Partido

14/4/2023

Presentación del libro de Gabriel Solano en Sociales

Una pregunta necesaria y provocadora: ¿Por qué fracasó la democracia?

Se desarrolló una charla-debate en la Facultad de Sociales, con la participación de Hernán Ouviña, Pablo Alabarces y Gabriel Solano.

Foto: Federico Imas @ojoobrerofotografía

Una pregunta que molesta, se vuelve incómoda, irrita y, por eso mismo, se vuelve necesaria y provocadora: ¿Por qué fracasó la democracia?, el título del libro de Gabriel Solano, fue el eje de la conversación-debate que se desarrolló el miércoles pasado en la Facultad de Sociales, con la participación de Hernán Ouviña y Pablo Alabarces –docentes e investigadores de las carreras de Ciencia Política y Comunicación, respectivamente-, el propio autor y cuya moderación estuvo a cargo de Maco Alonso, de la UJS, con una presencia numerosa de estudiantes, no docentes y docentes.

Las intervenciones

Ouviña abrió con una referencia al escenario inmediato: estábamos en Sociales, una facultad que nació durante la llamada transición democrática, momento donde se polemizó en torno a la relación entre dictadura/democracia, pero sobre todo entre reforma/revolución. Tras destacar que se trata de un libro clave, riguroso y ameno, retomó la pregunta del título para subrayar que lo que allí estaba en cuestión era el carácter de clase de la democracia, de una democracia “pacificada”, que había nacido de una derrota ejercida por la dictadura del 76.

Abrió varios ejes de debates. En primer lugar, el 2001, un proceso que Ouviña señaló que “no está quebrantado” y que, contra los relatos del macrismo y kirchnerismo, no fue una revuelta antipolítica sino precisamente un momento de una politización brutal, donde se disputó el sentido de la democracia, en favor de una democracia de otra clase, con experiencias plenas en las asambleas populares, las fábricas ocupadas, el movimiento piquetero. Luego, se preguntó si había otro modelo que no sea el productivista, el del “capitaloceno”, inviable hasta ecológicamente, para salir de la situación de pobreza, desocupación y miseria, que describe y analiza Solano en el capítulo “Sin comida”. A partir del capítulo 14, “El significado de Milei”, apeló al concepto de “externalidad” en relación con el Estado para cuestionarse en qué medida las izquierdas no terminan siendo “copartícipes y legitimadoras de la institucionalidad estatal, frente a unas derechas que se postulan en una relación de mayor externalidad y cuestionadoras del régimen. De lo que se trata, concluyó Ouviña, sería cómo “cuestionar la democracia como régimen y privilegiar una dinámica donde el antagonismo sea el centro de gravedad”. También aquí planteó la cuestión de la violencia, de la estrategia insurreccional.

Pablo Alabarces comenzó con una autocrítica a partir de un tuit que había hecho tras el atentado a la vicepresidenta, episodio que había caracterizado como una violación del pacto democrático fundacional, la supresión de la violencia como resolución de los conflictos. Lo hizo a partir de la reseña que realiza el libro de Solano sobre la violencia que había sido utilizada por el Estado argentino en estos cuarenta años, con las cifras de miles de asesinados, muertos bajo custodia, gatillo fácil, muertos en protestas. Recordó la masacre de Ingeniero Budge, en el 1985, como uno de los primeros crímenes de Estado en democracia. Allí se interrogó en torno a cuál fue el consenso básico de la democracia, y cuándo se rompió. Retomó la frase de Raúl Alfonsín: “con la democracia se come, se cura y se educa”, que figura en las consideraciones iniciales del libro. Se trató, dice Alabarces, de un exitosísimo eslogan con el que el radicalismo derrotó al peronismo. No fue la violencia  sino el hecho de que con la democracia ni se come, ni se cura, ni se educa. Esto, concluyó, el libro lo demuestra con holgura, agudeza y de un modo angustiante.

Luego, Alabarces abordó dos ejes. Por un lado, el hecho de que la dictadura fue el gran reorganizador de la vida cotidiana, una experiencia que se perdió como cierto sentido común, de allí la emergencia de cuestionamientos a la cifra de los desaparecidos, etc. Por el otro, la presencia de la deuda externa desde los inicios de la democracia. Con la crisis de 1982 en México y desde entonces, la deuda se revelaba impagable y disciplinadora. Cuarenta años después, agregó, hemos acumulado deudas repudiables e impagables, y esto ratifica el carácter de clase de esta democracia.

Finalmente formuló tres disidencias. La primera, cierta injusticia en el tratamiento del rol de las fuerzas de izquierda a lo largo de estos 40 años. La segunda la presentó desde su lugar de especialista en cultura y comunicación y apuntó a la falta de consideración sobre el mundo simbólico, o cómo los sectores populares procesan el mundo material (la pobreza, la desocupación). Por ejemplo, discutió el modo en que se presentan las iglesias pentecostales en el libro y los imaginarios del emprendedor que hablarían de un “neoliberalismo popular”, vinculado a la emergencia de Milei. Agregó una conclusión provocadora: la mayor revuelta popular en Argentina en los últimos cuarenta años la encabezó Lionel Messi. Finalmente, se interrogó sobre las tensiones entre las formalidades democráticas y la crítica a una democracia cuyas promesas fueron incumplidas.

Solano reflexionó sobre lo justo de la elección del título, que resulta incómodo y hasta difícil de decir, señalando incluso que si bien podría ser más exacto (al hablar de democracia burguesa, capitalista), hacerlo perdería su efecto para intervenir en un debate nacional y necesario. Recordó que la crítica a la democracia fue estratégica para el marxismo. Citó un texto de Engels, muy debatido posteriormente porque fue apropiado por la socialdemocracia alemana para justificar su viraje parlamentarista, quien señala que el día antes de la revolución todas las clases propietarias se van a reagrupar contra el socialismo bajo la bandera de la democracia. Esto se demostró en la fracasada Revolución Alemana –con el agrupamiento de todas las fuerzas reaccionarias que convocan a una asamblea constituyente, asesinan a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht y fundan la república. Luego, apeló a distintos ejemplos históricos para ilustrar democracias que nacen de procesos revolucionarios o, como la nuestra en estos cuarenta años, que nacen de una derrota. Los términos de esta democracia -afirmó- están dictados por la clase social que gobernó durante la dictadura y por el imperialismo.

Aclaró que en el libro buscó delimitarse de una concepción que no es la propia ni la del Partido Obrero que consiste en pensar que la crisis es una excepcionalidad argentina. Por el contrario, la crisis argentina se inscribe en un mundo capitalista en crisis. De allí que acuerde con la tesis de un periodista del Financial Times, Martín Wolff, quien postula que la crisis del capitalismo está llevando a la crisis de las democracias. Pero se aparte de su concepción de la democracia, ya que el periodista no advierte el carácter de clase de esta democracia, que se basa en la propiedad privada de los medios de producción y cuyo formato consiste en que el pueblo no delibera ni gobierna.

Solano retomó el epígrafe de Lenin para plantear que, en la democracia burguesa, la mayor parte del aparato de Estado no está sometido a la soberanía popular. Por tanto, más que la expresión popular, el voto es la expresión de su enajenación. Ilustra como contrapunto la existencia histórica de las comisiones internas, una de las mejores tradiciones de la clase obrera de nuestro país, algo poco común en Latinoamérica. Precisamente ahí se descargó el ataque de la dictadura (incluso creando campos de concentración en las fábricas) y hoy tenemos un escenario donde son pocas las fábricas que cuentan con esas organizaciones democráticas de la clase obrera.

Entre los debates abiertos, Solano recogió la cuestión de la izquierda. Afirmó que la democracia en América Latina fue utilizada como un elemento de cooptación de la izquierda. En ese sentido, el libro –agregó- también es una crítica a la izquierda, si bien no es su objetivo principal. Porque la idea es intervenir en una polémica nacional, contra las clases dominantes, en un momento de “crisis de época”, de crisis estructural, de fondo, que está presente en el debate público incluso por parte de aquellos que fueron o son los responsables de esta crisis. Se trata, entonces, de aprovechar este momento excepcional para hacer una crítica profunda de la democracia, un balance histórico de los últimos 40 años donde se coloca a la clase dirigente de este país en el banquillo.

¿Y cuál es la salida?

Las intervenciones desbordaron el tiempo propuesto, afortunadamente porque se pudieron desarrollar mejor las argumentaciones. Pero eso también limitó las posibilidades para las preguntas del público. Con todo, la pregunta de un estudiante sirvió como buen cierre: si la democracia fracasó, ¿Cuál es la salida? Solano refirió a su libro y, para cerrar esta nota elegimos una cita de las últimas páginas: “Se  requiere no ya un cambio de gobierno o de régimen político, sino de la clase social que controla el poder del Estado. El paso de un gobierno de la clase capitalista a un gobierno de los trabajadores es la condición para alcanzar una democracia cualitativamente superadora de la actual. Dejará de ser un gobierno de la minoría privilegiada para transformarse en el gobierno de los verdaderos productores de la riqueza social.”

https://prensaobrera.com/politicas/transformar-la-bronca-popular-en-una-alternativa-de-la-izquierda-y-los-trabajadores