1912: EL LEVANTAMIENTO AGRARIO MAS IMPORTANTE DE LA HISTORIA ARGENTINA | Qué fue el Grito de Alcorta

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La Federación Agraria quiso darle a su asamblea del sábado 29 un símbolo mayor al reunirla en Alcorta, el poblado del sur santafecino donde, en 1912, comenzó el histórico Grito citado una y otra vez en estos días, incluso por Cristina Fernández durante su discurso en Parque Norte. Casi nadie se privó de comparar el lock-out actual con los acontecimientos de hace 95 años, incluso Ámbito Financiero llegó a hablar de un "nuevo Grito de Alcorta", en una gritería chillona propia del miedo.
¿Vale hacer un paralelo entre aquello y lo de hoy?
La actual Alcorta pertenece al departamento Constitución, el taco de la bota santafecina. En buena parte del siglo XIX fue zona de fortines, que intentaban proteger la precaria ruta comercial entre Buenos Aires y Córdoba. Era entonces propiedad fiscal, territorios arrebatados al indio, pero en 1857 la región entera fue comprada en monedas por Juan Campos, quien, a su vez, la vendió a Domingo Palacios, jefe de policía de Rosario. Como en la aristocracia inglesa, el abolengo de la oligarquía argentina se mide por la antigüedad del primer pirata en un árbol genealógico.
Palacios, ladrón, filibustero y matón, vendió el lugar - conocido entonces por el nombre de "Puestos de Medina"- a uno de los ideólogos fundantes de la derecha argentina: Amancio Alcorta (de ahí la nominación del poblado). Los herederos de Alcorta cedieron esas extensiones al terrateniente Juan Bernardo Iturraspe, promotor de la fundación de la colonia y del pueblo el 6 de diciembre de 1892. Dos años antes se había producido un acontecimiento que cambió el panorama de la región y el de todo el agro argentino: la llegada del ferrocarril, que permitió a los latifundistas del interior acceder al puerto de Buenos Aires.
Iturraspe, como otros de su clase, encontró su negocio en poner a trabajar en esos campos, divididos en parcelas, a colonos inmigrantes, arrendatarios o apareceros. Se creó así un sistema de arriendos y subarriendos, y la superexplotación de los colonos superó largamente el límite de lo tolerable. A todo esto, la inmigración y los ferrocarriles habían extendido la frontera agraria de 2,1 millones de hectáreas en 1888 a 22 millones en 1912.
Los contratos con los colonos eran peor que leoninos. Los precios del arrendamiento se hacían impagables y empezaban a generar una suerte de servidumbre, porque las deudas del arrendatario o aparcero tendían a sujetarlo a la parcela. El colono debía comprar sus insumos y herramientas a sus arrendadores, a precios exorbitantes, y estaba obligado a venderles su producción a precios inferiores a su valor. Se trabajaba de sol a sol, pero ningún esfuerzo alcanzaba. El estudio realizado por Juan Bialet Massé, "Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República" (1904), es de lectura indispensable para conocer la situación de aquellos trabajadores rurales.
La rebelión
El Grito de Alcorta, que en verdad había empezado a gestarse tiempo antes, tuvo sus primeras manifestaciones visibles a principios de 1912, cuando se extendieron las reuniones de colonos en el sur santafecino y en Córdoba. El asunto tenía sus dificultades, por la desconfianza y el individualismo propios del trabajo agrario en esas condiciones, y por la canallesca Ley de Residencia, que permitía expulsar sin más, por una simple denuncia, a cualquier extranjero sospechado de "revoltoso".
En ese punto se tiene una de las características clave de aquella rebelión: si la lucha campesina de entonces pudo superar esas trabas, fue por la intervención decidida de la clase obrera, sobre todo de los estibadores y los sindicatos de oficios varios - vinculados directamente con la actividad agraria- , de los Centros de Estudios Sociales dirigidos por anarquistas y socialistas y, muy especialmente, de los peones rurales, los braceros o "linyeras", influidos por el anarquismo y con una enorme tradición de lucha.
El 25 de junio de 1912, una asamblea de 300 agricultores reunida en la Sociedad Italiana de Alcorta declaró la huelga por tiempo indeterminado contra los latifundistas nucleados en la Sociedad Rural (se había fundado en 1866 y su primer presidente fue Ramón Cárcano, terrateniente de extrema derecha). Sus demandas se resumían en tres puntos:
1) Rebaja general de los arrendamientos y aparcerías;
2) Entregar en las aparcerías el producto en parva o troje, "como salga" (los latifundistas obligaban a los colonos a entregar el grano embolsado, listo para exportar);
3) Contratos por un plazo mínimo de cuatro años (los contratos cortos, incluso por una sola campaña, ponían al campesino ante la amenaza permanente de expulsión).
El movimiento fue reprimido brutalmente por los gobiernos de la Sociedad Rural, por los latifundistas, represión que incluyó el asesinato de Francisco Netri, abogado de los colonos y fundador de la Federación Agraria.
El Grito de Alcorta no logró modificar la estructura del agro argentino, pero a mediados de 1913 se habían conseguido rebajas importantes en los arrendamientos aunque se mantenían cláusulas contractuales leoninas.
De todos modos, la mejor conquista del Grito fue política y organizativa. A partir de ese movimiento, rápidamente extendido, surgieron, entre otras, las Ligas Agrarias de Bahía Blanca y de La Pampa. Ellas, el 15 de agosto de 1912, confluyeron con las de Santa Fe y Córdoba para fundar la Federación Agraria, que en su primer congreso hizo suyos los postulados de la Revolución Mexicana y proclamó la consigna "la tierra para quien la trabaja".
Días antes, el 9 de agosto, el diario La Capital, de Rosario, expresión tradicional de la oligarquía, escribió en un editorial que "la Federación Agraria, si cumple su alta misión, ha de ser un auxiliar poderoso en esta nueva orientación de la vida nacional".
Esto es: aún antes de la fundación formal de la Federación Agraria, la Sociedad Rural ya se proponía cooptarla. Era una previsión acertada acerca de la transformación de una minoría de chacareros en capitalistas agrarios.