Opinión
30/11/2020
Maradona, sus contradicciones y el rol de los ídolos
El día 25 de noviembre se fue una persona muy querida por la gran mayoría de los argentinos, y se entiende el dolor que genera la pérdida de alguien que llevó tantas alegrías a las familias de la clase trabajadora de nuestro país, que inspiró a muchísimos pibes, incluso de las barriadas más pobres a pasar horas jugando a la pelota. Pero ni la vida privada de Maradona, ni el rol de los ídolos se pueden tomar con liviandad, ni diluir de ninguna forma. Esta nota tiene el objetivo de promover el debate, desde un lugar de respeto hacia las personas que sufren por la pérdida del astro, pero sin dejar de señalar las contradicciones en torno a su figura.
¿Qué rol juegan los ídolos?
Antes de analizar la figura de Maradona, es importante hacer el ejercicio de cuestionarnos, tanto el rol de contención que cumplen las figuras de los ídolos y la ilusión de triunfar, como el control social que ejerce el sistema capitalista para “entretener” a las masas, mientras que a sus espaldas hacen uso y abuso del pueblo trabajador. En este contexto, nos encontramos con el Diego, un pibe que tenía magia en los pies, que podía hacer con la pelota lo que quisiera, jugando un deporte que despierta tantos sentimientos en las masas. Cada domingo se detiene el tiempo en las barriadas, todos van a mirar a su equipo. Y si ese equipo gana, estos mismos trabajadores se olvidan por un rato de sus tristezas y miserias.
El Diego aparte de su talento y de la capacidad de dar esa felicidad, era un pibe de barrio. Nacido en Villa Fiorito, rápidamente llegó a primera y se mudó a Paternal, un símbolo para muchos pibes que sueñan con tener una casa digna, con salir de la pobreza. Que Diego haya tenido orígenes humildes, que haya salido de uno de los sectores más postergados de la clase obrera, y conquistado el mundo, es una luz de esperanza. A muchos futbolistas o artistas los ponen como ejemplos de superación personal. Lo cierto es que detrás de este mensaje se esconde la premisa para la clase obrera de que, quien trabaja lo suficiente, quien tiene el talento suficiente, puede dejar atrás la miseria que le da a las mayorías este régimen social. Lo individual se contrapone a una verdadera salida colectiva.
La otra parte de la contención se esconde detrás de las alegrías que el Diez le dio a sus pueblos. En un país como Argentina, donde la gran mayoría de la clase trabajadora vive bajo la línea de pobreza, donde el hambre y la miseria crecen cada día, la alegría de ver y reveer sus hazañas, de ganarle a los ingleses cuando pocos años atrás una dictadura genocida había mandado a una guerra perdida a un montón de jóvenes, con el objetivo de legitimarse, a pesar de la creciente convulsión social, y tapar las barbaridades que llevaron a cabo, daba una sensación de saciedad, de triunfo. Tanto para el pueblo Argentino con los ingleses, como para el pueblo de Nápoles ganándole al norte, Maradona representaba ganarle a los poderosos.
Pero Argentina nunca le ganó al imperialismo, la clase obrera napolitana siguió siendo pobre al igual que hoy, la Fiorito de Diego. Debemos darnos la tarea de explicar y derribar las barreras que representan saciarnos con esos triunfos, llamar a las masas a no conformarse con una derrota en las canchas y conducir toda esa sed de victoria y deseos de ganarle a los poderosos en un camino real para hacerlo.
Las dos caras de Maradona
En los inicios de su carrera, el mejor jugador del mundo fue también una persona que desde un lugar y una posición privilegiada siguió levantando causas populares, como el derecho a una jubilación digna, enfrentándose a la FIFA o incluso cuestionando la riqueza del Vaticano y contraponiéndola con el hambre en muchas regiones, recordándole al mundo la cara más cruel de este régimen social. Al mismo tiempo que había sido utilizado como material de distracción de las masas, en Italia el Diego había logrado derribar las motivaciones nacionalistas del fútbol, para hacerlo propio de toda una clase obrera internacional, cuando logró que el sur de Italia
apoyara a la Argentina en el mundial frente al seleccionado italiano en 1990.
Si bien había logrado escapar de la opresión que sufren las barriadas, no pudo escapar del daño que este sistema genera. Diego se convirtió, en un reproductor más de la violencia machista, producto de la doble opresión que ejerce el capitalismo sobre mujeres. El poder, la fama y el dinero, lo llevaron a una descomposición muy grande. Maradona tuvo varias denuncias por violencia, acoso, abuso, se hicieron públicos videos, fotos de él con dos mujeres aparentemente menores de edad, conflictos por paternidad irresponsable y abandono de sus hijos. Homenajearlo sin mencionarlas es seguir violentando a sus víctimas, y perpetuar la idea de que el poder y el dinero, o en este caso la idolatría de las masas, garantizan de alguna forma la impunidad.
El mismo Maradona que apoyó muchos reclamos populares fue aliado de Carlos Menem, llegando a incluso elogiar la política económica de Cavallo. Declarado militante peronista, apoyó también los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, y el de Alberto Fernández. Por un lado cuestionó el poder del Vaticano, y por el otro le lavó la cara a Bergoglio. Criticó a las mafias de la FIFA, pero tejió vínculos con los clanes más importantes de la mafia napolitana.
Quienes luchamos por terminar contra toda forma de violencia y opresión no podemos mirar para otro lado, no podemos resaltar las hazañas, relativizando los hechos de violencia frente a su rol como figura social. Diego Armando Maradona es el ídolo, pero también es su otra cara.
La descomposición de Maradona es parte de Maradona y parte del sistema capitalista y solo sacando las conclusiones adecuadas podremos abrirnos paso para finalmente, cambiarlo todo.
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