Opinión

27/3/2023

Gran Hermano: un corte social sesgado

Finaliza la última edición del programa que arrastró polémicas y debates bajo la égida de los medios masivos de comunciación.

Gran Hermano.

Este lunes 27 de marzo concluye la última edición de Gran Hermano, que rompió récords actuales de audiencia televisiva en tiempos donde el consumo se desplaza hacia una multiplicidad de plataformas de streaming y que suscitó diversos debates sociales en tiempos de crispación, crisis y “cambios de época”.

El programa que comenzó el 17 de octubre del 2022 midiendo más de 20 puntos de rating llegó a alcanzar picos de más de 27 puntos (se estima unos 2.700.000 de televidentes), quintuplicando a la competencia –además del seguimiento por otros medios y plataformas-, y siendo uno de los temas frecuentes de conversación social, con campañas publicitarias, reacciones en los medios y redes, debates, censuras y todo tipo de opiniones.

Visto en retrospectiva, el reality show nos deja un recorte social sesgado, poco representativo del conjunto de la sociedad, cuyo desarrollo fue permanentemente condicionado por la producción de Telefe y donde el conflicto interpersonal abrió diversos flancos de crisis que desde el canal sobrellevaron con censura, ocultamiento, manipulación e incluso aceptación tardía.

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El casting de los participantes es una primera indicación de lo que más tarde convalidó el desenvolvimiento del programa. De entre los dos millones de aspirantes al concurso solo sobrevivió un puñado de participantes donde la amplitud territorial solo sirvió a los fines de “ocultar” la predominancia de un patrón: más de la mitad jóvenes del amplio espectro de la “clase media”.

La integración de un joven de 18 años (Thiago), cartonero y de procedencia humilde y pobre, sirvió más al cumplimiento de un “cupo social”, con una constante estigmatización de sus circunstancias, que a una política inclusiva. El panelista Ceferino Reato incluso aprovechó para hacer ostentación de su “antipiqueterismo”, oponiendo a quienes se “contentan con un plan” de quienes “salen a trabajar”, como si los trabajadores precarizados no trabajaran.

Lo que marcó el programa fue la incorporación de un sexagenario (“Alfa”) reproductor de todos los clichés, prejuicios, comportamientos y estereotipos sociales negativos: machista, homofóbico, autoritario, gordofóbico, acosador, etc. Quien fue una fuente permanente de polémicas y conductas desaprobables -algunas incluso objetables legalmente-, sostenido por la producción hasta que no dio para más.

La popularidad del show fue tal que la salida de cada participante controvertido, particularmente la de Alfa, fue “celebrada” popularmente en las redes y entornos sociales

A diferencia de otras ediciones del programa, particularmente de las primeras, esta edición no centró la atención en la exposición de la privacidad sexual de los participantes, aunque el tema no estuvo ausente en la realidad de la casa, donde se buscó explotar las consecuencias de estas situaciones en el marco de una convivencia de tipo colectiva.

A pesar de que entre los integrantes se encontraba une ex diputada nacional del Frente de Todos (Romina) –quien luego negó su condición de política-, GH tampoco “favorecía” el debate político.

Algunas otras cuestiones se colaron a la casa por la fuerza de los acontecimientos, como el conflicto por la paritaria de los trabajadores de Satsaid que impactó durante varios días, e incluso impidió el acceso de uno de los expulsados al set de transmisión. También replicaron otras cuestiones como los cortes de luz e incluso la devaluación , que fue percutiendo el valor del premio, originalmente en 15 millones de pesos.

Un muestreo de los medios y la sociedad de clases

Lo que si arrojó algo de luz sobre el funcionamiento real de la sociedad fue el reality show puertas afuera.

La plataforma Pluto TV, desde donde se transmitía la casa las 24 horas, realizaba cortes intempestivos de las trasmisión allí donde los participantes se corrían del “libreto” o cuando ocurrían cuestiones desaprobables.

El panel de “opinólogos” que acompañaba al conductor Santiago del Moro en cada noche representaba a la perfección el rol de los medios masivos de comunicación, favoreciendo o descalificando a algún participante, relativizando situaciones graves como el acoso y la discriminación, naturalizando formas violentas y condicionando el voto de los domingos de eliminación.

Entre estos hechos se destacan un participante que “invitó” a constatar las medidas de su pene, el mismo que estigmatizó a otros participantes por su físico y/o que participó del acoso/bullying a un tercero; otro que reconoce guardar imágenes íntimas de sus exparejas con fines extorsivos; una que se admite homofóbica desde el casting; etc.

A esto cabe agregarle los videos armados por la propia producción que buscaban opacar o desautorizar a un participante, quizás por asumir una posición contestataria y de denuncia, y crear la ilusión de otras situaciones que no se correspondían con la realidad, como supuestas insinuaciones entre otros participantes.

La aplicación de sanciones antojadizas, sujetas a interpretación, también operaron como otro de los mecanismos de la producción para orientar el juego; así como la selección de los desafíos –en su casi totalidad vinculados a destrezas físicas- para obtener el liderazgo, la inmunidad y la posibilidad de rescate.

Por último, la votación en sí tuvo varias denuncias por irregularidades y bloqueo de votos. Además de ser permeable a todo tipo de manipulaciones propias por la propia dinámica de pagar cuántos votos uno quisiera o pudiera ejercer.

Nadie se sorprende, como ironizó la panelista Laura Ubfal la llegada a la final de “tres chicos jóvenes, sanos, bellos. Una sociedad blanca y perfecta”.

Llegando al final del programa estalló la crisis de la detención e imputación de Marcelo Corazza, productor del programa y el primer participante ganador de Gran Hermano Argentina, investigado por supuesta participación en el delito de corrupción de menores.

El conductor Santiago del Moro ya ha adelantado el lanzamiento de la edición Gran Hermano 2023, tras el éxito de una edición que naufragó entre la crisis, la polémica y la oposición, con un negocio millonario de por medio con ingresos directos y auspiciantes, queda por ver como la próxima entrega se adaptará a estas circunstancias, seguramente sin modificar la esencia de un recorte de clase en manos de los grupos capitalistas.