Opinión

5/4/2022

Pensar el Mendozazo hoy: a 50 años

Este 4 de abril se cumplen 50 años del Mendozazo

Docente universitaria de la Uncuyo.

Foto de archivo

Hay quienes miran con nostalgia los tiempos contestatarios de la década del ’70. Los aniversarios funcionan de recordatorio de lo sucedido y de que, quizás, nuestro presente es un triste espejo roto y envejecido de lo que insufló esas banderas y cánticos cuando la gente salía a la calle a expresarse, a manifestarse y por supuesto, a reclamar mejores condiciones laborales, sociales, culturales, económicas, en fin, mejores condiciones de vida.

Nuestros padres añoraban “las patas en la fuente” y sus padres, la hechizada fuerza de las milicianas defendiendo una Madrid bombardeada por aviones alemanes y arrasada por Franco. El presente, siempre como mirada escrutadora y de control en ese gesto nostálgico por el pasado militante frente al presente apretujado por el ítem aula en ese suspiro clandestino. En el 2022, los 46 años del 24 de marzo y los 40 de la guerra de Las Malvinas nos hacen pensar en un ciclo continuado de crisis institucionales, democracias débiles y dictaduras que ensayaban la represión hasta llegar a la dictadura cívico-militar de 1976.

En el marco de este ciclo histórico de violencia institucional, terrorismo de Estado, represión y crisis inflacionaria permanente en Argentina, inaugurado en 1955 con la caída de Perón por la Revolución Libertadora hasta 1983, se encuentran las puebladas (clase trabajadora, estudiantes, ciudadanía en fin, harta de no ser escuchados/as que siguiendo el modelo del mayo francés de 1968 salieron a tomar las calles con improntas espontáneas pero con objetivos comunes: luchar por los derechos); de estas puebladas, la local fue el Mendozazo. El Cordobazo y el Santiagazo habían sido puntas. La explosión popular ahora era en nuestra provincia. Como señalan muchos historiadores, al polvo, al fuego, a los cascotes y las barricadas, los días se fueron cubriendo de dos colores: rojo por la represión y la muerte y azul, por los chorros de tinta con los que volteaban a estudiantes, obreros y a las maestras sumadas a la protesta con sus guardapolvos blancos. La tinta fue para marcar era el dedo que se afinaría en 1976 y que ejecutaría en 1975 con los grupos paramilitares.

Las maestras/os en abril de 2022, medio siglo después, miran ahora su bono de sueldo, sus condiciones edilicias laborales, la hambruna de sus alumnos/as, los baños colapsados y el sistema de transporte público deteriorado y con nostalgia añoran los tiempos anteriores al ítem Aula, cuando salían a protestar y a arrancar el derecho a ejercer los derechos conquistados por esas maestras setentistas manchadas de azul. Luego del último acuerdo paritario firmado por la conducción Azul-Naranja, ya fusionada con la CTA y en total armonía con el gobierno local de Rodolfo Suárez (Cambia Mendoza), de fuerte militancia docente del  Partido Justicialista (Frente de Todos), la inflación, los tarifazos, el hambre, el índice de pobreza, la línea mortal de $72.000 para que una familia tipo no sea pobre o los 35 mil para no ser indigente explota en cada ítem del bono de sueldo que acordó voluntariamente “a revisar” un segundo control de presentismo disfrazado de premio.

Los aniversarios sirven de doble juego: permiten pensar el pasado desde el presente y desde ese doble pivote mirar e imaginar el futuro. Las maestras que salieron a enfrentar las tanquetas en abril de 1972 protestando junto a su pueblo contra el tarifazo de la luz abrieron un camino de luchas que continuaron docentes como Carlos Fuentealba en los ’90. Si nosotros/as nos quedamos en esa añoranza inmóvil, le presagiamos a quienes se vayan sumando al sistema educativo, que la resignación que Chaplin pintó en su película Tiempos Modernos hace casi un siglo nos puede volver enajenados y esclavos. Como dijo Walter Benjamín, tenemos una cita con el pasado pero la obligación de descubrir si la mirada de espanto del ángel sobre el futuro es el futuro funesto para los trabajadores/as de la educación en el 2022 con una posible reforma educativa, nuevas cadenas que impidan salir a protestar mientras la inflación se come toda nuestra productividad: tiempo, capital y producción con la que sostenemos a la educación pública en el año cuya inflación llegará a 3 cifras.