Opinión

30/11/2020

Maradona y el aleccionamiento de clase

La muerte de Maradona puso de manifiesto un debate muy profundo hacia dentro del movimiento de mujeres, en cuanto a la posibilidad de reivindicar su figura o no, teniendo en cuenta a su aporte como ídolo futbolístico y su vida personal.

Un ícono de la clase obrera

Para empezar a hablar de Maradona, primero hay que tener en cuenta lo que su figura significa para el pueblo y, particularmente, para la clase obrera, en Argentina y a nivel mundial. La reacción popular lo refleja de forma clara. Miles y miles de personas yendo a su despedida tanto el día de su muerte como en el velatorio en Casa Rosada. “Se murió un pedazo de país”, dijo un hincha que fue a despedirlo.

Maradona logró reflejar a muchos pibes pobres que sueñan con burlar al destino que este sistema tiene para ellos. Un pibe de villa fiorito que, con su talento logró llegar a ser una figura en el ámbito futbolístico. Para toda una generación, significa la revancha contra los ingleses, el cuestionamiento del poder de la Fifa, y hasta el cuestionamiento de las riquezas del propio Vaticano. Eso es lo que despide hoy un pueblo entero, esa ilusión de desafiar a un sistema que solo tiene miseria y explotación para las mayorías populares.

Ahora bien, existe otra imagen muy clara de lo que el sistema capitalista tiene para quienes se convierten en “ídolos”, su paso por las drogas, sus alianzas con los poderosos y su carácter violento y misógino son una muestra clara de esto.

La opresión, la marginalización y la criminalización son moneda corriente en las infancias más pobres y, gracias a un régimen que lo promueve de manera cada vez más vehemente, se hacen carne y persisten a lo largo de toda la vida de cada uno de esos pibes. Para Maradona, el fútbol fue una vía para salir de esta situación de pobreza y la miseria. Él mismo lo señaló diciendo: de chico, cruzar el Puente Alsina era como ir a Manhattan.

Sin embargo toda esa gambeta al sistema no iba a salir gratis. Porque la descomposición social que Maradona había esquivado con la pelota en los pies en los potreros de fiorito lo alcanzó de la mano de la fama. El entorno de los “ídolos”, lo arrastró a esa descomposición personal: él mismo, nuevamente, lo definió diciendo que “me utilizan en vida y encontrarán el modo de hacerlo estando muerto”.

Desde esa posición de haber llegado, sin escalas, desde Fiorito a la cima del mundo es que llegaron las adicciones, denuncias por por violencia de género, la violencia contra periodistas, incluso las denuncias de abuso de menores. Esta imagen de Maradona, que entristeció durante años a quienes lo vieron deslizarse en una espiral descendente, fue sin dudas, un producto del lugar de endiosamiento e idolatría en el que fue colocado, y que muestra cómo el dinero y el poder, las expresiones de prestigio y poder en una sociedad de clases, degradan incluso a los ídolos y triunfadores. Una historia repetida con muchísimos deportistas y artistas, especialmente, de origen humilde.

Hay que destacar, por otro lado, que, como el mismo Maradona lo reconoció, la droga y la descomposición promovida por el entorno jugó en contra de su carrera deportiva. Como ejemplo, le dio pie a la Fifa para la maniobra del antidoping “dirigido” en el Mundial ’94, dejando afuera a Maradona de una selección que tenía la capacidad de hacer historia en la página grande del fútbol mundial. El fútbol de un lado, el negocio y la falopa, en la vereda de enfrente.

¿Cancelar o visibilizar?

Entonces, decir que, antes que todo, Maradona es solo un misógino y violento, es una simplificación del fenómeno y, por consecuencia, no fomenta la comprensión. Comprender, no significa avalar sino que, esa comprensión, es el primer paso para lograr una transformación.

El fenómeno de Maradona no es una exaltación de sus características más negativas, sino que se da a pesar de estas características. Sería un error interpretar la movilización masiva y consternación popular como un aval a estas conductas.

Si queremos transformar la realidad, y ganar a la clase obrera a esta transformación, tenemos que comprender los problemas por los que atraviesa, a través de un proceso gradual sin establecer una línea divisoria en ella. El capital endiosa a los ídolos y los “premia” con la sumisión de entorno tóxicos, con relaciones alienadas, con el acceso a tomar “de la buena”. De esta forma, donde Maradona hizo escuela de fútbol, el negocio, o sea, el capital, transformó esa imagen de superación personal en una de abusos de todo tipo y de menosprecio hacia la mujer, reforzando condiciones culturales para la violencia de género. El problema es, entonces, el régimen social.

Solo un gobierno de trabajadores puede, superando estas relaciones sociales, liberar a la humanidad de todas estas formas de opresión.

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