en otras ciudades, la izquierda anticapitalista domina claramente y expulsa a los grupos fascistas. Las manifestaciones son llamadas por sitios de Internet y una mayoría de los participantes se muestra ajena a las organizaciones políticas.

El bonapartista Macron en el centro de la escena

Las consignas contra Macron son mayoritarias. El presidente pronunció un discurso el 12 de julio, en el cual unificó sus supuestas acciones contra la pandemia con su programa por la disminución drástica de las indemnizaciones para los desocupados y por la destrucción del sistema de jubilaciones. Lanzó un “pase sanitario” para poder ingresar a los bares y restaurants, a los cines y teatros, a los centros comerciales y los hospitales, salvo las urgencias. Decretó la vacunación obligatoria del personal sanitario y los bomberos (pero no de la policía). Apareció luego varias veces en la televisión en su lugar de vacaciones para promover su “programa” y prácticamente lanzó la campaña por su reelección presidencial en los comicios de abril del 2022. El gobierno desapareció de los anuncios; se acentuó el carácter bonapartista del reino de Macron.

Macron maneja la situación epidemiológica a través de un Consejo de defensa sanitaria, cuyas sesiones e incluso su composición son secretas. A comienzos del año decidió que no iba a haber más confinamientos y provocó un recrudecimiento de la epidemia con miles de muertos hacia la primavera. Anunció un verano tranquilo sin restricciones y en julio tuvo que cambiar de rumbo ante la “sorpresa” de la cuarta ola y la variante Delta -que los científicos habían pronosticado con precisión. Su política de “stop and go” fue y es una verdadera catástrofe y fue adoptada en la soledad del palacio presidencial. El Consejo de Ministros se limita a ratificar las decisiones presidenciales y a veces los ministros se enteran de tal o cual medida por la televisión. La dócil mayoría parlamentaria aprobó la ley de la vacunación obligatoria del personal médico y del pasaporte sanitario prácticamente sin discusión. En cualquier régimen que se reivindique de la democracia, el debate científico, político, operativo, presupuestario, financiero, internacional; de lucha contra la pandemia debería estar a la orden del día no sólo de las instituciones sino de todas las organizaciones y estructuras. En Francia, Macron discute con sus íntimos, incluida su esposa, y consulta a la gran industria farmacéutica. Es todo.

La catástrofe sanitaria ya está presente en Martinica y Guadalupe y los otros territorios de ultramar, por negligencia del gobierno y la estrechez y vetustez del sistema hospitalario, agravadas por diferentes ajustes capitalistas, incluido el de Macron. El gobierno trata de echarle la culpa de la situación sanitaria al bajo porcentaje de vacunación. En este caso es una dificultad que nace de las mentiras gubernamentales sobre la utilización de pesticidas y fertilizantes en las plantaciones de bananas, que eran cancerígenos y que fueron utilizados por los capitalistas y defendidos por el gobierno. Macron quiere culpabilizar a la población por esta reticencia a la vacunación, como hacen todos los gobiernos, cuando lo que tendría que haber hecho es un programa de fondo para prevenir la pandemia y no esperar la cuarta ola.

¿Y el movimiento obrero y la población?

Macron cuenta con un gran punto a favor, enorme. Se trata del silencio ensordecedor del movimiento obrero en particular y de las organizaciones populares, el movimiento asociativo, el movimiento estudiantil y ante todo los partidos institucionales de la izquierda. En un momento u otro, estas estructuras criticaron y critican al gobierno por su política y por alguna de sus medidas pero nadie se lanzó a la tarea de discutir un programa de lucha contra la pandemia, organizar un cuadro de frente único para enfrentar al gobierno, organizar a la población. La crítica es válida ante todo para las grandes confederaciones sindicales.

Se debe aceptar que este tipo de pandemia sea relativamente nueva (aunque tiene antecedentes) por su amplitud y duración y que por lo mismo no es suficientemente estudiada y conocida. Los diferentes estudios coinciden en algunos puntos y divergen en otros y suele haber conclusiones novedosas a medida que avanzan. Pero ante la importancia del fenómeno y su relación estrecha con el capitalismo y su destrucción de la naturaleza, el movimiento obrero y popular estaban llamados a adoptar un “programa de urgencia” y a hacerlo valer con la lucha ante la burguesía y los gobiernos capitalistas. Para las organizaciones revolucionarias y el movimiento obrero, la lucha contra esta pandemia -y fenómenos similares- debiera ahora formar parte de su programa y de la agitación cotidiana por medidas concretas en las situaciones de emergencia.

Este programa podría pasar por algunas cuestiones elementales y ante todo por un programa inmediato de intervención ante la emergencia sanitaria y las amenazas y daños de la pandemia a la población:

  • Oponer al mecanismo burgués de la salud como “bien privado” la salud como atributo colectivo; luchar por una extensión, reorganización y adaptación del sistema de salud a las necesidades colectivas y oponerse a todo ajuste;
  • Disponer e imponer un programa particular para los sectores populares que por sus condiciones de vida y de vivienda son los más expuestos a las pandemias;
  • Organización de foros populares para discutir los avances y conclusiones de los estudios científicos, confrontar los resultados, discutir y concluir sobre las medidas prácticas que se deducen;
  • Reorganizar la investigación científica y controlar la investigación privada para estructurar un solo sistema de trabajo a nivel nacional y coordinado internacionalmente;
  • Luchar para levantar los brevets [patentes] de los laboratorios y preparar su expropiación;
  • Sobre la base de las conclusiones científicas, promover un programa de vacunación de la población y en particular de los sectores que puedan rechazar esta vacunación, por prejuicios y/o por oposición a la propaganda del Estado, que en el pasado y durante esta misma pandemia se reveló mentirosa;
  • Lanzar un programa internacional de vacunación;
  • Liquidar todo lazo de conflicto de intereses entre la burocracia estatal y su sistema de decisión y control sanitarios y los laboratorios privados.

Los núcleos revolucionarios y anticapitalistas deberían elaborar y luchar por este programa y por un programa de emergencia y no limitarse a las críticas circunstanciales. Hay que agitar e intervenir sistemáticamente contra el gobierno y proponer un programa independiente.

La intervención en las manifestaciones

Una polémica ha quedado abierta en la izquierda sobre qué orientación adoptar ante las manifestaciones semanales, su carácter masivo -hasta más de 400.000 personas en la más concurrida según los sitios Internet de los organizadores y 250.000 según la policía- y sistemático.

Una serie de organizaciones, como el POID, una escisión lambertista, no llaman a participar porque sus objetivos son “confusos, contradictorios o equívocos”. Otros, como el NPA o Jean-Luc Mélenchon, apoyan las movilizaciones pero no llaman a participar en las marchas -salvo en algunas ciudades- y sus dirigentes no se hacen presentes. Revolución Permanente, el núcleo local de la fracción internacional del PTS argentino, llama tímidamente a participar sin hacer campaña y destacando el carácter antisemita de algunas manifestantes. Una serie de núcleos, como L’Etincelle, en cambio, llaman a participar y a levantar consignas claramente opuestas al gobierno. Ni qué decir que el PC y el PS y las confederaciones sindicales están en la lista de los abonados ausentes. En algunas ciudades de provincia, las organizaciones sindicales locales llaman a las concentraciones, pero son excepciones. Esta heterogeneidad marca la enorme confusión política de la izquierda, incluso en sus variantes “anticapitalistas” y  “trotskistas”.

Por otro lado, hay en la actualidad 153 establecimientos hospitalarios en conflicto, contra el pase sanitario y la vacunación obligatoria. Estas huelgas no son visibles porque algunas están declaradas y se harán efectivas en septiembre y en todo caso el personal huelguístico es requisicionado y cumple por supuesto con su trabajo de atención a los enfermos. En ciertos cortejos el personal hospitalario en huelga se hace presente con sus reivindicaciones.

En opinión de este corresponsal, la participación en las movilizaciones se impone a los revolucionarios, salvo cuando son llamadas por la ultraderecha, como es el caso de una de las manifestaciones en París y de las movilizaciones en algunas ciudades del Sur, donde es fuerte y mayoritario el Frente Nacional, ahora Reagrupamiento Nacional.

La composición de las manifestaciones es muy diversa y puede cambiar de ciudad en ciudad. En regla general, se puede decir que hay camisas amarillas, una participación importante de la pequeña burguesía, algunos núcleos y militantes sindicales, no demasiados jóvenes, militantes minoritarios de grupos anticapitalistas. Al mismo tiempo, son claramente anti-Macron, se pronuncian abiertamente contra el pase sanitario y contra la obligación de la vacunación -pero no contra la vacunación en sí-, en defensa de la libertad individual y de la disposición del cuerpo.

El enfrentamiento contra el gobierno de Macron les da un carácter claramente progresivo, así como la presencia de jóvenes y militantes sindicales más o menos organizados. Son la única expresión abierta de lucha contra el gobierno. Claro está que en estas movilizaciones hay que impedir la presencia fascista y las consignas antisemitas, como es el caso de Montpellier, aunque lamentablemente no está generalizado.

La discusión está abierta. La intervención revolucionaria en el movimiento real de la población contra el gobierno y su programa se impone y puede dar lugar a un desarrollo profundamente combativo en el mes de setiembre.